Kidzania: El submundo de la alienación infantil

  • 04-05-2012

Siete juntas de vecinos de Las Condes junto a la agrupación Defendamos la Ciudad interpusieron a fines de abril un reclamo ante la Contraloría por la venta de una parte del terreno del Parque Araucano para la construcción de un centro comercial. Alegan la destrucción de importantes áreas verdes, que antes estaban al servicio de la comunidad, para instalar una empresa con fines de lucro.

Pero lo que se esconde en los 49 mil metros cuadrados del subsuelo del parque va mucho más allá de un problema urbano y de negocios municipales, incluso, cambia el concepto de “lucro” que conocemos hasta ahora.

Por estos días se inaugurará ahí Kidzania, un centro de entretenciones infantil que replica una ciudad al tamaño de los niños y donde los menores entre 4 y 14 años pueden jugar a ser adultos desempeñándose en variadas profesiones y oficios. Suena al inocente juego del “doctor” o “el papá y la mamá”, pero en este caso se involucra a los menores en un sistema económico de trabajo, transacciones bancarias, roles de poder, competitividad y una serie de otros aspectos propios del mundo “de los grandes”. Y sabemos bien que la infancia dura muy poco para vivirla como adultos.

Además, el objetivo de este parque de diversiones parece bastante más macabro que simplemente “educar sobre el funcionamiento del mundo real”, como lo presentan sus dueños.

Con el valor de la entrada – que asciende a casi nueve mil pesos- los niños adquieren dinero en la moneda de la ciudad y ganan sueldos con los trabajos que realizan, plata que pueden gastar en distintos bienes y servicios.

El problema es que no se trata de servicios imaginarios o anónimos, sino que grandes marcas están literalmente representadas en la mini ciudad, como Falabella, Anglo American, Coca Cola, Sony, Pizza Hut, Lan, Entel, La Tercera, Canal 13 y otras.

De hecho, Banco de Chile tendrá un rol protagónico. “La institución financiera instalará una sucursal y cajeros automáticos con el objetivo que los niños puedan experimentar las distintas dinámicas bancarias, tales como tener tarjetas a su nombre, abrir cuentas de ahorro y ganar intereses, entre otras”, anunciaron a través de un comunicado de prensa.

Pero el consumo no es juego de niños. Y aunque argumenten que es bueno que aprendan del mundo real y la economía, es sólo UNA visión económica la que se inculca en este lugar, y son estas marcas las que están generando clientes cautivos a largo plazo.

Estas empresas están haciendo publicidad a productos de adultos en un parque de juegos infantiles, incluso algunos de ellos están cuestionados, como la comida chatarra. Y el negocio es redondo porque, además de consumir al interior de los juegos, se trata de una inversión que se sostiene en el tiempo: los niños seguirán adquiriendo esos productos y servicios cuando salgan del “mágico mundo de Kidzania” y probablemente lo continúen haciendo como adolescentes y luego adultos.

En su inconciente quedará relacionada la felicidad del juego infantil con el consumo de las marcas que ahí conocieron y, peor aún, la función educativa de estos juegos tiende a inculcar una visión de mundo donde las personas se relacionan a través de la competencia, el trabajo, la cuenta corriente y la tarjeta de crédito y todas las hostilidades de las que los adultos luchamos por escapar (aunque sea a ratos). Sin embargo, habrá padres que dejen a sus hijos sumidos bajo tierra en el mundo del consumo neoliberal, mientras ellos cruzan la calle y van tranquilo al mall.

Y lo que es más preocupante aún es que se trata de un negocio patrocinado por el ministerio de Educación, que promueven y facilita paseos de cursos escolares al centro de atracciones.

Si nos escandalizamos con la publicidad inserta en los textos escolares, esta experiencia promovida por el propio Gobierno debiera causar, al menos, igual nivel de horror… aunque no nos sorprenda tanto que sea esa la formación que se le quiere entregar a los ciudadanos- consumidores del futuro. ¿Será la “nueva forma de educar”?

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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