Un tubo de 18 metros y 12 toneladas de peso pende de unos alambres de acero, de tan sólo 6 mm de espesor, en medio del casco histórico de la ciudad de Santiago. Inimaginable para muchos, pero no para el arquitecto Alfredo Thiermann, y el artista visual Ariel Bustamante, quienes crearon la escultura sonora “Dinámicas del vacío”, luego de una residencia en la Antártica durante el año 2012.
El trabajo se hizo en conjunto con la empresa KRAH Piping Solutions, quienes proporcionaron los tubos de polietileno de alta tecnología que son usados para el traslado de fluidos, las conocidas cañerías, que están hechas para estar bajo tierra y soportar el peso de la ciudad encima.
“La idea es cambiar la lógica con que se comprende este material”, dijo la directora de la empresa y gestora de la iniciativa, Erica Pavez. “La pregunta era cómo vamos a lograr hacer que estos tubos, que están construidos para sostener grandes cargas bajo tierra, puedan mostrar su belleza y su actual contenido. Para eso el arquitecto generó una estructura que va a permitir a través de cables de acero ser sostenido y de esa manera transformarse en una cápsula que el público pueda visitar”.
Desde el 25 de julio al 13 de septiembre se podrá visitar la instalación “Dinámicas del vacío”, proyecto que investigó la sonoridad del territorio antártico y de las actividades humanas, en conjunto con el diseño arquitectónico de la escultura.
Dentro de estas enormes estructuras se integraron parlantes ocultos en capas de aislamiento que generan un ambiente alejado de la vorágine capitalina, cuenta Ariel Bustamante.
El artista explica que la obra no habla exactamente de la Antártica, sino que construye una ficción donde se desconoce del lugar físico en el que se encuentra quien esté dentro del tubo. “El público se encontrará con un lugar aislado acústica y visualmente del exterior, entonces, uno entra y se encuentra suspendido del espacio público donde se instala la obra, y ahí sucede esta experiencia que no habla fielmente del continente antártico, sino más bien juega con el imaginario que gira en torno a esto y que es desconocido. De alguna forma da la posibilidad de construir ficción en un lugar que no se sabe cuál es”.
Nueva experiencia
La estructura se colgó en el frontis del Museo Nacional de Bellas Artes y permite que grupos de 10 a 20 personas entren en ella y se sientan en una diversidad de ambientes durante 7 minutos.
El proyecto se inserta en las residencias en la Antártica que impulsa el Consejo de la Cultura y las Artes de la Región de Magallanes, y que tiene como idea central la creación de obras que permitan vincular al continente con la ciudadanía nacional e internacional, y acrecentar de esta forma el sentido de pertenencia en torno a este alejado territorio