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Enfermos de asbestosis denuncian falta de atención médica pública para afectados

“Asbesto” o “amianto” es un grupo heterogéneo de minerales fácilmente separables en fibras microscópicas, es resistente al calor, a la electricidad y a la acción de agentes químicos. La exposición prolongada al asbesto y su inhalación han comprometido la salud de un grupo de personas porque cargan con una sentencia de muerte. Ex trabajadores y sus familias son y serán inminentes víctimas de enfermedades pulmonares. ¿Qué alcances tiene esta historia silenciosa?

Diana Porras

  Lunes 28 de octubre 2013 11:34 hrs. 
asbesto

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Ha pasado más de una década desde que Eduardo Miño se inmolara frente al Palacio de La Moneda, denunciando los problemas del uso del asbesto en Chile y la falta de justicia. Hoy el balance no es auspicioso, por eso familiares, ex trabajadores y organizaciones advierten que muchos temas están en deuda, entre ellos, una verdadera política de retiro, compensación a las familias y atención médica para todos los afectados.

“Mi alma que desborda humanidad ya no soporta tanta injusticia”,  se leía en una carta antes del acto de protesta en 2001. Juan Carlos Villarroel, cuñado de Miño, ex trabajador y dirigente sindical de Pizarreño, recuerda que la empresa “nunca  hizo una prevención sobre el tema, nunca se dieron a conocer los peligros de la asbestosis”.

“El costo de trabajar en Pizarreño nos está pasando la cuenta, no hay que olvidar el pasado”, manifestó Villarroel. “Creo que aquí hay un culpable directo que todos conocemos, que es Pizarreño por su poca precaución en el manejo del asbesto, la Mutual de Seguridad por su poca capacidad de atender a quienes tenemos esa maldita enfermedad y digo tenemos porque si me están haciendo un seguimiento en la Mutual todos los años, es porque algo hay, el libro lo dice, después de 30, 40 años aparece esta enfermedad”, agregó.

Esta semana se lanzó el libro “Fibras grises de muerte: el silencio del mayor genocidio industrial en Chile” donde se recuerda el uso del asbesto o amianto desde la década del 30′. Pizarreño fue la empresa protagonista en este proceso productivo de fabricación de materiales de construcción. Las fábricas ubicadas en Maipú, Santiago y San Pedro de la Paz en Concepción dejaron una huella difícil de borrar.

Las señales de algunos países que frenaron su uso y las crecientes advertencias del sector médico obligaron a dar un marco legislativo que reguló los ambientes laborales en 1953. Finalmente, el 13 de enero de 2001, el ministerio de Salud publicó el decreto 656 en el Diario Oficial. Con este paso, en Chile se prohibió la importación y la utilización del  mineral en diversos productos.

Sin embargo, Adrián Prieto, integrante de la organización Unidos Contra el Asbesto (UCA) advirtió que hoy no hay políticas ni protocolos de retiro de asbesto en el país. “El Estado no se ha hecho cargo del retiro de construcciones que contienen este material ¿Dónde están? Nadie lo sabe”.

Prieto suma otro antecedente: “Pensábamos que agregar la asbestosis, mesotelioma pleural y peritonial al catálogo de enfermedades profesionales teníamos resuelto el problema, pero eso no es así porque muchos familiares que ni siquiera pisaron el hall de Pizarreño se enfermaron de asbesto ¿Qué pasa con esas personas? Teniendo en cuenta que los tratamientos se financian con millones de pesos”.

Este joven que perdió a su padre y es testigo del sufrimiento  de familiares y amigos,  señaló que “el legado de Pizarreño no fue de desarrollo como han querido retratar, sino que  ha sido de muerte y sufrimiento”.

El sitio de la empresa en Internet informa que “Pizarreño S.A es filial de EtexGroup, sociedad matriz establecida en Bélgica, conglomerado internacional dedicado a la fabricación y comercialización de materiales de construcción” y agrega que “a través del tiempo ha estado vinculada a las más recientes innovaciones y tendencias mundiales de la industria”.

