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El sello colorín

Columna de opinión por Hugo Mery
Miércoles 27 de febrero 2013 19:44 hrs.


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Fue siempre muy controvertido y no sólo creó anticuerpos fuera de la Democracia Cristina, también dentro del partido en el que militó por casi 50 años.

Visto siempre como un conservador social cristiano, y por tanto más bien de derecha, Adolfo Zaldívar Larraín -casado en segundas nupcias con una escultora de su mismo apellido materno-, tuvo su hora más sospechosa cuando llamó a inscribirse en los registros lectorales para votar en el plebiscito presidencial de Pinochet de 1988. Como los resultados le dieron razón a su estrategia -a la que se fueron sumando los comunistas y los más izquierdistas- Zaldívar pudo así recordar que como abogado había defendido los derechos humanos durante la dictadura –pese a sostener la validez de la ley de auto amnistía- y concurrido a la creación del comité de DD.HH.

Tuvimos con él en 1987 un extenso almuerzo sobre la forma de enfrentar al dictador, llamándonos la atención el antisocialismo que profesaba, cuando los demás buscaban limar las asperezas del pasado y construir un frente común. En definitiva, él se negaba a un “compromiso histórico” con las colectividades de Almeyda, Maira, Arrate y Briones, para deslizarse más bien por un “canino propio”, donde terminaría transitando la gente de izquierda, tal como en 1964 la de derecha se sumó la de DC, para torpedear al enemigo común, entonces Allende, Pinochet después.

Elegido senador por Aysén por la Concertación de centroizquierda, Zaldívar nunca se sintió  cómodo ni hizo sentir cómodos a sus aliados. Terminó enfrentándose al Presidente Lagos con su grupo bautizado “los caza Lagos”, al punto que creó una imagen: cuando concurría a La Moneda o a la residencia presidencial parecía hacerlo  como el jefe de la posición, en vez del senador Longueira, quien como mandamás de la UDI se mostró más colaborador con el Mandatario socialista.

Los mismos aliados-adversarios alimentaron la imagen al coincidir en un vuelo y saludarlo Lagos con un “¿cómo está el senador de la CODE” aludiendo a la coalición de centro derecha que enfrentó electoralmente al gobierno de la Unidad Popular.

Su inocultable deseo de ser candidato `residencial llevaron a Zaldívar a negarle su apoyo a Soledad Alvear cuando el partido que él presidía la proclamó la oponente de Michelle Bachelet en las elecciones primarias del oficialismo.

Con ésta las cosas llegaron prácticamente a la ruptura cuando votó en contra de su proyecto para allegar más recursos al Transantiago.

La DC decidió expulsarlo de sus filas y él respondió potenciando el Partido Regionalista Independiente, junto a otros dirigentes que se fueron con él, diezmándose después.

El díscolo colorín acaba de terminar sus días como embajador de Chile en Argentina. Por mucho que él haya sostenido que no entró al gobierno de Piñera, sino que se limitó a servir al país, su nombramiento tuvo un sentido político. El gobernante de centro derecha logró atraer a un democratacristiano histórico, después de la malograda operación ministerial con otro colorín no tan peleador, Jaime Ravinet.

Zaldívar, por su lado, pudo deshacerse de una compañía que nunca le fue grata, por evolucionados y moderados que se hubieran vuelto los socialistas que forjaron una alianza con una dirigencia falangista que, según denunció, “abandonó a la clase media” y “abusaba del poder obscenamente”.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.