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El retorno de un clásico teatral de música y risas

"Entre gallos y medianoche", de Carlos Cariola, vuelve a los escenarios nacionales para encantar y entretener con su inigualable humor y un gran elenco. La actriz Solange Lackington cuenta sobre este montaje en el Teatro Municipal de Las Condes.

Nicole Pulgar

  Domingo 16 de septiembre 2012 8:32 hrs. 
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Ya ha pasado casi un siglo desde que se estrenara por primera vez, en 1919, el sainete del dramaturgo chileno, Carlos Cariola, quien además realizó y produjo diversas obras del cine mudo nacional, como Pájaros sin nido y Don Quipanza y Sancho Jote. Sin embargo, fue su obra Entre gallos y medianoche la que se hizo reconocida entre los espectadores, la misma que además resaltó importantes rasgos identitarios no tan solo de una época, sino de una sociedad que aún permanece semejante. Es justamente ésta la que durante los próximos días se tomará los escenarios para maravillar y hacer reír a cientos de espectadores.

Para hablar sobre la obra y su pronto estreno, la periodista Vivian Lavín conversó con Solange Lackington, actriz que interpretará a “La Cata” en esta comedia. A continuación el diálogo que sostuvieron.

Cuando tú dices “esta obra me gusta”, ¿por qué te gusta, a ti personalmente?
Por varias razones. Es un clásico de la dramaturgia de nuestra historia teatral. Está entre las tres obras más vistas en la historia del teatro chileno, junto con La pérgola de las flores y La negra Ester. Es un sainete muy liviano, muy cómico, que fue escrito por un encargo que le hicieron al señor Carlos Cariola. Y es una obra que tiene la particularidad de ser muy vigente, a pesar de ser de principios del siglo XX, porque tiene estos personajes que son bastante estereotipados, un poco como el equivalente a los de la comedia del arte de Italia, llevados a nuestra idiosincrasia chilena. Son personajes muy criollos y típicos, que hablan de la picardía del chileno, y están muy definidos estos roles.

Es una obra muy coyuntural, no solo por lo clásico, sino también porque interpreta y caricaturiza vicios humanos. Sin embargo, Ramón Núñez, director de Entre gallos y medianoche, no solo toma la obra en sí y sus personajes, sino que además incluye música de la época.
Exactamente. Tiene la particularidad de ser un montaje que está hecho a la usanza de cómo se hacía el teatro a principios del siglo XX. Es una escenografía clásica, absolutamente realista, con tres cambios escenográficos, porque la obra consta de tres actos, donde se utilizan las candilejas. Hay un telón que presenta la obra y que después está al cierre de ésta, que se llama “el comodín de antaño”. Es un telón pintado con propaganda de la época. La gente mayor que va al teatro se regocija un buen rato leyendo propagandas de sus tiempos o que vieron cuando eran niños. Esos productos existían efectivamente.

También hay un final de fiesta que es muy atractivo para la gente, antiguamente se usaba mucho. De hecho, el “Lucho” Córdoba es un actor que nace un poco así (él y su mujer), haciendo estos entremeses y finales de fiesta, porque antiguamente el teatro en Chile era de largo aliento, como maratónico; matiné, vermouth y noche. Se hacían tres o cuatro obras durante todo el día.

