Desde la post-dictadura y por las implicancias de control territorial que tienen, las elecciones municipales han sido decisivas para la construcción, al año siguiente, del mapa parlamentario y de la carrera hacia La Moneda. No importan sólo por sí mismas. Esto nos lleva a mencionar, en primer lugar, algo obvio pero decisivo: la alianza o grupo de pactos que gane en el porcentaje global las elecciones municipales es la que mejor se perfilará hacia las presidenciales de 2014. Por eso contiendas como las de Maipú y Puente Alto son, en el largo plazo, más importantes que las de las comunas emblemáticas.
Una gran segunda característica, y ya propia de esta elección, es que en la medida en que la mirada se aleja de la derecha se aprecia una gran dispersión que explica la existencia de nueve listas. Porque salvo la de la Alianza por Chile, todas las demás tienen vínculos con ese espacio inclasificable llamado progresismo.
Por sobre el caso emblemático de la Concertación, que compite en dos listas, o de otras solitarias como la A –que lidera el concejal de Peñalolén Lautaro Guanca- o la I –del controvertido Jorge Soria- este sector muestra, en general, una incapacidad fáctica para construir una plataforma común, sin que sean fácilmente apreciables las diferencias ideológicas, de estrategias o de programas. De hecho, y ya entre los referentes que se definen más claramente de izquierda, se constata una construcción de listas repentina, sin trayectoria previa, como si en las alianzas hubieran pesado mucho más el azar o las circunstancias que las políticas estratégicas.
Se trata de un tema capital, si queremos hablar no solamente de unas elecciones de alcaldes y concejales, sino de un proceso de construcción de una alternativa de poder.
La inercia de las elecciones presidenciales, por las razones ya descritas, opera también como un influjo sobre las decisiones del presente. Y tenemos la extraña paradoja del perfilamiento desequilibrante de una candidata, pero de una incertidumbre total respecto a cuál va a ser su base de apoyo y cuál será su programa. Ahí es que emergen dos palabras incómodas: oportunismo y necesidad. Por ello los protagonistas de esta elección muestran, independientemente de si están más cerca o más lejos, y aunque no lo reconozcan, una tendencia a actuar en función de “ella”.
Es verosímil entonces leer este proceso no respecto a octubre de 2012, sino en función de noviembre de 2013. En consecuencia, la verdadera cuenta de los porcentajes que cada lista logrará no es cuántos concejales obtienen, sino cuál será su capital de negociación para la constitución de los pactos de mayor escala, con los que se jugará en el año que se avecina. Tendremos entonces, a partir de estas municipales, un primer dibujo del futuro.
Escasez de propuestas
El ruido abunda, pero no las ideas. Hay fertilidad de alianzas, pactos y rostros. Aparentemente una gran oferta, con nueve listas para decidir entre la A y la I. Las imprentas están a full. Se arman miles de palomas a toda velocidad. Las elecciones municipales contribuirán a dinamizar las Pymes y a disminuir las cifras de desempleo. Lo que casi no hay, eso sí, lo único que falta, es eso que se suele llamar “programas”. Estudios recientes demuestran que prácticamente no hay símbolos partidarios ni contenidos en la propaganda, pero sí abundancia de carteles con la intervención de una de las estrellas de esta elección: el programa Photoshop, que vuelve a los candidatos más jóvenes delgados y guapos de lo que en verdad son.
Lo que se esconde son las identidades políticas. La publicidad electoral hace mucho rato dejó de lado el logotipo del partido político para remplazarlo por publicidad de bebidas: “¡Refrescante!”, “¡Es nuestro”, “¡Prefiéralo!”. Cualquier postulante puede calzar con estas descripciones.
Podría pensarse, quizás, que los programas se sustituyen por las propuestas concretas de los candidatos, pero eso es sólo el cosismo instalado por el estilo Lavín años atrás, que en modo alguno resuelve la necesidad de programas. Y es aquí donde preocupa el talón de Aquiles de las izquierdas, los progresistas o como quieran autodenominarse: la falta de modelos de comunidad, de diseños para que los vecinos avancen colectivamente hacia la consecución de mejores formas de vida. No están, en general, re-politizando al país, sino que imprimiendo una lista de promesas para tirarlas por las verjas de las casas.
El programa está encarnado en la gente o es pura palabrería.
Y por ello es muy importante, respecto a las prácticas, revisar el modo en que se están construyendo los actuales programas, independientemente de si se difunden o quedan guardados como papeleo burocrático. Es posible vislumbrar que, en la gran mayoría de los casos y aún en nombre del pueblo:
1- Se redactan entre cuatro paredes.
