Diario y Radio Universidad Chile

Año XVI, 28 de marzo de 2024


Escritorio

Violencia policial

Columna de opinión por Claudio Medrano
Lunes 22 de abril 2013 12:16 hrs.


Compartir en

Durante la última marcha convocada por la Confech una persona terminó perdiendo la vista de un ojo debido al impacto de un balín de pintura arrojado por Carabineros. Este hecho me hizo recordar una conversación que tuve con un amigo cercano a Fuerzas Especiales. En dicha ocasión él, un reconocido fotógrafo, me comentaba la preocupación que existía entre algunos oficiales de la institución por lo difícil que les resultaba manejar a sus subalternos a la hora de controlar a los manifestantes. “Creen que pueden hacer lo que quieran, ya no nos hacen caso ni a nosotros” se lamentaba un Teniente con preocupación, según el relato de mi amigo.

Y si bien los excesos de la policía uniformada al momento de reprimir las protestas es algo que ha estado presente desde los albores de la República, llegando a niveles de brutalidad inimaginables durante la dictadura de Augusto Pinochet, no puede dejar de llamar la atención que hoy, supuestamente con una democracia consolidada, se siga debatiendo acerca de la forma en que Carabineros coarta los derechos más fundamentales de las personas.

Son muchos los casos que, sólo en estos últimos tres años, han dejado en entredicho la capacidad que tiene la policía uniformada para manejar situaciones de descontrol sin pasar a llevar la integridad física y sicológica de los ciudadanos, porque no sólo son balines, sino que también están las bombas lacrimógenas arrojadas en exceso e incluso al cuerpo de los manifestantes, vejaciones en las comisarías, detenciones arbitrarias e incluso hechos que rayan en lo absurdo  como la detención de una “mechona” por andar pidiendo dinero en la calle.

¿Cómo actúa el Gobierno en estos casos? Lejos de condenar, o de siquiera abrir una puerta a alguna investigación que pueda determinar responsabilidades, la actual administración se ha enfocado en avalar, justificar e incluso obviar todos estos actos, dando “chipe libre” e impulsando además leyes que apuntan a proteger a Carabineros y no a los ciudadanos afectados, incitando a la policía a ejercer su labor represiva sin el más mínimo auto control o mejoramiento de los procedimientos disuasivos.

Esta situación preocupa considerando el hecho que este año electoral promete estar plagado de movilizaciones, con demandas que van desde las impulsadas por el movimiento estudiantil, a otras que hablan de recuperación de nuestros recursos naturales, modificar el actual sistema previsional y que, como ya se ha visto manifestado en las calles, concitan una gran adhesión.

Por lo mismo urge de parte de Carabineros una autocrítica real y un trabajo serio a la hora de manejar este tipo de eventos, sin que paguen justos por pecadores y que bajo la excusa del “orden público” se terminen de violar las escasas libertades individuales que nos legó la Constitución heredada por la dictadura y avalada por los gobiernos de la concertación.

Si no se modifica esta situación, continuarán masificándose dentro de la institución los descriteriados, los abusadores que seguirán perjudicando la imagen de una institución llamada a servir y proteger a la ciudadanía y no a lacerarla con balines, intoxicarla con gases y humillarla en las comisarías.

Mención aparte merece lo que ocurre en la Araucanía, donde ya es casi normal hablar de los abusos a los que es sometido el pueblo Mapuche, en allanamientos y otros tipos de vejaciones, que en nada ayudan a superar el problema que se vive en esa región.

Para finalizar quiero compartir una experiencia que tuve en un reporteo hecho al interior de la comunidad de Temucuicui. Mientras conversaba con la profesora encargada de la escuela, un grupo de niños comenzó a golpearse y uno de ellos pateó a otro que se encontraba en el suelo. Rápidamente la profesora les ordenó separarse y el niño que estaba de pie le dice:”Tía, tranquila, estamos jugando a la toma y yo soy del GOPE”.

 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.