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La dictadura en los nombres de la ciudad

Columna de opinión por Julio Hurtado
Miércoles 3 de julio 2013 22:13 hrs.


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Recuerdo que la primera vez que fui a la Carretera austral, la belleza del paisaje y el contacto con la naturaleza fue opacada y absolutamente contrarrestada, tanto que suspendimos nuestro viaje, por los permanentes letreros que, cada cierta cantidad de kilómetros, nos recordaban que estábamos en una carretera que llevaba el nombre del dictador.

El nombre no es una cuestión baladí, significa la esencia de las personas, de las cosas y de los lugares. Hay una perfecta vinculación entre el contenido, lo que se es, y la forma, el nombre. Los nombres públicos deben reconocer nuestra esencia y deben buscar el respeto y la belleza. Creo que una ciudad es mucho mejor si tiene como nombres de sus cerros Bellavista, Alegre, Barón, Mariposa, como es el caso de Valparaíso, o ciudades que pierden su esencia cuando eliminan ciertos nombres como Las Lilas, Alameda, Pudahuel, como es el caso de Santiago.

Es así que resulta infamante, y constituyó una permanente ofensa social, el nombre de 11 de septiembre a una de las calles más importantes de la ciudad de Santiago, como homenaje al golpe de estado que significó el termino de la democracia, el inicio de la más despiadada dictadura de nuestra historia con la violación sistemática y permanente de los derechos humanos.

Sabemos de las particularidades de la transición a la democracia en nuestro país, en la cual se ha debido convivir con varios enclaves autoritarios, característica que algunos cientistas sociales han denominado como una dictadura prolongada. Sin embargo, cabe mencionar que esta prolongada dictadura se expresa tan solo por los aspectos institucionales, por la mercantilización de todos ámbitos del quehacer nacional, por la impunidad de civiles y militares, por la participación en el juego político y mediático de funcionarios de la dictadura, sino que también por aspectos culturales, como es la imposición de nombres de calles, plazas, estaciones de metro, etc.

Los que se oponen al cambio de nombre, en vez de asumir su responsabilidad en la permanencia del agravio, recurren a argumentos pueriles e insólitos, tales como supuestas dificultades para el correo y el pago de impuestos. Es por ello que plantearon que se hiciera una consulta popular. Puede ser, pero en esa consulta deberíamos haber participado todos los chilenos, al menos todos los santiaguinos, a los que esta situación agrada o agravia. Ceguera y antidemocracia de estos representantes políticos, mientras la gente en las calles clama por más derechos. Al parecer, este tema, que es apenas la punta del iceberg, va encaminado a solucionarse después de la reunión del Concejo de la Comuna de Providencia que se realizó ayer, en el cual se acordó cambiar ese nefasto y ofensivo nombre.

Una pregunta final:

¿Sabía usted que la principal biblioteca de Ejército lleva el nombre del dictador, que una estatua de un almirante golpista adorna el ingreso a la Escuela Naval y que un barco lleva también su nombre y que el ideólogo del régimen dictatorial tiene calle y monumento?

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.