Gonzalo Sánchez, Pikti, utiliza objetos en las proximidades de nuestro diario vivir: botellas de colores, huevos, ojos de cristal, sacacorchos, ventiladores, linternas, figuras de madera, etc. Con eso va traduciendo en personajes las ideas que se aglomeran en su taller.
Carlos Montes de Oca
Viernes 10 de mayo 2013 12:09 hrs.
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La apariencia de lo que nos rodea es la preocupación que mueve a Gonzalo Sánchez Serrano -Pikti- a crear enigmáticos personajes. Cada obra nos remite a conceptos con toda una carga dramática u emocional, arraigados en lo más íntimo del hombre y del universo, la dualidad expresada en materia y espíritu.
Utilizando en sus trabajos objetos en las proximidades de nuestro diario vivir: botellas de colores, huevos, ojos de cristal, sacacorchos, ventiladores, linternas, figuras de madera, etc. va traduciendo en personajes las ideas que se aglomeran en su taller. Una tras otra, estas ideas quedan registradas en pequeños montajes, enmarcadas en una estética kitsch, que están dispuestos a aceptar y convivir con esta nueva población de seres.
Siempre vamos recorriendo grandes conceptos y sus repercusiones, llámese el paraíso, el poder, el egoísmo, la soberbia, la maldad, la libertad o el deseo, pero finalmente es el hombre mismo representado a través de sus diferentes disfraces y sus caretas, el que rodea estas alegorías o escenarios fantasmales. Lo que revela, al mismo tiempo, una cautelosa fijación por los objetos, donde todo tiene su lugar y la casualidad está dada por la conjunción de piezas diversas.
Ahora su interés está centrado en acercarnos al tema de la verdad pero no como búsqueda de lo inalcanzable, sino como el sustrato que todo lo mueve, que todo lo sostiene. Tal vez sea este el horizonte que debiera guiar nuestro barco por los mares remotos de nuestra existencia, ya que el hilo de la verdad es tan constante y tan fuerte que, por más que le adelgace, no es posible que se quiebre (Calderón de La Barca).
La apariencia de lo que nos rodea es la preocupación que mueve a Gonzalo Sánchez Serrano -Pikti- a crear enigmáticos personajes. Cada obra nos remite a conceptos con toda una carga dramática u emocional, arraigados en lo más íntimo del hombre y del universo, la dualidad expresada en materia y espíritu.
Utilizando en sus trabajos objetos en las proximidades de nuestro diario vivir: botellas de colores, huevos, ojos de cristal, sacacorchos, ventiladores, linternas, figuras de madera, etc. va traduciendo en personajes las ideas que se aglomeran en su taller. Una tras otra, estas ideas quedan registradas en pequeños montajes, enmarcadas en una estética kitsch, que están dispuestos a aceptar y convivir con esta nueva población de seres.
Siempre vamos recorriendo grandes conceptos y sus repercusiones, llámese el paraíso, el poder, el egoísmo, la soberbia, la maldad, la libertad o el deseo, pero finalmente es el hombre mismo representado a través de sus diferentes disfraces y sus caretas, el que rodea estas alegorías o escenarios fantasmales. Lo que revela, al mismo tiempo, una cautelosa fijación por los objetos, donde todo tiene su lugar y la casualidad está dada por la conjunción de piezas diversas.
Ahora su interés está centrado en acercarnos al tema de la verdad pero no como búsqueda de lo inalcanzable, sino como el sustrato que todo lo mueve, que todo lo sostiene. Tal vez sea este el horizonte que debiera guiar nuestro barco por los mares remotos de nuestra existencia, ya que el hilo de la verdad es tan constante y tan fuerte que, por más que le adelgace, no es posible que se quiebre (Calderón de La Barca).
La apariencia de lo que nos rodea es la preocupación que mueve a Gonzalo Sánchez Serrano -Pikti- a crear enigmáticos personajes. Cada obra nos remite a conceptos con toda una carga dramática u emocional, arraigados en lo más íntimo del hombre y del universo, la dualidad expresada en materia y espíritu.
Utilizando en sus trabajos objetos en las proximidades de nuestro diario vivir: botellas de colores, huevos, ojos de cristal, sacacorchos, ventiladores, linternas, figuras de madera, etc. va traduciendo en personajes las ideas que se aglomeran en su taller. Una tras otra, estas ideas quedan registradas en pequeños montajes, enmarcadas en una estética kitsch, que están dispuestos a aceptar y convivir con esta nueva población de seres.
Siempre vamos recorriendo grandes conceptos y sus repercusiones, llámese el paraíso, el poder, el egoísmo, la soberbia, la maldad, la libertad o el deseo, pero finalmente es el hombre mismo representado a través de sus diferentes disfraces y sus caretas, el que rodea estas alegorías o escenarios fantasmales. Lo que revela, al mismo tiempo, una cautelosa fijación por los objetos, donde todo tiene su lugar y la casualidad está dada por la conjunción de piezas diversas.
Ahora su interés está centrado en acercarnos al tema de la verdad pero no como búsqueda de lo inalcanzable, sino como el sustrato que todo lo mueve, que todo lo sostiene. Tal vez sea este el horizonte que debiera guiar nuestro barco por los mares remotos de nuestra existencia, ya que el hilo de la verdad es tan constante y tan fuerte que, por más que le adelgace, no es posible que se quiebre (Calderón de La Barca).
