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“Sueldo de Chile” y Política Social

Columna de opinión por Roberto Meza
Martes 11 de marzo 2014 0:40 hrs.


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La cotización del cobre en la Bolsa de Metales de Londres abrió esta semana con un retroceso que llevó la libra física del metal hasta el borde de romper el piso de los US$ 3, su nivel más bajo desde junio del 2013. Las razones de esta caída es la preocupación por la ralentización de la economía china -principal demandante del metal rojo- que parece estar yendo más rápido que lo estimado por sus autoridades.

De acuerdo a la visión de especialistas, la tendencia para el commodity es “técnica y fundamentalmente bajista”, es decir, no sólo hay razones coyunturales que explican la disminución de su precio, sino también estructurales, en la medida que se prevé una demanda inferior a la oferta, producto de una mayor aversión al riesgo.

El índice de precios al consumidor (IPC) de China, creció 0,5% en febrero respecto al mes anterior y se situó en el 2% interanual, según la Oficina Nacional de Estadísticas de China (ONE). Esta alza se sitúa por debajo de la de enero, cuando creció 1% respecto al mes anterior y quedó en el 2,5% interanual. Sus envíos, en tanto, se contrajeron 18,1%, frente a un crecimiento de 6,8% esperado, mientras que las importaciones crecieron 10,1% interanual, con lo que la segunda mayor economía del mundo muestra un déficit comercial de US$ 23.000 millones. Ambas cifras avivan temores de una desaceleración mayor de esa  economía.

La noticia no es buena para Chile, cuyos ingresos por exportaciones dependen en más del 50% del metal rojo y porque por cada centavo de dólar que cae su valor, el país deja de recibir unos US$ 100 millones. Hasta ahora el super ciclo de precios del producto se había sostenido gracias a la demanda china y el término del periodo inercial de producción de proyectos que se desarrollaron a inicios de la década pasada. Dichas inversiones, medidas a través de instrumentos de deuda como créditos, bonos y aperturas en bolsa, entre otros, tocaron fondo el 2013, con una obtención de capital que creció sólo 9% respecto de 2012, totalizando US$ 271,5 mil millones. A juicio de los especialistas la cifra da cuenta del momento más bajo de la industria en esta materia.

Un reciente reporte de Ernst&Young dice que entre 2012 y 2013 “en gran parte la obtención de financiamiento apuntó al refinanciamiento de deudas. Las emisiones iniciales de acciones (IPO) cayeron 9%, alcanzado su nivel más bajo desde 2008. Hubo pocas nuevas inversiones en el sector (minero) y la mayor parte del capital recaudado se usó para cubrir proyectos que estaban en desarrollo y no fueron detenidos por las compañías”. Esta inactividad se debió a la crisis financiera mundial, período en el que accionistas e inversionistas aumentaron sus exigencias respecto de los retornos esperados -que incluso derivó en la cesantía de varios CEO- y, como consecuencia, una mayor rigurosidad en la gestión de las empresas mineras, cuyos costos se habían elevado y que en el caso de Codelco, por ejemplo, superaron los US$ 2 por libra.

Según Ernst & Young, como consecuencia de los ajustes administrativos, el sentimiento hacia la minería ha mejorado, con el apoyo de la incipiente recuperación de precios de los metales, por lo que la industria parece recobrar progresivamente la confianza para el 2014. En los hechos, en Chile el Comité de Inversiones Extranjeras ha aprobado solicitudes de inversión vía DL 600 por US$ 15.454 millones en los primeros tres meses del año (US$ 7.825 tramitadas durante el 2014 y US$ 7.629 millones iniciadas hacia fines del 2013) de las cuales US$ 6.113 millones (39,6%) corresponden a Minería.

Sin embargo, las malas noticias provenientes de Asia, más allá de las decisiones de política interna, pueden jugarle una mala pasada al país y junto con la incertidumbre propia de los cambios de Gobierno, retardar las decisiones de materialización de dichos proyectos, cuya maduración es tan larga como los de energía y que requieren de estabilidad institucional, política y económica.

El retraso de tales inversiones no sólo incide en una menor actividad económica, con su derivada de menor empleo, sino en las expectativas de los agentes respecto del acceso a divisas, haciendo subir el tipo de cambio –que ha superado los $570 por dólar- e impactando en precios de productos que se transan en esa moneda, entre ellos, los combustibles derivados del petróleo. Sus valores, como hemos visto, se están instalando en niveles cercanos a los $1.000 el litro, sin muchas expectativas de que caigan, dado el alza de costos de la industria petrolera, que está buscando un precio del barril del orden de los US$ 100. La alternativa es una baja en el impuesto específico, pero tal decisión, por otro lado, reduce los ingresos del Fisco y afecta sus posibilidades de política social.

La complejidad de los efectos de la evolución de los diversos componentes del sistema económico internacional recomienda siempre un prudente tipo de administración local de las decisiones macro, aunque en Chile, especialmente, la adopción y /o extensión de medidas de política que apunten a reducir la aun excesivamente alta dependencia de Chile del metal rojo.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.