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El territorio telúrico y desolador donde estamos parados

Columna de opinión por Vivian Lavín
Domingo 19 de enero 2014 21:36 hrs.


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Si se llega a Chile por vía aérea y se aterriza en el Aeropuerto Internacional de la comuna de Pudahuel y en pocos minutos, no más de 30 por carretera privatizada, se alcanza las zonas altas de la ciudad, hasta comunas como Las Condes, Vitacura o Barnechea, se escucharán comentarios del tipo qué lindo está Santiago, qué frondoso, cómo ha crecido…

Quienes se queden en esas cotas, incluso más allá de la cota 1000, podrán respirar un aire más puro, con incendios estivales de por medio, y sentirán que Santiago es la capital de un país con un futuro prometedor. Percepción que se verá corroborada con la prensa dominical del duopolio, cuyas páginas destinadas a la economía no dejan de establecer la solidez institucional, aunque con ciertos comentarios subrepticiamente amenazadores para la nueva moradora de La Moneda y sus colaboradores, si es que piensa cambiar algo de lo que ha venido consolidando desde la Dictadura militar.

Paseándose por Providencia o el Parque Forestal, particularmente, es imposible no concluir que la cultura chilena pasa por sus mejores momentos. Tres o más bien nutridas librerías por cuadra, cafés por doquier y hasta una impresionante instalación bioescultórica frente al palacio presidencial. Santiago en enero con una fiebre teatral y musical que no dejan dudas que se trata de un país que avanza de manera inexorable hacia el desarrollo, como bien lo ha establecido la OCDE al integrarla en su seno. Hay señales y cifras elocuentes sobre el país en el que se está parado.

Pero cuando se publique el informe del Índice Global de Innovación que la UNESCO encargó a la Universidad de Cornell y otras organizaciones europeas, no estarán muy seguros quienes se llevaron esa grata impresión de Chile, si es que verdaderamente estuvieron sobre suelo chileno… Porque en el país en el que estamos parados los millones de chilenos que no sabemos con exactitud cuántos, según el INE, vivimos una realidad muy diferente.

Porque ese PIB que ya se ha empinado sobre los 20 mil dólares per cápita no lo cree nadie o, mejor dicho, no se puede creer cuando el 80 por ciento de la población recibe un sueldo de menos de 700 dólares mensuales…de esos 700 a los 20 mil, hay una considerable diferencia que es posible explicar cuando Chile desciende de manera drástica de puesto si es que de inversión educacional se trata. Es decir, lo que se produce al interior de nuestras fronteras nos sitúa en un puesto 37, sin embargo, a la hora de saber cuánto se invierte en la educación de las personas que viven aquí dentro, se cae en picada al lugar 78. Cuando queremos establecer la cantidad de profesores por alumnos, hay que abrocharse los cinturones para llegar al lugar 97 del mundo, de un total que considera a solo 144 países, los que son parte de la ONU.

La condición volcánica de nuestro territorio es una buena manera de saber que hay que aferrarse mucho a lo que se tenga cerca, más cuando se toca el plano de la cultura. Si íbamos en picada, en lo que a cultura se refiere empieza una caída libre, con uno de los impuestos más altos del mundo a la lectura. El 19 por ciento de IVA es el castigo al pensamiento que se impone en Chile. Con la sinrazón de la argumentos que convencen a nadie más que a los que lo siguen manteniendo.

De aquí que en producción de libros e impresos, dirá la UNESCO en breve, Chile está en el puesto 87, y si de lectura de diarios se trata, sigue descendiendo al lugar 89.
Y la cosa no se detiene aquí, porque como se trata de un índice de innovación, es importante la producción de bienes creativos y aquí Chile pasa la barrera de 100, pero más allá, hasta el lugar 103…para quedar, finalmente, enlodados en el lugar 106 del mundo en cuanto a la difusión de conocimientos. De esa transmisión de pensamiento y a través de la lectura, lo que más se lee es novela, es decir, ficción… malo, malo, dirá un especialista, que en un país desarrollado la lectura de novelas no supera el 15 por ciento, y en Chile casi llega al 50. Y no es que la novela sea perjudicial para la salud mental, pero la lectura debe ser mucho más que eso. Por eso es importante para la transmisión de la cultura la lectura de diarios, la lectura de divulgación científica, filosófica, artística… y más, que acá no son siquiera considerados. De lo poco que se lee, prefiere en cambio, la ficción.

Por eso es peligroso estar en Chile.

No se sabe a ciencia cierta a qué país se está ingresando cuando se traspasa la barrera migratoria, si al país inventado de la literatura fantástica de la información económica o a ese territorio telúrico y desolador sobre el que estamos parados.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.