La profesora Haydee Acosta, directora del Centro de Desarrollo Educacional (CEDE) de la Universidad de Matanzas, conversó con el periodista Patricio López en el programa Semáforo sobre la importancia de los docentes y de la comunidad educativa en general en el desarrollo de una educación que forme “humanamente” a los individuos.
Hablemos de la importancia que tiene el concepto de comunidad para el resultado de los procesos educativos.
El tema que me propones es de vital importancia. Si partimos de la visión de la estrecha relación que hay entre la sociedad y la educación, donde es precisamente esta sociedad la que nos va determinando, la que va estableciendo cuáles son o cuáles deben ser los contenidos educativos que la escuela debe reafirmar. Por eso no se puede desligar que, cuando comenzamos en esa carrera hacia abajo y llegamos a la comunidad, es importante contextualizar las condiciones concretas en que esa comunidad se está desarrollando para que la escuela sea realmente el vehículo, el instrumento, que permita la educación, la formación, de los individuos.
¿Qué es lo que ocurre cuando les quitamos a los actores de la comunidad educativa la posibilidad de participar del resultado de esos procesos?
Con todo el respeto que merece, yo asumo que eso va llevando a, una vez más y cada vez más, a alejar al individuo, a la persona, de la razón misma de ser de su existencia. Porque eso va generando esos procesos que lamentablemente vivimos, de no dar a la educación el papel que le corresponde. Y si es cierto no es solo a la educación, a la escuela, a la que le corresponde, formar a esa personalidad, eso tiene a la larga la repercusión en que la familia haya dejado también de jugar su papel. Entonces si la familia no juega su papel, si la escuela por esta manera tan unidireccional y tan directiva de atender solamente el aspecto formativo y no prestar atención a la forma de cómo esa instrucción puede ir generando una educación en aquellos valores más elementales, que potencien la vida humana como valor supremo. Eso nos lleva a desechar actitudes individualistas, actitudes de desconocimiento total del otro como si fuera mi enemigo, cuando en realidad es la razón por la que soy.
Una de las cosas que ha caracterizado la relación del Estado con los profesores es la evaluación docente. ¿Cuán importante es el rol del profesor en el resultado del proceso educativo y cuando uno se concentra demasiado en eso, qué es lo que deja de ver?
Es importante el papel del profesor en el cumplimiento de esa función social para la que nos formamos y a la que nos dedicamos. Sin embargo este tema de la evaluación es un tema neurálgico, porque se han estandarizado patrones que cuantitativamente nos quieren mostrar un desarrollo que en esencia se aleja de aquellos elementos cualitativos que necesariamente hay que garantizar a través del proceso de la educación. Entonces, lo más importante a mi modo de ver no es solo que el desarrollo educacional se mida por resultados cuantitativos en una evaluación, sino que justamente todo eso vaya significando, además, la aprehensión de los modos de conductas, de modos verdaderamente humanos. Por ahí está el gran reto que enfrentamos cada día los educadores, de enseñar pero también de educar, como una unidad indisoluble entre dos procesos que la absolutización de uno en detrimento del otro ha llevado a este descontento general y a esta reclamo que siempre nos hace la sociedad de que la educación no cumple con su función.
¿Cuál debería ser el verdadero sentido de la educación?
En pocas palabras, la formación humana del hombre. Es cierto que la vida competitiva de hoy impide ese éxito y comparto contigo plenamente que ese éxito es individualizado. ¿Pero qué pasa con el otro, con el que tengo a mi lado? ¿Con el que tengo que formar una vez que concibo mi familia? ¿Cómo ese éxito lo transmito a mis hijos, si realmente solo estoy pensando en mi yo? Felizmente pienso que hay una comunidad de educadores que hemos tenido la oportunidad de conocer en Chile, también en Cuba y otras latitudes, que sí está muy comprometida con esta concepción. Es cierto que hay que prepararse para la vida, pero sin olvidar que somos un resultado de las relaciones sociales. Por lo tanto, el éxito individual tiene que ser en la medida que haga una contribución social al éxito de un proyecto.
Uno de los objetivos de la educación es reducir las desigualdades sociales de un país. ¿Cuáles son las luces y sombras de una mirada como esta?
En un futuro cercano, podemos incluso llegar a perder la perspectiva de una transformación en el orden humano que tanto reclamamos y que a veces puede tildarse de ciencia ficción, porque la realidad concreta apunta a cada vez más la reafirmación de esos elementos de individualidad. Pero estamos convencidos de que esa afirmación llevará cada vez más a agudizar la contaminación y el deterioro ambiental que hay, que va constituyendo un límite para la continuidad de la especie humana. O cambiamos o perecemos, porque la misma reproducción del proyecto social que hoy impera en el mundo nos está diciendo que ecológicamente hay un tope al cual estamos llegando.
Casi todas las personas integran una comunidad educativa. ¿Qué es lo que se puede hacer, cuáles son los recursos que, por ejemplo, los profesores pueden tener para ir instalando esta idea y contribuir a un desarrollo distinto de los procesos educativos?
Indiscutiblemente significa un gran reto. La invitación es a no perder la perspectiva. Pienso que la vía de la autosuperación, de saber que hay alternativas que se imponen. Se hacen muchas cosas en las escuelas chilenas, en escuelas que incluso hay una comprensión cabal del contexto en el cual se están desarrollando. Cuando los profesores exponen sus buenas prácticas, realmente hasta nos emocionamos, porque si algo debe adornar al educador debe ser ese espíritu constante de desafiar lo que nos quieren imponer. Porque somos convencidos de que nuestro rol social es justamente ese, enseñar a pensar, a actuar con convicciones. Es un gran reto.