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Un día como otro


Lunes 21 de mayo 2012 14:57 hrs.


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La evolución de la crisis financiera europea se parece cada vez más a una tragedia griega, sin juego de palabras. De haber vivido en nuestra época, Sófocles y Esquilo hubiesen tenido tema. Desde el inicio se recibió el oráculo funesto: el dogma neoliberal lleva a la catástrofe, el dominio incontrolado de los mercados financieros es implosivo, el comportamiento de los rufianes que mangonean en el mundillo de la banca es irresponsable. En vano. Como en la tragedia de Sófocles, los aciagos presagios se harán realidad.

Uno tras otros los irresponsables políticos afirmaron que la crisis había terminado, o estaba por terminar. Andrés Velasco llegó a decir “aquí no hay ni habrá ninguna crisis”, antes de cantinflear con metáforas marinas, mareas altas y bajas y tipos que se bañaban empelotas. El destino, empecinado, se ha encargado de mostrar hasta qué punto mentían o hablaban por no callar.

Sin embargo, las infaustas señales fueron visibles hace mucho tiempo. Hace algunos años, de paso por España, tomé la precaución de conservar las páginas económicas de la prensa madrileña. Encuentro en mi modesta hemeroteca las del diario “El Mundo”, del día 17 de abril de 2004. Un día como otro.

Un título señala que “Greenspan reclama más decisión a la hora de castigar el fraude empresarial”. Alain Greenspan, que fuese durante 18 años presidente de la Reserva Federal, y a ese título uno de los principales responsables de la catástrofe en curso, pedía “decisión y contundencia a la hora de amonestar a todos aquellos responsables de fraudes empresariales porque si no se vulneraría la confianza en los mercados y en el propio sistema”. ¿Nos reímos?

Otro título de la misma página nos informa que “Una decena de consejeros del Santander y BBVA son accionistas de su banco rival”. En la época de las guerras de religión se usaba eso de llevar una chaqueta reversible, para poder  exhibir siempre el color de los que iban ganando. En la modernidad actual los ejecutivos financieros apuestan por el competidor. ¿Desconfían de sus propios talentos?

Los escasos centímetros cuadrados de la página que menciono nos ofrecen otra nota anunciadora de lo que venía: “Dimite el presidente del Bundesbank por aceptar invitación de un banco”. El presidente del todopoderoso Banco Central alemán dejaba su cargo en razón de un pecadillo que se parece a la corrupción, en el país que se complace dándole lecciones de rigor a medio mundo. Ernst Welteke fue invitado por el Dresdner Bank a las celebraciones de año nuevo en un lujoso hotel berlinés en el que pasó cuatro noches junto a su familia.

Interrogado sobre ese menudo detalle, Welteke respondió: “¿No pensarían que lo iba a pagar yo?” Desde luego que no. Cuando no se sabe lo que significa la palabra Ethik, pagan las instituciones que uno está encargado de controlar. La nota periodística precisa: “Que el garante de la política monetaria de la primera economía europea no supiera establecer los límites entre sus deberes públicos y privados no resulta fácil de digerir en el país cuyo banco emisor sirvió de modelo al Banco Central Europeo”. Pero la sanción en que incurrió Welteke fue tan terrible como las “amonestaciones” que aconsejaba Alain Greenspan para los culpables de fraudes empresariales: la jubilación con una pensión millonaria.

Es extraordinario lo que se puede meter en apenas dos páginas. Una foto muestra a los máximos ejecutivos de La Caixa celebrando el centenario de la augusta institución financiera en compañía del socialista Pasqual Maragall, -a la sazón presidente de la Generalitat-, del Príncipe Felipe (el hijo del cazador de elefantes) y la Infanta Cristina. El delfín destacó en su discurso el papel de La Caixa “como símbolo y ejemplo de una economía social de mercado”, mientras Maragall señaló que su Gobierno “respetará e impulsará este modelo”. La Infanta no dijo nada, tal vez porque su Urdangarin de marido ya estaba estafando a medio mundo y defraudando los fondos públicos.

El hundimiento del sistema financiero basado en las cajas de ahorro españolas, -que el gobierno de Rajoy y Europa se aprestan a rescatar con más de 220 mil millones de euros-, demuestra lo visionario que ya eran en esos años los socialistas españoles y la familia real, para no hablar de los ejecutivos bancarios. Allá por el 17 de abril del 2004. Un día como otro.