En algunos medios de comunicación se ha comparado este conflicto, que enfrenta a Rusia con la Unión Europea y Estados Unidos, con la guerra fría. Más aún si se considera la forma en la que ha escalado. Sin embargo, para Gilberto Aranda, coordinador del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile (IEI), esta crisis responde más bien a lo que denomina “el cierre de los agujeros negros provocados por el colapso de la Unión Soviética”.
Así, después de dos décadas y un poco más, se comenzarían a solucionar los cabos sueltos, pero ahora con una Federación Rusa ya recuperada, capaz de anexar en un proceso administrativo, que no duró más de 15 días, a la península de Crimea, ubicada al sur del territorio ucraniano, después de que ésta realizara un referéndum donde un 96,77 por ciento de los ciudadanos optó por retornar a la nación a la que perteneció hasta 1954.
La ONU se pronunciaría sobre esto, pero para Aranda, más allá de lo que puedan decir otros países, la incorporación ya es un hecho.
“La incorporación de la República Autónoma de Crimea, ex territorio de Ucrania, a la Federación Rusa, es un hecho consumado y no hay vuelta atrás, lo que significa que más allá de las sanciones económicas y administrativas que Europa y Estados Unidos han implementado, las propias potencias occidentales reconocen que el tema está cerrado. Por lo tanto, las sanciones hay que interpretarlas como un movimiento para dejar en claro que no existe disposición para que otras zonas de Ucrania se incorporen”, explicó.
El especialista afirmó que estas sanciones económicas entregadas por los Estados Unidos y la Unión Europea, así como la salida de Rusia del G8, que ahora pasa a ser G7, son una señal de descontento, pero son temporales. Lo que sí sería intolerable, aseguró, es que Rusia le diera su apoyo a otras zonas que quieren independizarse, más aún si se ubican en las cercanías del Mar Negro.
“Hay otras ciudades que también exigen su salida de Ucrania, como el caso de Odessa, que se encuentra junto al mar Negro, que es estratégico por muchos motivos y que ha sido una obsesión histórica de Rusia, particularmente de Crimea, porque a través del Mar Negro, además de que va el transporte energético y antaño era una zona cerealera, da la salida inmediata al Mar Mediterráneo”, aclaró.
Esto no es impensado. Un amplio territorio ucraniano es pro-ruso, en una nación con un alma y una historia profundamente dividida entre “el eje este”, inclinado a Rusia, y el oeste, que colinda con los países de Europa oriental. Pero, ¿hasta dónde pueden llegar las tensiones? El académico y magíster en estudios internacionales reflexionó al respecto.
“Si Rusia alienta y se involucra directamente con otro movimiento secesionista podríamos pensar que las sanciones económicas escalarían a otra dimensión. Podríamos ver instalados y desplegados también otro tipo de armamento y efectivos en zonas cercanas a un eventual teatro de operaciones. No estoy diciendo que con esto se va a desatar la guerra, pero enviar tropas es sinónimo de una voluntad de querer hacer algo que finalmente no se hace”, aseveró.
La preocupación de oriente no sólo pasa por el futuro de Crimea y una eventual división desde estas zonas geopolíticamente estratégicas, ya que otros países de Europa podrían imitar esta fórmula e impulsar sus movimientos independistas. En esa línea está Transnistria, un pequeño y angosto territorio ubicado entre Moldavia y Ucrania, de profunda inspiración soviética, y que ya se “independizó” de Moldavia en 1990, pero la acción no fue reconocida.
En ese escenario, Gilberto Aranda indicó que en esta historia se están cerrando los capítulos de los años noventa, aunque aseguró que el Interés expansionista de Rusia por Ucrania y Crimea no es sólo económico, político o estratégico, sino que tiene que ver con vínculos históricos que hablan de sentido de nación.