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Barack Obama no tira la toalla y aboga por recortes inteligentes

Abocado, por ley, a imponer 85.000 millones de dólares de reducciones automáticas del gasto público, el presidente estadounidense llamó este sábado al Congreso a remplazar el carácter arbitrario de esos recortes por medidas “inteligentes” y reformas fiscales. Obama trata de limitar así los efectos de las medidas de austeridad en vigor desde el viernes.

RFI

  Domingo 3 de marzo 2013 9:31 hrs. 
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“Una mayoría del pueblo estadounidense está de acuerdo conmigo”. Lo dijo este sábado Barack Obama en su alocución semanal por radio e internet. El presidente se refería a la propuesta de combinar recortes “inteligentes” del gasto público con reformas del código fiscal que, dijo Obama, “lo haga más justo para las familias y los empresarios sin tener que aumentar a nadie las tasas impositivas”. Para ello, precisó el presidente, solo hace falta que los republicanos del Congreso estén a la altura de las circunstancias.

A pesar de su tenacidad, las declaraciones de Obama suenan a parche después de que el viernes pasara uno de los peores días de su vida presidencial al tener que firmar, contra su voluntad y por obligación legal, una directiva que es una amenaza para el incipiente repunte del crecimiento en Estados Unidos. A juicio del Fondo Monetario Internacional, los 85.000 millones de recortes se traducirán en una reducción del crecimiento estadounidense de 0’5%.

Con su presupuesto reducido, numerosos servicios públicos van a tener que limitar su actividad y prescindir de parte de sus empleados. Habrá más tiempo de espera en los aeropuertos porque habrá menos aduaneros para controlar a los viajeros, los centros de educación especializados serán menos especializados, se tendrán que reducir algunos gastos en el sistema de salud y hasta el Pentágono deberá despedir a colaboradores.

Y si la acción pública se tambalea es por la falta de acuerdo entre republicanos y demócratas en el Congreso. Barack Obama aceptó que el Estado recortara gastos pero a cambio de que los estadounidenses más ricos paguen más impuestos, una reforma fiscal a la que se oponen los republicanos. A falta de acuerdo, el fantasma de la austeridad acechará a Estados Unidos.

 

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