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Un escenario sobre la acreditación de la educación superior


Viernes 7 de diciembre 2012 8:36 hrs.


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La Comisión Nacional de Acreditación (CNA) tiene por función verificar y promover la calidad de las instituciones de educación superior y las carreras y programas que ofrecen. Las informaciones conocidas en los últimos días muestran que ha hecho un escaso aporte a la mejora de la calidad de la enseñanza superior en el país, y queda la sensación de que esta agencia no estaría en condiciones de ser “acreditada” pese al costo no menor que significa su financiamiento. Se puede decir que en este caso la institucionalidad funcionó, pero de tal calidad que hubiera sido mejor que no lo hubiera hecho. La CNA partió de manera apresurada y no se alcanzó a construir una estructura y una organización suficiente para asumir una responsabilidad de tal magnitud, para un sector que está compuesto por  decenas  de instituciones, casi un millón de estudiantes y que emplea enormes recursos económicos. También vale preguntarse quién acredita a las acreditadoras.

De seguir por el camino actual  un escenario posible es que hacia el 2025, 2030 o más allá se pueda tener una mejora de la educación superior debido a las mejoras que introduzca la acreditación, cuando ya las carreras, los métodos de enseñanza y las necesidades actuales estén completamente superados por las nuevas tendencias. Seguir  pensando en una acreditación local es inadecuado cuando la educación superior tiende a ser cada vez más global.

Es por eso que lo más peligroso viene a continuación, cuando se intente imponer una acreditación obligatoria para todas las universidades del país y para todas sus carreras y programas. Esa es una tarea que posiblemente no se podrá hacer en menos de una década, puesto que no hay suficientes expertos -independientes, sin compromisos corporativos, de excelencia, con formación comprobada – ni en los partidos políticos, tan proclives a colocar candidatos, ni en toda la población nacional educada.

Por otra parte, la estrategia de acreditación nacional ciertamente no se puede desligar de la estrategia de educación e investigación a nivel nacional y de los recursos que la sociedad decida invertir en estas materias. Por ejemplo, Brasil acordó invertir el 10% de su presupuesto en educación como parte del plan de desarrollo de su competitividad como estado nación. Recientemente el rector de una universidad de Corea  comentaba -como normal y habitual- que le habían donado US $ 200 millones para desarrollar un tema de innovación e investigación, con un trabajo orquestado estratégicamente: universidad, empresa y Estado que luego formará parte del update de sus alumnos y egresados.

¿Qué y para qué se quiere  acreditar? Una estrategia de investigación e innovación en educación superior es siempre previa a una decisión sobre qué sistema de acreditación se necesita  legislar e implementar. Al mismo tiempo, es muy difícil que quienes han sido parte del viejo paradigma de acreditación y legislación sean exitosos ahora en dirigir su renovación y cambio. Se sabe lo que se sabe y se actúa a en concordancia a las creencias y valores de los involucrados. Por tanto, se sugiere diseñar una estrategia a largo plazo, incorporar una fuerte dosis de talento profesional y académico internacional en la composición del nuevo sistema, que no esté comprometido con intereses económicos, políticos y “amiguismo y parentescos”, redes de cooptación y corrupción que incluso llegaron al trueque de altos cargos en universidades para lograr reversiones de decisiones de la CNA, malas prácticas inherentes a la vida local de un pequeño país austral. Las próximas generaciones y cohortes de estudiantes merecen algo mejor en educación superior e investigación que les permita vigencia en un mundo post global.

La preocupación por la calidad de una educación superior pública -en el pasado solo accesible a una minoría- o privada no debe descuidar el interés en la cantidad de educación superior requerida por las mayorías y todo el país-  para así tener bases ser competitivos a nivel mundial en los años 2050.

Hay recursos para bien resolver estas materias, también la necesidad urgente y el interés de los ciudadanos, más no existen los cambios sin hacer cambios reales. La solución de cuestiones complejas y de largo plazo requiere: estrategia, conocimiento internacional, metodología, disciplina, imaginación de soluciones, legislación y ética mas allá del simple sentido común y los berrinches.

Omar Villanueva Olmedo
Director OLIBAR Consultores

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