¿Cómo te sientes tú al interpretar tu personaje con un lenguaje que, muchas veces, pudiera parecer impostado? ¿Cómo ejecuta esto Cariola en el siglo XXI?
La gracia que tiene el texto es precisamente el costumbrismo y el chilenismo que posee en su verbalización. Son personajes populares y algunos no tanto, pero que pertenecen a una clase media, y personajes populares campesinos, de provincias, que mantienen una estructura de hablar que todavía es vigente en nuestra idiosincrasia. Entonces, los textos cobran vida cuando uno los representa con esa veracidad de lo que significaba en el minuto. Por ejemplo, mi personaje, que es la “Cata”, una criada de principios del siglo XX, venía a Santiago a conocer el mundo, porque para la gente del campo o provincias, la capital era eso, el mundo, la urbe. Es como una Carmela, una “Simplemente María”, que sin tener mucha cultura, sin saber leer ni escribir, tiene una disposición, una alegría, unas ganas de vivir; una servicialidad enorme con el patrón y una lealtad como la de la “Mamá Rosa”. Para ella, perder el trabajo significaba perder la vida, prácticamente, porque volverse retobada al campo equivalía pasar hambre, no tener nada. Tiene rasgos característicos de una época que es muy importante que el público de hoy en día, el joven sobre todo, conozca. Que sepa un poco de dónde venimos.

Es sobre un Chile que habla de nuestras raíces. Una obra que puede ir a verse con toda la familia y que tiene un gran final.
Claro, el final de fiesta consistía en eso, en que los actores hicieran alguna gracia que muchas veces no tenía que ver con su oficio o talento actoral, ya fuera cantar, bailar, recitar. La idea era entretener al público mientras se cambiaba la escenografía, o bien, se hacía este regalo como una manera de agradecer. Es muy lindo y la gente lo agradece muchísimo, se va riendo a carcajadas. Es una novela muy familiar y transversal, porque habla de nosotros y nuestras raíces, de nuestra cultura y nuestros orígenes; de cómo vemos la vida los chilenos, de cómo nos reímos de las cosas simples. Tratamos de descomplejizar lo que es complicado y de cómo tratamos de sortear las adversidades a través de alguna “triquiñuela” también.

Es una obra que debiera convertirse en un clásico de Fiestas Patrias, al modo de un Cascanueces en Navidad…
Claro, debiera ser, como ocurre un poco con la televisión, donde transmiten las versiones de las primeras películas chilenas. Si bien esta obra se montó en el 2010 en el marco del Bicentenario, el Festival Santiago a mil decide reponerla, ese mismo año y de manera exclusiva, bajo una selección de las mejores obras de teatro chileno, y ahí se montó nuevamente Entre gallos y medianoche con un tremendo éxito. Y surge esta idea de poder hacerlo ahora en el Mes de Patria, para así contagiar un poco a la gente, además de hacerle ver que hay otros panoramas para quienes se quedan en Santiago.

“Redoble fúnebre para lobos y corderos”

Este año también estuviste en escena con la importante obra de nuestro Premio Nacional de Artes de la Representación 2011, Juan Radrigán, con la trilogía Redoble fúnebre para lobos y corderos, en el Teatro de la Universidad Católica. Ahí interpretas el monólogo final de Isabel desterrada en Isabel. Y ahora te enfrentas a esta Cata de Entre gallos y medianoche. ¿De qué manera Solange Lackington va sufriendo estas metamorfosis?
Para mí es un honor enorme haber podido participar del montaje de Redoble fúnebre para lobos y corderos. Es una obra que tiene una vigencia y contingencia impresionante, porque es el monólogo de una mujer pordiosera, pero que tiene esa gracia que tienen los personajes de Radrigán, que es una voz hablante, un pensamiento. Aquí encontramos la intelectualidad de los más desposeídos, y eso a mí me produce un gran respeto y una atracción enorme por haber podido representarlo. Habla de la soledad también, esa gran soledad que vive la gente hoy en día, no solo desde la marginalidad económica, sino también por la social. Hoy te subes a un carro del Metro y la gente no se saluda, no se habla, y si se miran lo hacen con cara de extrañeza, como de “¿por qué me estás mirando?”.

Entre gallos y medianoche se presenta en el Teatro Municipal de Las Condes (Apoquindo 3300) entre el jueves 13 y el domingo 23 de septiembre, exceptuando los días 18 y 19 del mismo mes.
Horarios: jueves a sábado a las 20:00 horas, y de domingo a lunes a las 18:00. Entradas: entre $5.000 y $10.000

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