“Yo fui a la Escuela Chile, los niños en Alemania no entendían que me supiera el himno. Al volver del exilio, mis hijas también estuvieron en esa, mi escuela de barrio, entonces siempre hubo un vínculo”, relata Marina Arismendi, destacando su cercanía con nuestro país. Parlamentaria, académica y ex ministra, esta semana recibió el premio “Profesores en Resistencia”, otorgado por la Universidad Academia Humanismo Cristiano.
Marina Arismendi es parte del ADN del Frente Amplio, coalición de izquierda que gobierna en Uruguay por segundo período con José Mujica, sucesor de Tabaré Vásquez, de quien Arismendi fue ministra de Desarrollo Social luego de dos períodos en el Senado. Hija de Rodney Arismendi, comunista y fundador del FA, incluso hoy su nombre está entre los candidatos a la vicepresidencia de la candidatura del Frente para un tercer gobierno, con Tabaré como favorito en el oficialismo.
En entrevista con Radio Universidad de Chile, Marina Arismendi se refiere a los desafíos del Frente Amplio a nivel legislativo, el proyecto político de cara a un tercer periodo en el poder y los efectos de una agenda de gobierno que tiene entre sus principales puntos la despenalización del aborto, permitir el matrimonio entre parejas de homosexuales y legalizar la marihuana con distribución estatal.
¿Qué desafíos se plantean en el Frente Amplio para un tercer período de gobierno?
Estamos trabajando el programa de un tercer gobierno del Frente Amplio, tiene un desafío tremendo de ser mejor y superar el primer y segundo período. El primer período fue fundacional, frenando una caída estrepitosa a nivel económico, teníamos uno de cada tres uruguayos en la pobreza, sin fuentes de trabajo.
¿Cuál es el carácter de este gobierno de Mujica, con reformas sociales de amplio debate?
Son cosas que están vinculadas con la construcción de ciudadanía, no la podemos dar ajena. No es asistencialismo, pero sí asistencia, ese aspecto lo reivindicamos. Hay barrios en contexto crítico, es un nombre fino para decir que ahí viven los que no tienen nada. Se les da de comer y vuelve el color al cuerpo, están atentos y aprenden mejor, entonces esa asistencia mejora la educación. En la calle uno primero lo atiende y luego ve otras cosas. Para sumar ciudadanía, que se apropien de la transformación democrática, deben tener conciencia de sus derechos, condiciones para ejercerlos y entender que la organización es la manera para transformar la sociedad.
¿Cuál es la autocrítica desde el FA con lo realizado hasta ahora en dos gobiernos?
Nosotros propusimos para este quinquenio un sistema de protección social que enlace educación, salud y vivienda, tomando las dos puntas de la sociedad: Infancia y Tercera Edad. Se hace necesario un sistema de cuidado y debe ser público-privado, con responsabilidad estatal. Eso no lo pudimos completar y es una tarea ineludible del tercer gobierno del FA.
Agenda legislativa
Como profesora, ¿qué visión tiene del manejo del Frente Amplio en el área educacional?
Tenemos una cobertura de la educación primaria total, hoy tenemos identificados a 6 mil niños que no concurren a la escuela. Entonces nuestra tarea es recuperar a estos niños, que terminen su período primario y que ingresen a la enseñanza media. No para ir a la universidad obligatoriamente, ojalá, pero lograr aprender y desenvolverse en un mundo en el que tendrá que aprender habilidades que hoy no nos imaginamos. Más que contenidos, deberá aprender a aprender toda la vida, y el para qué lo hace. Esto implica una transformación cultural que entra en contradicción con la resistencia lógica de los propios actores, pero como toda transformación, hay que ser capaces de entusiasmar y conquistar a los protagonistas. Un desafío tremendo.
En el Congreso se discute una ley de aborto, ¿Cómo evalúa su discusión parlamentaria?
