Aunque los mercados emergentes tienen un sólido muro de contención de unos US$ 7,7 billones (millones de millones) en efectivo, el último informe del Banco de Pagos Internacionales (Bank for International Settlements, BIS), con sede en Suiza, advierte que éstos han estado incubando una enorme burbuja de crédito de US$ 9,1 billones (millones de millones) desde el 2008, la que podría estallar en cualquier momento a raíz de la sobreviniente contracción económica global de 2014.
Este banco central de los centrales del mundo afirma que los principales mercados emergentes (Brasil, India, China, Turquía, Indonesia y otros) son hoy más vulnerables a un shock de costo del dinero de lo que eran durante la crisis asiática de 1997, que se propagó como reguero de pólvora por Asia y en América Latina, a propósito de la debacle rusa y brasileña de 1998. Esta vez, el BIS advierte que la masiva expansión del crédito hacia bancos y empresas de países en desarrollo, los ha dejado expuestos a los riesgos del alza de las tasas que inició la Reserva Federal en Estados Unidos.
Endeudadas como están, la adicional contracción del comercio mundial les está provocando mayores déficits en sus cuentas corrientes, poniendo en peligro su actividad interna y demanda, merced a una moneda nacional revaluada. En efecto, la producción industrial de Brasil cayó 3,5% en diciembre, la mayor contracción mensual desde diciembre de 2008. Su déficit presupuestario, en tanto, aumentó a US$ 65 mil millones en 2013, mientras el déficit en cuenta corriente creció a 3,7% del PIB, a raíz de la caída de los precios del mineral de hierro.
En el período de bonanza, Brasil ajustó su consumo a esa riqueza crediticia coyuntural, pero ahora debe asumir una contracción de su demanda interna o una devaluación de su moneda para restablecer su competitividad industrial, ambas con obvios riesgos políticos. Brasil sufre la “enfermedad holandesa”, al hacerse dependiente de sus exportaciones de materias primas a China, cuando ese país era el principal demandante internacional. Ahora, la potencia latinoamericana está atrapada y se enfrenta a la necesidad de reformas estructurales a poco de recibir a millones de turistas que visitaran el país con motivo del Mundial de Fútbol.
El documento de trabajo del BIS indica que la mayor integración de las economías emergentes a los mercados mundiales de deuda hizo que sus bonos sean más sensibles a la evolución de los mercados de bonos de economías desarrolladas. La tasa de interés a largo plazo de los países avanzados es hoy más relevante para la política monetaria de las economías emergentes que hace una década, razón que explica el impacto que tendrá sobre éstos el alza de tasas de interés que comienza a experimentar EE.UU.
La reducción paulatina de los planes de estímulo por parte de la Fed ha revertido la tendencia de los flujos de capital y luego del masivo movimiento de recursos, desde el 2008, hacia los países emergentes, ahora se vive la situación inversa. El incentivo para esta partida es el aumento de las tasas, ya sea las de política monetaria o intereses de los bonos del Tesoro. Esta huida de capitales de países como Turquía, Brasil o Indonesia, genera una retroalimentación del riesgo, aumentando sus costos de crédito y potenciando la gravedad del ciclo. Dichas naciones mostraban hace un par de años un sólido crecimiento, baja deuda pública y una clase media en expansión, razones que incrementaron los flujos de capital hacia ella en los últimos cinco años. Pero esos tiempos han terminado y ahora, ante las leves mejoras en EE.UU., el flujo retorna a casa.
De allí que el informe del BIS advierta que las emisiones de deuda a mayor costo en los mercados emergentes pueden provocar una detención repentina en la economía, dejando sin efecto las políticas de sus bancos centrales y amenazando todo el sistema financiero mundial. El caso de Turquía confirma la aprensión: su banco central subió la tasa de interés del 4% al 12% y aun así, los capitales han seguido en estampida. Los efectos recíprocos de la caída de los tipos de cambio y el alza de las tasas de los bonos soberanos pueden terminar en un círculo vicioso de contracción.
El gigante chino, en tanto, después de crecer durante tres décadas a tasas superiores al 10 %, hoy lo hace a una velocidad del 7,5%, lo que implica un descenso del 25-30% anual. Esta caída afecta directamente a las economías dependientes de las compras de China, es decir, los países que viven de la exportación de materias primas, aumentando sus déficits de cuenta corriente y obligándolos a ajustar su demanda interna y a endeudarse a mayor costo.
China ha involucrado a importantes bancos alemanes en su propia burbuja de crédito, incubada durante años en que se suponía que sus tasas de crecimiento se mantendrían inalterables. Dicha burbuja ha estado a punto de estallar, como en el caso del default del China Credit Trust, resuelto por el Gobierno, a fines del 2013, a último minuto. Si bien Beijing tiene recursos para sacar de apuros a su sistema financiero, ya ha manifestado su clara decisión de no socorrer a empresas que hayan operado de manera irracional o fraudulenta.
En el origen, el acceso sin precedentes ni restricciones a los mercados mundiales de capital permitió a empresas y bancos de países emergentes pedir enormes sumas de dinero a una tasa de interés históricamente baja (1%). Estos préstamos, como señaláramos, ascienden a US$ 9,1 billones (millones de millones), la mayor deuda histórica de los mercados emergentes. Tales obligaciones, unidas a las de los países desarrollados (la deuda pública de EE.UU. llega a US$ 17,3 billones, Japón a US$ 9,5 billones) se presentan como un enorme muro que puede parar en cualquier momento a todo el sistema financiero mundial.