El 31 de mayo de 2010, un grupo de seis embarcaciones fue atacado violentamente en aguas internacionales del mar Mediterráneo por la Marina de Israel, resultando nueve tripulantes muertos y más de una treintena de heridos. Se trataba de la Flotilla de la Libertad, una iniciativa en la que participaban varias organizaciones internacionales de derechos humanos, que pretendían romper el bloqueo impuesto por el gobierno israelí en la Franja de Gaza, llevando diez mil toneladas de ayuda humanitaria a la población palestina.
Dos tripulantes que sobrevivieron al asalto, la española Laura Arau y el sueco de origen israelí, Dror Freiler, se encuentran en nuestro país y este martes 20 de agosto se reunirán con la comisión de Derechos Humanos de la Cámara Baja, para fortalecer los lazos de solidaridad con la población palestina e “invitar a la población chilena a participar de la nueva iniciativa que está funcionando ahora”, según explica Arau, quien conversó con nuestra emisora para relatar su experiencia y la cruzada de la que sigue siendo parte para contribuir a la paz en el Medio Oriente.
La activista iba a bordo del buque más importante de la flotilla, el Mavi Marmara, de bandera turca, que llevaba a 541 personas y que, cuando se encontraba a 200 kilómetros de la costa de Gaza y a 64 de aguas territoriales hebreas, fue exhortado a cambiar de ruta. “Negativo, negativo. Nuestro destino es Gaza”, fue la respuesta del capitán del barco.
En ese momento fue cuando marinos israelíes asaltaron el buque desde un helicóptero y una lancha rápida y, según los tripulantes, comenzaron a disparar incluso antes de pisar el Mavi Marmara. El gobierno hebreo, sin embargo, argumentó que lo hicieron “en defensa propia”.
“Días previos el Gobierno israelí iba anunciando que no estaban de acuerdo con la flotilla y que si era necesario usarían la violencia, pero nosotros fuimos sin pensar que la violencia que iban a usar iba a ser la que, finalmente, mató a nueve compañeros e hirió a más de sesenta. Por supuesto, el ataque fue desproporcionado, fue el ataque de una armada, de un ejército armado contra población civil desarmada, que iba en una misión humanitaria”, denuncia la camarógrafa española.
Arau, quien realizaba un documental sobre la experiencia, señala que fue clave para que no murieran más voluntarios el hecho de que “teníamos un satélite que emitía lo que pasaba y por eso fue tranquilizante ver en televisión -porque teníamos una-, cómo iban dando las imágenes”. Imágenes que le pertenecían, pero fueron requisadas y nunca devueltas por el Gobierno de Israel.
Pese a que Laura señala que era muy difícil que los organismos internacionales de derechos humanos previeran la situación y tomaran más precauciones, por tratarse de la primera iniciativa, en su caso, “el gobierno español hizo muy poco para ayudarnos”. De hecho, acusa que “en España, el ministerio de Exteriores publicó en su sitio web, que recomendaba no participar en la flotilla. Cuando un gobierno está publicando eso, está poniéndose de acuerdo con un Estado que, después de vivir lo que yo viví en el Mavi Marmara, me cuesta poco definirlo como un Estado terrorista”, reclama Arau.
Después de ser arrestados y llevados hasta el puerto de Ashdod, donde algunos pasajeros fueron interrogados y acusaron condiciones miserables de detención, la española cuenta que “querían hacernos firmar una declaración conforme habíamos entrado ilegalmente al país, todos nos negamos, porque realmente había sido Israel quien había hecho que entrásemos ahí, no porque quisiéramos”.
“Lo que te queda es un sentimiento de rabia, pero luego consigues transformarlo en algo positivo, qué puedo hacer yo ahora. Decidimos que esos nueve compañeros murieron por conseguir la libertad, no solo de un pueblo, sino del mundo. Llegamos a casa y entendemos que eso no se puede quedar solo en el ataque y convertir esa solidaridad que tanta gente nos mostraba en algo visible, tangible”, agrega la activista de DD.HH sobre sus razones para continuar en un movimiento que ahora lleva por nombre “Coalición Internacional de la Flotilla de la Libertad”.
La agrupación intentó sin éxito una nueva flotilla en 2011 que fue retenida en Grecia, a excepción de un barco que consiguió saltarse el bloqueo, pero al igual que la primera vez, fue abordado por comandos israelíes. “A partir de ahí decidimos que debemos seguir denunciando lo que está pasando en Gaza y Palestina y por eso quisimos montar una tercera flotilla, con un cambio de estrategia”, explica Arau.
Se trata del velero Estelle, que en estos momentos se encuentra navegando con voluntarios que en cada puerto dictan charlas, crean conciencia sobre la situación del pueblo palestino y reclutan pasajeros. “A nivel interno los palestinos tienen que estar unidos para luchar contra la ocupación. Pero también es necesario un diálogo entre Palestina e Israel para ver cómo solucionar eso. Y si hablamos de paz, de qué paz hablamos y cómo llegamos a ella, es importante que encuentren su camino y que a nivel internacional sientan el apoyo de la sociedad civil. Ahí estamos a en estas misiones, dando apoyo para que cada uno de esos pueblos pueda tener los mismos derechos humanos”, declara sobre la cruzada.
Finalmente, a pesar de la cruda situación que Laura Arau vivió a bordo del Mavi Marmara, la española asegura que “ha sido una de las experiencias más bonitas que he tenido, esa hermandad entre personas de tantos países, religiones e ideologías diferentes con una misma finalidad: mostrar la solidaridad activa hacia la población de Gaza, bajo una acción directa, no violenta, para mostrarles a nuestros gobiernos que no estamos de acuerdo en su pasividad y en el que se callen”.