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Eichmann recorre la ciudad y la universidad

Columna de opinión por Julio Hurtado
Miércoles 5 de junio 2013 6:47 hrs.


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El criminal de guerra Adolf Eichmann, fue el encargado de la organización de la logística de transportes del holocausto. Fue una persona muy dada a cumplir con los objetivos cuantitativos que se le exigían. En el juicio que se le realizó en 1960 en Israel, su defensa arguyó que no era antisemita y que en los crímenes de guerra su participación se limitó a ser un simple ejecutor de órdenes superiores. He aquí un claro ejemplo de un “tecnócrata” que sostiene que no tiene ideología que solo realiza un trabajo.

Seguramente exagero, pero esa justificación me parece similar a lo que sostienen los ejecutivos de la banca, de las farmacias, del retail (incluso un ex pre candidato a la presidencia), de las inmobiliarias, del gobierno: “yo no soy político, el mercado no tiene ideología, cumplo un rol técnico”.

Así vemos que en la construcción de las ciudades, destacados profesionales se esmeran en la búsqueda de terrenos posibles, hacen los estudios de mercado y los financieros y dan la asesoría técnica necesaria para generar proyectos inmobiliarios. No les importa que los futuros emprendimientos puedan significar la destrucción de patrimonio, expulsión de pobres, mayor segregación, congestión y contaminación, etc. Es el espíritu de Eichman, muchas veces justificado por la necesidad de ingresos o por el hecho que “si no lo hago yo, otro lo hará”, no importa el costo.

Por lo tanto, no constituye puro mercado y pura tecnocracia el apoyo de destacados profesionales al emprendimiento de desarrollos inmobiliarios que devienen en segregadores, carreteras urbanas concesionadas que destruyen el tejido urbano, proyectos que destruyen patrimonio, no tan solo físico sino que también las redes sociales que contienen.

El hecho que, entre otros profesionales, arquitectos, ingenieros, economistas, y sociólogos, no se cuestionen por el resultado final de su quehacer, demuestra una irresponsabilidad social que, sin duda comienza a generarse desde su formación en una universidad puramente profesionalizante, cuyo objetivo, en el mejor de los casos, es “producir” buenos técnicos y no humanistas capaces de hacerse cargo de las consecuencias de su trabajo (y, de ser necesario, arrepentirse y modificar conductas).

Por lo tanto, cabe también en la discusión de una educación pública, laica, gratuita y de calidad, modificar drásticamente la formación de “profesionales-tecnócratas”, que no se hacen responsables de los desastres urbanos, ecológicos, sociales que ayudan a provocar.

Una pregunta final:

¿Por que las universidades, cuando se “preocupan” de la situación del país, nunca lo hacen en forma gratuita y la mayoría de las veces lo hacen mediatizada por empresas consultoras que funcionan en su interior, cuyo objetivo es obtener recursos, o, peor aún (en aras de su independencia) financiadas por empresas privadas?

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.