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No es lo mismo libros que lectura

Columna de opinión por Vivian Lavín A.
Lunes 3 de febrero 2014 18:18 hrs.


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Nunca, como en estas fechas, se habla tanto de libros. Es el verano y su maravillosa disponibilidad de tiempo libre que obran un verdadero milagro en el periodismo nacional que se ve prácticamente obligado a hablar de textos y autores como en pocas ocasiones. La idea es recomendar las lectura del verano para quienes tienen la posibilidad de descansar y gozar de mayor tiempo libre, donde sea.

Sin embargo, hablar de lectura y hablar de libros en Chile no es lo mismo.

Lo que hacen los medios de comunicación es dar cuenta de las últimas publicaciones y con el apoyo de las editoriales que buscan que sus novedades tengan publicidad, se instalan estos libros en las escasas páginas culturales y en el pequeño imaginario lector . Además, aparecen los rankings, vale decir, el listado de los 10 libros más vendidos en el mercado formal de librerías de nuestro país. Esto es, un par de cadenas y otros locales de las cuadras más pobladas de librerías de Santiago: en el Drusgtore y en Santa Lucía. A partir de esto, se elabora un decálogo que circula con el pulso “lector” en los géneros de ficción y de no ficción, muy difícil de refutar por la escasez y viscosidad con que se maneja la información en este eslabón de la cadena del libro en nuestro país.

A diferencia de otros países con mayor historia editorial, nunca debemos olvidar que la imprenta llegó a Chile muy a finales del proceso emancipador, nuestra cadena del libro tiene sus eslabones poco definidos, cuando, por ejemplo, los libreros son una suerte de especie en extinción. Y claro, no es extraño que los libreros sean raras avis si las librerías son un área muy exótica del mundo empresarial. Cada vez más, cuando recién esta semana quiebra Feriamix, el emprendimiento de la familia De la Fuente que ante el feroz cambio de la industria musical, derivó a la editorial, con el ejemplo de la cadena europea FNAC para emular, pero que sin embargo, no contó con un público ni un mercado que estuviera interesado en comprar ni música ni libros.

Con un mercado del libro que tiembla, por falta de lectores y luego, con una masa crítica incapaz de sortear el impuesto más alto del mundo a este producto cultural, la única posibilidad para la lectura en nuestro país son las bibliotecas. Es decir, debemos dejar de poner tanta fuerza e interés en las compras y ventas de libros a las personas, sin olvidarlas claro, y mejor empezar a hablar de lecturas, porque estas claramente van por veredas distintas en Chile.  Sin la posibilidad de masificar el mercado del principal instrumento lector, habrá que preocuparse más del hábito que de su soporte.

Así las cosas, es que este “veranito de San Juan” en el que podemos hablar de lecturas, resulta interesante la experiencia que implementó la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (DIBAM). El padre de las bibliotecas públicas de Chile, cansado de las quejas de los bibliotecarios en cuanto a que la selección de títulos que entrega el Estado no siempre va con el pulso de lo que la gente pide, le permitió a los mismos bibliotecarios realizar sus compras. Así pues, por primera vez, los bibliotecarios que atienden a los lectores y que son, por ende, los verdaderos libreros que tienen el pulso más honesto de nuestro mercado editorial, tuvieron la posibilidad de recorrer la última versión de la Feria Internacional del Libro de Santiago (FILSA) y entregar un listado de los libros que quieren ofrecer en sus respectivas bibliotecas. Una oportunidad única de nutrirse no solo de lo que el mercado ofrece en cuanto a novedades, sino también de aquellos libros que tantas veces se ven en los escaparates de las regias librerías santiaguinas pero que nunca llegan al resto del país.

La lista de libros solicitada por los encargados de las bibliotecas públicas de norte a sur muestra un Chile diferente, muy lejos de ese que muestran las páginas culturales. Cuando el libro más solicitado es la biografía de Felipe Camiroaga constatamos nuevamente, una cultura nacional, lectora o no, estrechamente relacionada con la televisión y sus personajes. Imbatible Hernán Rivera Letelier con su Historia de amor con hombre bailando, como el chileno mejor posicionado, junto a Pablo Simonetti y La soberbia juventud. Una lista donde la ficción es la reina, con nombres chilenos y extranjeros, pero donde la poesía, la historia o el ensayo, simplemente, no existen. Sí, en cambio, aparecen títulos que jamás estarán en ese exclusivo ranking de libros para lectores santiaguinos que aspira a ser nacional. Allí están la Guía jardinera: Huertos rurales y urbanos, Hijos con autoestima positiva o Tejer a mano, que ponen nuevamente al libro en un espacio muy poco visibilizado pero esencial para esas personas que son parte de ese otro Chile donde el saber aún está en los impresos.

Para que los futuros listados de los bibliotecarios incluyan más que los 16 ejemplares de El Quijote, por ejemplo, o poesía o libros maravillosos completamente ausentes, que el periodismo cultural se abra no solo a las novedades o a las lecturas para llevar a la playa, cuando de libros se trata…y que el Estado, además de afinar lo que quiere la gente y lo que le se está entregando, entienda que esta lista debe mejorar. Pero, sobre todo, que la lectura es lo primordial.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.