2- Tienen la forma de promesas.
3- Intentan coincidir con la sensibilidad de los “sondeos” y no con prácticas comunitarias reales.
Aquí emerge una de las lecciones de la candidatura de Josefa Errázuriz, cuya disputa con Cristián Labbé es uno de los hechos políticos y sociales más importante de esta elección. Ella y las organizaciones que la apoyan ven su postulación como el resultado de un itinerario de maduración personal y colectivo, que se extiende por 20 años y que construyó el tejido social primero, para decantar en la oferta político-electoral después.
Por otro lado, las elecciones marcan otra importante carencia. Luego de varios años de movilizaciones importantes, primero el 2006, luego desde el 2011 a la fecha, hemos asistido a la formación y desarrollo de importantes movimientos sociales. Parte de los secundarios ha definido ya, como veremos más adelante, una posición de discrepante distanciamiento. Más allá de eso, el resto del movimiento estudiantil, pero también esos referentes medioambientales y regionales que tuvieron una fuerte vocación local, no definieron propuestas de sustantiva novedad en estas municipales.
Aparentemente, en los momentos de mayor definición de la política institucionalizada, termina imponiéndose la vieja lógica de partidos y coaliciones que se dicen en crisis, pero siguen reproduciéndose como maquinarias de poder. Ni en Aysén ni en Pelequén ni en Freirina emergen proyectos locales que signifiquen alternativas verdaderas a las dinámicas políticas vigentes. En principio, ello puede estar relacionado con el peso de los partidos al interior de esos movimientos, desde los cuales efectivamente han salido candidatos, como también con el carácter poco politizado de muchas de dichas protestas sociales, que no han tenido el tiempo o la vocación de constituirse en propuestas.
Inscripción automática y voto voluntario
Éstas serán las primeras elecciones en que se prueba el sistema de inscripción automática y voto voluntario, lo que es especialmente relevante en el caso de los menores de 35 años, cuyo porcentaje de inscritos en el viejo padrón no superaba el 6 por ciento. Lo que ocurra en ellas no es por cierto definitivo, pero es indicativo al menos de lo que podría pasar con el comportamiento electoral en las presidenciales de 2013. A este respecto ya hay un importante sector, representando por la dirigencia secundaria y que podría ser, más que eso, una expresión generacional, que ha manifestado su decisión de restarse de modo crítico del proceso electoral. Expresan de este modo, como plantea la dirigenta Eloísa González, que su posición es de “un gran distanciamiento, porque ni las presidenciales ni las municipales son solución a nuestros problemas”.
Habrá que ponderar, también, de qué modo se expresa una de las cláusulas de letra chica de la nueva modalidad: el carácter “regresivo” de las elecciones con voto voluntario donde, según la experiencia internacional e histórica, las clases populares quedan sub-representadas en la toma de decisiones, puesto que, al no tener tanta claridad de la relación entre su vida diaria y las decisiones políticas, se abstienen en mayor número de concurrir a votar.
No vaya a ser, al revés de la promesa con que se aprobó, que estas elecciones impliquen menos participación y más desigualdad. Es decir, menos democracia, justo cuando el país despertó para exigir lo contrario.
Las dudosas ventajas del voto voluntario
Los países que siempre han tenido voto voluntario tienen menores niveles de participación que los países que aplican voto obligatorio.
Los más ricos tienen mayor disposición a votar que los pobres. En el grupo socioeconómico medio alto, un 83,9% manifestó su disposición a votar, contra un 72,9% del grupo socioeconómico medio y un 68,4% del bajo. (Fuente: Encuesta Observatorio Político UDP 2011)
Los más jóvenes tienen menos predisposición a votar. En el segmento de los 18 a 29 años, sólo un 63,3% manifestó que lo haría con modalidad de voto voluntario, mientras que en los encuestados de 61 años y más, un 80,9% de personas se manifestó afirmativamente. (Fuente: Encuesta Observatorio Político UDP 2011)
Según el analista Mauricio Morales, resulta preocupante que para mover a esta gran y nueva masa de potenciales votantes, el factor económico tenga mayor importancia como medio para “cautivar” a los nuevos votantes voluntarios, “lo que podría terminar en casos de clientelismo y de acarreo, sobretodo en los distritos más pobres y con menor desarrollo humano”. (http://www.bcn.cl/de-que-se-habla/analisis-del-padron-electoral-con-la-inscripcion-automatica).
(*) Este artículo fue publicado en El Desconcierto N°4, correspondiente a octubre de 2012 (www.eldesconcierto.cl)