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El vicepresidente Boudou, ¿un hombre solo?

Acusado de tener vínculos con los accionistas de una empresa a favor de la cual intervino cuando era ministro de Economía, el vicepresidente Amado Boudou intentó defenderse presentándose como una víctima de las “mafias” contra las cuales lucharía la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Pero no despejó dudas y su situación aparece muy comprometida, tanto judicial como políticamente.

Juan Buchet de RFI

  Sábado 7 de abril 2012 9:29 hrs. 
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Se dice que la mejor defensa es un buen ataque. Pero las violentas acusaciones con las que el vicepresidente argentino Amado Boudou pretendió, el 5 de abril, despejar sospechas de su implicación en el llamado “escándalo de la exCiccone”, una imprenta de seguridad salvada de la quiebra en condiciones dudosas en el 2010, se asemejan más a una huida hacia adelante de un hombre acorralado que a una contraofensiva victoriosa.

Boudou había convocado a una sorpresiva conferencia de prensa sin preguntas 24 horas después del allanamiento de un departamento de su propiedad en el que se encontraron pruebas que complican su situación judicial en la causa que investiga el juez federal Rafael Rafecas. Sin embargo, en vez de referirse a los hechos, el vicepresidente y presidente del Senado se dijo víctima de una “conspiración mafiosa” orquestada por Héctor Magnetto, el CEO del Grupo Clarín, multimedios enfrentado con el Gobierno, con la participación de un estudio de abogados vinculado al Procurador General de la Nación, Esteban Righi, el mismo juez Rafecas, la empresa Boldt, rival de la exCiccone (hoy Compañía Sudamericana de Valores) y los periodistas en general, calificados de “esbirros”.

Entre otras graves acusaciones, Boudou afirmó también que el presidente de la Bolsa de Valores, Aldo Gabbi, le había ofrecido una coima, hace un año, en nombre de Boldt, con lo cual se auto-incriminó involuntariamente, ya que, en su condición de funcionario público (era entonces ministro de Economía), tenía obligación de presentar una denuncia ante la Justicia. Visiblemente nervioso, y por momentos confuso, el vicepresidente se presentó como un fiel soldado de un combate iniciado en el 2003 por Néstor Kirchner y continuado desde 2007 por la actual jefa del Estado Cristina Fernández de Kirchner, cuyo lema principal sería la lucha contra “las mafias”.

El escándalo en el que está envuelto Amado Boudou tomó estado público en febrero de este año. Hasta entonces, sólo había sido evocado por una publicación confidencial dirigida por un escritor y exministro de Carlos Menem, Jorge Asís, quien denunciaba las condiciones en las que se había levantado la quiebra de la empresa Ciccone Calcográfica, la intervención del entonces ministro de Economía para su relanzamiento con nuevos accionistas y la presencia entre ellos de allegados a Boudou. Nadie se interesó por el asunto hasta que, hace dos meses, la exesposa del abogado que había obtenido el levantamiento de la quiebra, hoy principal referente de la empresa, hoy Compañía Sudamericana de Valores, Alejandro Vandenbroele, lo acusara de ser “el testaferro” de Boudou. A partir de ese momento el juez Rafecas abrió una causa y la prensa, especialmente los diarios Clarín y La Nación (también enfrentado con el Gobierno), comenzó a investigar.

Lo que se ha probado hasta ahora, sea fruto de las investigaciones periodísticas o del avance de la causa, permite efectivamente alimentar sospechas respecto de Boudou. Para obtener el levantamiento de la quiebra de Ciccone, en septiembre 2010, aportan fondos Vandenbroele (567.000 pesos) y una sociedad establecida fuera del país, London Supply (1,8 millones), asociada a la empresa propietaria del departamento que ocupa actualmente Amado Boudou. Dos meses después, Boudou, en tanto ministro de Economía, firma una nota autorizando la AFIP (Administración Federal de Ingresos Públicos) a acordar una moratoria excepcional a la nueva Ciccone, dirigida por Vandenbroele. El mismo Vandenbroele, que el vicepresidente afirma no conocer, ha pagado expensas del departamento de Boudou allanado el 4 de abril de este año y aparece como el contacto de la administración del edificio, pese a que el bien esté oficialmente alquilado por un tercero. Por otra parte, la exCiccone imprimió el año pasado las boletas electorales de la fórmula Cristina Fernández de Kirchner-Amado Boudou y el Gobierno estaría por contratarla, sin licitación pública, para la impresión de nuevos billetes de cien pesos.

Lejos de aclarar su situación, la intervención de Boudou el 5 de abril ha suscitado airadas reacciones de la Justicia, en defensa del juez Rafael Rafecas, de los medios de comunicación y de la oposición, que reclama nuevamente, como lo había hecho hace un mes, que el vicepresidente solicite una licencia o sea sometido a juicio político. También surgen interrogantes. ¿Que buscó Boudou con sus declaraciones? Quizás, pedir en los próximos días la recusación de Rafecas y del fiscal interviniente, por supuesta participación en la ofensiva “mafiosa” y “mediática” en su contra. Si fuera el caso, es muy poco probable que llegue a su fin. Sin duda también, al presentarse como una víctima de ataques de las “mafias” contra las que lucharía la Presidenta, movilizar al oficialismo en su defensa. Sin garantías tampoco: si bien le Gobierno buscará evitar una caída del vicepresidente que desencadenaría una crisis política, varios ministros ya se refirieron al caso diciendo que “no pondrían las manos en el fuego por nadie”. Queda una última pregunta: ¿Cuenta aún Boudou con el apoyo de Cristina Fernández de Kirchner? Si habló, es que tuvo el aval de la jefa del Estado, actualmente en su residencia patagónica de El Calafate. Pero nada indica que sus palabras hayan sido concertadas con la Presidenta.

El 5 de abril, Amado Boudou dio la imagen de un hombre solo. Judicial y políticamente, se encuentra en una situación muy comprometida. Pero no hay que olvidar que en la Argentina muchos escándalos que involucran a personajes públicos terminan por diluirse sin que los mismos sean sancionados.

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