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La palabra en el muro

Columna de opinión por Antonia García C.
Sábado 28 de diciembre 2013 20:42 hrs.


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Buenos Aires en estos días parece otra. Se respira un ambiente raro. Más bien no se respira. El sol no es el sol. No alumbra, aplasta. En los barrios, es decir en todo lo que no es el microcentro, se ve poca gente en las calles. Como si todos los días fueran feriados. La mayoría de los comercios han cerrado sus puertas por falta de electricidad. Por la misma razón, hay protestas. Cortes de calle, avenidas. Hogueras nocturnas. Sin comentario. ¿Qué se podría decir? El problema es antiguo. Y la protesta no alcanza. Se desvanece. Queda en el aire. No llega a quienes tendría que llegar. Es decir, en primer lugar, a las empresas privadas encargadas de la distribución de la electricidad. Por eso mismo, porque en Buenos Aires los gestos más ordinarios se han vuelto problemáticos, llama la atención la tozudez de algunos. La osadía.

Hace unos días atrás, sería medianoche, me encontraba en un taxi rumbo a Villa del Parque. La noche en Buenos Aires se parece a los días. La temperatura no baja. Apenas. 35 grados. El taxi había iniciado su recorrido en San Telmo, remontando por avenida Independencia, atravesando Boedo, torciendo luego para Caballito y fue ahí, en Caballito, en un puente, que el taxi se detuvo unos segundos ante una escena que no veía desde hace mucho tiempo. Un grupo de muchachos estaban pintando una pared.

Se trataba de un puente. No era un muro alto. Tendría menos de dos metros. En cambio era extenso. Los chicos pintaban agachados. Primero habían pasado los trazadores. Marcando el contorno de las letras con pintura negra. La palabra (era una sola palabra) ya estaba totalmente escrita. Las primeras letras habían sido rellenadas. Faltaba rellenar las demás. Eran diez letras en total. Cada letra retomaba los colores de la bandera argentina.

¿Por qué escribimos en los muros? ¿Por qué seguimos escribiendo en los muros? ¿Por qué pasan los siglos y siempre, en algún lugar, hay un joven (o un no tan joven) escribiendo en un muro? ¿Por qué, siendo que vivimos un momento de extraordinario desarrollo de los medios de comunicación, en sentido amplio, donde cualquier ciudadano puede expresar a cada hora su sentir y su pensar, algunos prefieren el muro? ¿Qué es lo que se juega en esa preferencia? ¿Será casualidad que una empresa como facebook convoque a expresar pensamientos propios (con su orwelliana pregunta del “¿qué estás pensando?”) en un espacio rectangular llamado “muro”? No tuve la curiosidad de verificar si se dice de la misma manera en otros idiomas. Pero en castellano se dice así: muro. Y uno escribe en “su” muro. Y otros pueden escribir algo en “tu” muro. “Oye, te dejé algo en tu muro”, se ha vuelto una expresión común. Habría mucho para decir sobre ese muro virtual pero hoy me importa el otro. El que a veces duele. El que te puede partir la frente si uno tiene la mala suerte de ir a estrellarse… contra el muro.

Durante esos pocos segundos, mirando a los chicos, tuve la tentación de bajarme del taxi para decirles unas cuantas cosas respecto a las letras que estaban escribiendo. Me hubiese gustado poder compartir con ellos cierto saber que un maestro me entregó hace ya muchos años. Hubiera querido, sobre todo, hablarles de la A y de la O. Porque es así. Uno podría estarse horas hablando de la A y de la O. Dos letras importantes. Quizás cruciales en el intercambio de palabras que uno puede llegar a tener mediante un muro. Hay bellos libros sobre estos temas, buenos, interesantes.

En eso pensaba viendo a esos jóvenes que no le temían a la noche, ni a “la calor”, ni a la incertidumbre de Buenos Aires en estos días. En eso y en la BRP. Porque hace ya unos años que aparecieron también en Buenos Aires unos murales impresionantes. Unos murales que parecen haber equivocado el momento y el lugar. Pero no. Están aquí, hoy, y tienen la estética de los viejos murales de la Ramona Parra. Eso es algo hermoso. Eso es algo que puede emocionar. Eso significa que todavía hay testigos y que el arte popular tiene sus propios medios de difusión, de comunicación, de transmisión. Y hasta se podría hablar de legado y de herencia. En definitiva, los que tienen que encontrarse siempre se encuentran. Me es grato pensar que existe una relación chileno-argentina que tiene un muro de por medio. Este tipo de muros son al revés de los que conocimos en el siglo XX. Porque son muros que unen, que crean lazos, que despiertan la creatividad, que permiten actos de presencia, que no paran de decir “estoy presente”, sea cual sea la palabra que se escribe.

En esos mismos días, entre el 20 y el 22 de diciembre, tuvo lugar en Santiago el Primer Encuentro Comunal de Muralismo. Esto ocurrió en Recoleta. Con lo cual queda claro que no estamos hablando de un tema del siglo pasado. El muralismo sigue vivo, se transforma, se renueva de las más variadas maneras. Y mientras en Santiago se pintaba y se discutía sobre estas cuestiones, en Buenos Aires, un grupo de muchachos escribía:

DEMOCRACIA

“Democracia” con mayúscula y a secas. Ocurre que en Argentina sigue siendo válido ratificar la base, el fundamento, aquello que constituye el piso a partir del cual podemos, luego, disentir. Pero ocurre también que, en Argentina, siempre es bueno recordar que los que atacan, cuando atacan, los opositores –o gran parte de los opositores– al actual gobierno, lo hacen no precisamente por lo que el gobierno hace “mal” sino por lo que hace “bien”. No son sus contradicciones, sus malos manejos en tal o cual ámbito, los que suscitan las iras del grueso de la oposición: son sus aciertos. Sus aciertos en términos de lucha contra los monopolios, sus aciertos en términos de política de desarrollo social, sus aciertos en términos de política de educación. Pero, sobre todo, sus aciertos en términos de soberanía política. Porque si hay algo que caracteriza este período de la Argentina es la voluntad de recuperar como valor de un quehacer colectivo, todo aquello que implica esa otra palabra, que también le cabe al muro:

SOBERANÍA

Y como un muro siempre puede esconder otro muro, esa noche, ni bien arrancó el taxi se me vino en mente una escena. Una escena ya lejana en la que jóvenes y no tan jóvenes chilenos escribieron las palabras siguientes:

LA POLÍTICA DEBE VOLVER A SER… UNA PRÁCTICA DE IDEAS

A lo mejor pasa con las palabras lo mismo que con ciertas formas de protesta. No llegan. No alcanzan. Pero existe un espacio intermedio donde quedan y maduran: el espacio de la conciencia ciudadana. Vale decir: el espacio que hará la diferencia. O al menos podemos desearlo con todas nuestras fuerzas, en estos días y en otros días. Todos los días.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.