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Año XVI, 28 de marzo de 2024


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Se adelantaron por dos mil años a los egipcios

Momias Chinchorro: Las más antiguas del mundo

Vivieron en el norte chileno y se caracterizaron por la curiosa forma en que preservaron los cuerpos de sus muertos. Hoy, miles de años después, su existencia no es solo un legado, sino también un hito universal.

Nicole Pulgar

  Viernes 28 de septiembre 2012 21:01 hrs. 
Momia_chinchorro

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Hace algunos días, vivimos la chilenidad en su máximo esplendor. Banderas que teñían de blanco, azul y rojo cada uno de los pasajes de nuestro Chile, se convertían en la tonalidad perfecta para la celebración anual de la Primera Junta de Gobierno. Fue en ese mismo escenario, en el que las raíces emanaron con mayor fuerza que nunca, que la periodista Vivian Lavín conversó con el profesor y antropólogo, Bernardo Arriaza, sobre uno de los pueblos más cautivantes y sorprendentes de nuestro país. Uno que existió cerca del año 5.000 AC y que vivió en lo que son hoy los puertos del Ilo y Antofagasta: la cultura chinchorro.

Estos grupos de recolectores-cazadores, situados en poblaciones cercanas a las desembocaduras de los ríos para así asegurar la obtención de agua, animales y plantas, desarrollaron la preservación de los muertos, labor más comúnmente conocida como “momificación”, adelantándose así a los egipcios en más de dos mil años. Esto, en palabras del mismo profesor de la Universidad de Tarapacá, se caracterizaba por la forma en que trataban el cuerpo del fallecido, el cual era “transformado en íconos muy plásticos y en estatuas multicolores. Fue justamente en ese sentido donde se presentaron las primeras evidencias del arte prehispánico”. La situación tuvo como resultado una temprana especialización de las técnicas empleadas para la momificación artificial. Terminado el trabajo del cuerpo, era posible conservar al difunto.

Para comprender la momificación, “habría que darle una nueva lectura a nuestra vida cotidiana y al significado de la muerte. En algunas culturas, ésta se percibe como un ciclo, como una continuidad, por eso es que los muertos son como una extensión de la vida o gente que llega a vivir en otro momento o dimensión”, explica el científico.  A esto se agrega el hecho de que los muertos de los Chinchorro tienen sus bocas y ojos abiertos, característica que simbolizaría la vida y no la muerte.  Otra de las ideas que se mantiene en cuanto a las momias creadas por este pueblo, señala la empatía por los seres queridos que se habrían perdido, sobre todo bebés que partían a los pocos días de nacer, y que querían conservarse junto a los vivos por tanto tiempo como fuese posible.

El rito y su técnica

Las momias chinchorras eran clasificadas, según su técnica, en tres tipos: negras, rojas y con vendas, siendo las primeras las de mayor complejidad. Para crear las petrificaciones era necesario extraer órganos como el cerebro y los pulmones. “Vaciaban el cuerpo y lo transformaban en una especie de esqueleto con piel”, comenta Arriaza. Las diferentes técnicas empleadas posibilitaban la distinción física entre los fallecidos momificados. Además, la manera en que se moldeaban era particular para cada uno. Se trabajaban los rasgos y cuerpo con arcillas de diversos colores, mismo material con el que se rellenaban los cuerpos de los muertos y, finalmente, se agregaban pelucas. En el caso de los colores, éste dependía de la época en que habían sido creadas las momias. Por ejemplo, las negras pertenecían a las confeccionadas más tempranamente, cercanas al año 5.000 AC, mientras que las rojizas eran del 2.000 AC. “Con las pelucas y los colores, las momias se veían de forma muy visual, muy impactante, y de cierta manera simbolizaban la vida”, agrega el profesor.

La cultura Chinchorro es poco conocida. Por ello que todas las formas de difundirla se valoran. En este sentido, se enmarca el trabajo realizado por la artista y gestora cultural, Sofía Abarca, quien produjo un disco con música inspirada en esta milenaria cultura de la que sólo conservamos sus momias y demasiadas preguntas. Sobre su creación y la relación que ésta mantiene con el pueblo Chinchorro, la artista mencionó que “imaginaba cuál podría ser el sentido de querer conservar estos cuerpos. Imaginaba que la emoción que movía esta acción tenía que estar muy relacionada con la aspiración a la humanidad, que también es un sentimiento que ha permanecido desde nuestros orígenes. No creo que el luto de hace diez mil años atrás haya sido muy distinto al nuestro. Somos seres que nacimos para compartir, por lo tanto, cuando se quiebra este proceso de compartir el vivir y parte un compañero, el dolor es el mismo, y la aspiración a poder conservarlo o a tener una parte de este ser que partió, también debe ser similar al sentimiento desgarrador de pérdida que sentimos nosotros hoy en día”.

Una cultura impresionante que nos dejó a modo de legado su propia existencia. Cultura que hoy nos invita a conocer nuestros orígenes más remotos y que nos invita a poner atención a la diversidad que rodea a la vida misma, porque, como dice el profesor Arriaza, “los Chinchorro nos permiten, frente a la excelente conservación de los cuerpos, reconstruir un poco los modos de vida, el paisaje y las condiciones climáticas en las que habitaban. Este pueblo es bastante interesante para darnos otra mirada y entender la variedad de respuestas culturales que existía en el pasado y sobre todo en nuestra región”.

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