Adrián Prieto explicó que con estos  innumerables casos y antecedentes urge poner en práctica un   plan de acción definitivo: “Nuestro primer objetivo y el más grande es que no hayan más muertes en Chile a causa del asbesto, luego que exista una política país de limpieza del asbesto, no puede ser que hoy un país en vías de desarrollo no sepa dónde van a  parar aquellos desechos que son nocivos para la salud y es muy importante que haya una atención médica de calidad para todas las personas que hemos estado en contacto con el asbesto”.

Reparación: condenas y compensaciones

Las autoras del texto, Constanza San Juan Standen y Tania Muñoz, aseguran que esta publicación invita “a dar un giro en cómo se percibe este problema que está teñido de gris y de muerte”.

En este sentido, Tania Muñoz afirmó que “creemos que el tema ha sido abordado por mucho tiempo desde la lástima y la resignación, sobre todo con los medios de comunicación tradicionales y la sociedad en su conjunto, dejándonos atrapados tan sólo en la pena imposibilitando una reflexión y una acción más concreta para enfrentar, denunciar y lograr reales soluciones. El asbesto es un problema país y no le corresponde sólo a las víctimas, ya sea a los trabajadores de Pizarreño o de otras empresas que manipularon el asbesto y sus familiares directos buscar soluciones”.

Lucio Cuenca, Director del Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales (OLCA), planteó que este es el momento de ampliar la mirada. Según el ambientalista, hay que estar atentos a los casos de ex trabajadores y habitantes de las poblaciones de la llamada “familia Pizarreño”, pero también de otras empresas porque recibieron el dato de “una oficina de abogados que atienden casos de funcionarios, como ex marinos, que trabajaban en las calderas de los barcos y que les diagnosticaron asbestosis”.

“Además, hoy no se asume que las planchas con asbesto están en una gran cantidad de viviendas en Chile y en parte de las redes de cañerías”, advirtió Cuenca.

Agregó que el proceso que se da en otros países puede ser un ejemplo. Citó el caso italiano donde se condenó a los principales accionistas de la empresa Eternit (hoy Etex), el  multimillonario suizo Stephan Schmidheiny  y el belga  Jean-Louis Marie Ghislain de Cartier de Marchienne, por su responsabilidad en la muerte de 3 mil personas que estuvieron expuestas al amianto en sus materiales de construcción. La condena alcanza los 18 años e incluye compensaciones económicas.

“La reparación no solo se fija en las víctimas, sino que también en los sindicatos, municipalidades, gobiernos regionales, organizaciones de salud y ambientales. Esto, porque un  conjunto de representantes de la sociedad se hace cargo del problema”, concluyó el director de OLCA.

Algo que “ardía” en TVN

En el lanzamiento del libro, Raúl Sohr, periodista y analista internacional, comentó que asbesto significa “algo que no puede arder”.

Recordó que hace años propuso hacer un programa sobre el asbesto luego de conocer el tema en Londres.  Se entrevistó con el gerente general de Eternit y preparó el programa que tomó la forma de “Informe Especial”.
Una de las historias se relacionaba con un dirigente, afectado por asbestosis, que presentó una querella ante tribunales en tiempos de la dictadura. “Según narró, el día que debía comparecer la CNI allanó su casa en la madrugada y fue arrestado para luego, de seis meses, ser liberado, sin cargos” comentó Sohr.

Su investigación produjo incomodidad en Televisión Nacional de Chile (TVN) . Tuvo una discusión de varias horas con el director ejecutivo de la época, René Cortázar. “Esta experiencia la vieron todos los colegas, es complejo para un periodista enfrentar a ciertos poderes. La señal fue que el asbesto no era un tema abordable y las consecuencias podían ser enormes. El caso fue censurado, pero el programa salió al aire: en la medida de lo posible, que era mejor que nada… Esa entrevista (con el gerente en Bélgica) marcó el comienzo del fin del asbesto en Chile”, sentenció.

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