La ley se llama interrupción voluntaria del embarazo. Esa es parte de la ley de salud sexual y reproductiva. Es un trabajo vinculado a la prevención, la educación sexual en liceos, la atención en consultorios adolescentes, con total confidencialidad para quienes pueden ir con privacidad a obtener información. Hay un trabajo vinculado a la no repetición, para evitar el segundo embarazo adolescente. El tema de los cuidados va por la prevención y el sexo seguro, es más amplio que el tema aborto. Nadie está de acuerdo con el aborto, ni siquiera las mujeres que han tenido que hacerlo. Cuando estuve en el Senado, perdimos diez años con esta ley de despenalización. La gran hipocresía de la sociedad era que todos sabían dónde se hacían los abortos, estaba supuestamente penado, pero todos sabían donde ir según su ingreso económico, con distintos modos de aborto clandestino. Esto genera muerte, imposibilidad de tener hijos a futuro o nacimientos con discapacidades, además del enorme enriquecimiento de los médicos que practicaban abortos a la vista y paciencia de todo el mundo.
Otro proyecto importante es la apertura hacia unión de parejas del mismo sexo…
El tema del matrimonio igualitario no es para que los homosexuales puedan casarse, es más que eso. La ley indica que es igualitario, que es entre personas, y establece incluso que se puede elegir el apellido de la mujer o el hombre, pequeñas cosas que apelan a una transformación cultural, donde uno decía que hay gente del arte que se muestra a favor, pero son muchos los que se ven beneficiados con este escenario.
Despenalización de la marihuana
Marina Arismendi toca el tema de la despenalización de la marihuana incluso antes de las preguntas sobre ello. Al margen de la entrevista, explica que le llama la atención que en Chile todos los encuentros casuales, las conversaciones de pasillo, se orienten a este proyecto de ley, que permitirá el autocultivo en Uruguay, además de la administración y venta desde el Estado de la planta, como medida paliativa contra el narcotráfico.
¿Qué rol cumple la despenalización del cannabis en Uruguay?
Estamos tocando intereses de gente que nunca creyó que le iba a tocar, gente que no importa de dónde viene ni cuanto tiene y se le mete preso con grandes cargamentos. Uruguay aparentemente es un lugar de tránsito de droga, se ha dado golpes muy importantes, entonces hay que confiscar, hay narcos que están presos. Al mismo tiempo el combate del microtráfico y la pasta base, que es lo que nos mata a niños y jóvenes. El problema es cerrar un punto de pasta base y llegas al otro día y están en la otra esquina, entonces hay que separar la marihuana de la pasta base.
El propio presidente Mujica detuvo la discusión parlamentaria, a la espera de una aprobación popular. ¿Cómo evalúa el avance de este proyecto, a nivel social más que legislativo?
Es un proceso muy complicado, exige una discusión amplia. Saber si el Estado vende, si las farmacias, los clubes de cultivo, aparece el turismo, entonces debemos privilegiar a los residentes, evaluar el autoconsumo. El autoconsumo no estaba prohibido, pero hay que controlar entre cinco plantas y un latifundio con cultivo. Queremos evitar la conexión con la pasta base y será complejo. Nos costó a muchos de nosotros aceptarlo, pero las organizaciones sociales jugaron un rol relevante. Hay un par de bibliotecas con información, hay debate especializado, trabajaremos con eso.
¿Hay conciencia de un eventual costo político que arrastraría la despenalización?
Son temas que sabemos que tienen un costo político. Si estas convencido de algo, si es justo y favorece el desarrollo de la sociedad, hay un marco de la batalla contra las drogas, contra la ilegalidad, y hay un costo político pero también algo bueno para la sociedad. La campaña contra el tabaco fue así, gente que eran fumadores empedernidos que no pudieron fumar en ningún lado y, pese a que se esperaba mayor resistencia, no la hubo. En el caso del tabaco y el alcohol, que desencadena violencia y deteriora a los jóvenes, es parte también de un tema de control de venta y protección a los menores, con un sistema que estamos empezando a aplicar, con la licencia de venta de alcohol.
Para usted, en lo personal, ¿qué significó esta idea de que el Estado administre la cannabis?
A mí me costó entenderlo, vengo de una generación donde se suponía que había un compromiso revolucionario y fumar era una debilidad. A nadie se le ocurría fumar marihuana, el ‘poder de las flores’ estaba latente, pero no somos la misma generación. En los sesenta estábamos con la revolución cubana, entonces el fumar marihuana ya era una cosa que estaba mal, porque implicaba una debilidad que comprometía la causa del pueblo. Entonces para mí es muy difícil asumirlo y tengo compañeros legisladores que han trabajado el tema. Yo manejaba hasta el autoconsumo, pero fue un proceso y empezando por nosotros mismos, con nuestros legisladores, y había que ponerse a estudiar. Y en eso estamos.