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Los sinos de Bachelet Segunda

Columna de opinión por Hugo Mery
Miércoles 18 de diciembre 2013 20:50 hrs.


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En la película “Falso culpable”, de 1956, un tranquilo ciudadano (Henry Fonda) es confundido por la policía como el atracador de una compañía aseguradora, desatando un drama judicial en el que el realizador Alfred Hitchcok plantea una serie de interrogantes sociales y humanas .

En la elección del domingo 15, una gran parte del electorado vio como iguales a las dos candidatas, por lo que desisten de votar por una u otra.

Conseguida la victoria, Michelle Bachelet tiene que demostrar que no daba lo mismo que gobernase ella o Evelyn Matthei y los parlamentarios electos tendrán que poner fin al duopolio consagrado por el sistema electoral binominal de Jaime Guzmán que dispuso Pinochet.

En su discurso de la victoria (más potente que el que pronunciase en 2006) reiteró que acometerá los cambios profundos contenidos en el programa de la Nueva Mayoría. Esto llevó a algunos dirigentes de la UDI a recordar la alta abstención del 59 por ciento, la que, según ellos, no le restaría legitimidad a su mandato, pero sí representatividad al emprendimiento de reformas radicales.

Lo que no se destaca es que Bachelet sacó casi los mismos votos que Piñera cuando fue electo y los obtenidos en las cuatro anteriores segundas vueltas. Estos hechos empíricos se deben a que siempre se abstuvo un alto porcentaje de ciudadanos, no inscribiéndose en el padrón electoral y librarse así de la obligación de votar.

Ahora que la inscripción es automática, pero el sufragio voluntario, se suscita la misma precariedad. Claro, “la democracia es el peor de los sistemas…”, como dijo Winston Churchill (otro británico) en la primera parte de su famosa frase.

Pero lo que aquí está en juego es algo más de fondo: Chile ha iniciado una nueva era de participación social, en la que habitantes, usuarios y consumidores están muy dispuestos a defender sus derechos y a no permitir que se les siga abusando.

El nuevo gobierno, los diputados recién electos y los senadores que vienen de la anterior renovación parcial tendrán que atender esas demandas y procesarlas en proyectos y leyes, si no quieren seguir con el desprestigio institucional, incluido el de los partidos, y el fracaso gubernamental.

Por eso es que las limitaciones que pretende fijar la derecha más recalcitrante no pueden ser atendidas. La Presidenta tendrá que poner fin a las transacciones y a no conseguir las cosas “en la medida de lo posible”. Las insuficiencias de liderazgo que pudo exhibir en su anterior gestión esta vez no serán admitidas. Las presiones de sus partidos y de los dirigentes acostumbrados a las malas prácticas son ahora sus tributarios, porque ella los llevó de vuelta al poder y no le dieron la venia como en la ocasión anterior. La Presidenta ha sido enfática en que se dará tiempo hasta mediados de enero para conformar soberanamente el gabinete y demás elenco de autoridades, incluidas las regionales. y que ella decidirá sobre el cómo y cuándo del envío de los proyectos.

Tenga o no problemas en su coalición, Bachelet tendrá que enfrentar dos hechos: que tiene mayoría simple para aprobar la reforma tributaria y la educacional salvo en un par de acápites en que necesita dos votos más, y que varios de los diputados y senadores electos no militan en los partidos de la Nueva Mayoría: Alejandro Guillier, Pedro Araya, Giorgio Jackson, Alejandro Navarro y Alejandra Sepúlveda.

Pero si éstos se ponen díscolos, podría acudir a los que detentan igual condición en la derecha: Manuel José Ossandón, Antonio Horvath, Carlos Bianchi y hasta, tal vez, el inefable Iván Moreira, resentido por el clasismo y segregacionismo en la UDI.

Mientras se agitan los debates principistas en los partidos Demócrata Cristiano y Comunista y lentamente comienzan a blandirse “los cuchillos largos” en la derecha, el movimiento estudiantil anuncia marcha para el 22 de marzo. “Es muy temprano para eso”, exclamó el senador saliente y ministeriable radical José Antonio Gómez , aludiendo a que el gobierno se habrá iniciado apenas 11 días antes y a que muchas reformas necesitarán más de cuatro años para aplicarse totalmente.

Lo que no entiende el senador  es que los dirigentes sociales sí lo saben y lo que estarán anunciando más bien  es un movimiento de advertencia.

En Chile comenzó a darse el “suspense” un poco a la manera de las películas de Hitchcock.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.