De por sí las encuestas ya no me gustan mucho. Menos me agrada el uso mediático que se hace de las interpretaciones de las encuestas. Y, claro, nada peor que polemizar con periodistas u opinólogos que tratan de hacer una noticia a partir de una encuesta. Sin embargo, ahora me toca “bailar con la fea”.
Sucede que por distintos medios ya he tenido que soportar tres veces a comentaristas buscando intrincadas explicaciones a la baja aprobación que tiene Sebastián Piñera, según reportan tanto Adimark como CEP. Y lo que me molesta sobremanera es esa majadera reiteración de que simplemente al chileno promedio el Presidente sencillamente “ya no les cayó bien” y por lo tanto eso no tiene vuelta; de otra forma no se explicaría que siga bordeando el 24% de apoyo “a pesar de lo bien que marcha la economía”.
La cuestión de cómo marcha la economía, aunque el hecho sea ridículo, suele asociarse casi siempre a lo que dicen los indicadores “macroeconómicos”. Y uno de los grandes problemas con el que los “otros” economistas suelen encontrarse es precisamente la credibilidad de dichos indicadores y sobretodo la correlación que pueden tener con aquello que dicen indicar. A modo de ejemplo, no es ninguna novedad lo poco creíble que resultan para el ciudadano promedio las cifras oficiales de la inflación; dicha discrepancia entre cifra y sensación, en la más benévola de las interpretaciones, pasa porque para el cálculo del IPC se toman en consideración las variaciones de diversas cosas que no tienen un peso en el cotidiano de la mayoría de personas. La más malévola de las interpretaciones es que quienes elaboran la cifra están presionados para hacer mediciones que “desdramaticen” la realidad para mantener la “paz social”…
De lo señalado en el párrafo anterior se deriva mi aguda molestia. Aunque los indicadores macroeconómicos fueran veraces (y se definiera con rigor lo que indican), la verdad de la mayonesa es que el salto a afirmar “qué bien marcha la economía” es un despropósito. Porque el raciocinio es al revés de lo que nuestros comentaristas interpretan: si la mayoría de la población opina que la economía no marcha bien (que correlaciona con la desaprobación al Presidente), entonces, señores iluminados, la economía NO MARCHA BIEN; si sus benditos indicadores le dicen lo contrario, entonces sus indicadores NO SIRVEN DE NADA!
Porque a la mayoría del país le importa un rábano que nuestra balanza comercial tenga un enorme superávit si no tiene medios para tratar sus enfermedades. Si el IMACEC del mes muestra una pujanza inigualable, a ellos les da lo mismo porque el único empleo que tiene es uno que le dura dos meses y por 180 mil pesos. Ser unos jaguares en el test de PISA de matemáticas no les sirve porque la educación que sus hijos tienen no les da la mínima perspectiva de ingresar a una educación superior de calidad.
Veamos un par de ejemplos en donde se analizan variables que probablemente expliquen la mala evaluación que tenemos los chilenos del estado de la economía. Primero, pregúntese cuántos jefes de familia que usted conoce tienen una “buena pega”. Algo tan sencillo como eso, si usted no pertenece al 10% más acaudalado de Chile, mostrará, tal como lo muestra un estudio de Fundación Sol, que en Chile las pegas son malas; y por malas se incluye no sólo el hecho de que pagan mal, sino que son inestables y sin garantías: menos del 40% de los ocupados tienen un contrato indefinido! Eso implica que en lapsos de un año buena parte de los ocupados pasan períodos sin trabajo y naturalmente eso los lleva a decir que la economía está mala.
Otro ejemplo: vea alrededor suyo cuántos jubilados reciben más de la mitad de lo que ganaban antes de acogerse a jubilación. Yo no conozco a ninguno! Y claro, basta echarle un vistazo a los estudios serios (como los del CENDA) que se hacen del rendimiento de las AFPs para constatar que todos los chilenos perdemos con el invento del hermano del Presidente, José Piñera. Entonces, claro, si los chilenos nos vemos obligados a colaborar en el sustento de nuestros padres y abuelos es natural que digamos que la economía no va bien.
Mención aparte merece el instalado dogma de que “para la economía vaya bien es necesario garantizar el crecimiento económico”, que con tanto desparpajo Ricardo Lagos defendió hasta el último día de su mandato. En ninguno de los períodos de gran crecimiento económico el ingreso del quintil más pobre mejoró más que el del quintil más acaudalado. Por esa razón el coeficiente GINI del país (que mide la inequidad de los ingresos de la población) ha empeorado sistemáticamente. Entonces, si a diario la televisión me muestra una realidad a la que no puedo acceder pero que los privilegiados de las comunas nobles sí tienen, es natural que reitere que la economía no va bien.
Pero la cosa se va poniendo peor, pues sucede que el “crecimiento económico” sólo tiene dos fuentes esenciales (especialmente en un país como Chile): aumento de la fuerza de trabajo y aumento de la explotación de recursos naturales (Chile casi no agrega valor a sus productos). Entonces, crecimiento económico significa seguir dilapidando nuestra naturaleza. Y para llegar a un estándar de consumo como el de los países desarrollados nuestra economía tendría que crecer hasta reventar nuestro entorno, nuestros paisajes, nuestras especies silvestres, nuestro hábitat! Así que vaya comunicándole a sus hijos las dos opciones frente al cuento de que “la economía va mal”: ó pelean para nivelar la obscena distribución del ingreso del país ó mantenemos el nivel de inequidad y masacramos al planeta en nombre del sagrado “crecimiento económico”. Las nuevas generaciones decidirán… y no sé por qué me huele que están eligiendo bien…