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La estrategia de triunfo fue reorganizarse sin vacilar


Lunes 16 de diciembre 2013 14:03 hrs.


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A diferencia de las elecciones presidenciales en las cuales el Presidente Piñera venció al candidato de la Concertación la reelección de Michel Bachelet es fruto de una estrategia precisa,  con pocas vacilaciones,  donde el énfasis era incluir y recoger  las demandas gruesas y más sentidas diferenciándose  con el gobierno saliente. El cual fue sordo y ciego y usó la intransigencia frente a las peticiones, entonces los movimientos sociales debilitaron al Gobierno y fortalecieron a la oposición.

La campaña de Bachelet tuvo una estrategia que funcionó siempre: se necesitaban fuerzas distintas y reorganizarse en muchos aspectos.

Piñera no decepcionó en su concepciones anti autoritarias, quizás  por eso, contrasta  su intransigencia frente a las reformas con su rechazo explícito a los vestigios de Pinochet que terminó por desatar una crisis política en los sectores más conservadores, en la UDI preferentemente. En relación a su gobierno, su visión ultra liberal en cuanto a que todo funciona como un negocio evidenció una debilidad importante en su visión de país y  en como Chile se relaciona con el mundo. En el mundo actual esa discusión es el debate más profundo del último siglo. En lo práctico el gobierno perdió la posibilidad de que la derecha se modernizara y discutiera con racionalidad las reformas planteadas en educación, salud y previsión. El presidente no supo desligarse de las pantallas de resultados mercantiles, en vez de averiguar donde los negocios dañan el desarrollo  y ver dónde la política y lo social son las señales más potentes para la innovación económica.

La Nueva Mayoría ganó las presidenciales, las parlamentarias, y las elecciones de consejeros regionales y es una expresión de reorganización política parcial.

La Presidenta electa  tiene gran popularidad, se expuso a numerosos escrutinios públicos y su modo y convicción tienen un respaldo incuestionable en el país. Ella potenció la reorganización política de la oposición y definió una línea programática en la cual  cristalizó la mayoría de la centro izquierda.

Su gobierno tiene objetivos y se espera que exista un plan para mejorar la fuerza que representa consiguiendo más aliados. El gran desafío no es la nueva mayoría, si no como esta deja que el liderazgo de la presidenta  incorpore  la diversidad crítica que reclaman las reformas. Lo más difícil será vencer el escepticismo adquirido en años de pérdidas de iniciativa con una derecha y gremios empresariales, cuyo ADN es cooptar a parte de nuestras fuerzas ilustradas para que los apoyen en la mantención fanática de un sistema y sociedad que es un acto fallido de la humanidad  pues deja tranquilo solo a unos pocos.

Los guarismos electorales de la primera y segunda vuelta muestran un país que quiere transformaciones para que haya tranquilidad. La existencia política en estos años es de  reformas y de no entramparse en un diálogo de suma cero para la izquierda,  que fue lo que frenó en seco a  la Concertación.