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Sobre el Mundial: Juicios que hacen pensar

Francisco Cárdenas

  Miércoles 2 de julio 2014 16:27 hrs. 
MUNDIAL

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Hay dirigentes que venden o compran resultados, penales, goles fantasmas, sorteos y campeonatos. Otros apuestan, roban, o profitan. Los árbitros inventan o se equivocan sospechosamente. Los jugadores fingen. Hay quienes pegan decidida y descaradamente ensuciando todo. Muchos se gritan, insultan, toquetean, dan cabezazos o escupen. Incluso están los que reconocen haber usado alfileres para espantar al rival. Otros, los menos, muerden.

En el mundo que gira en torno al fútbol, y que por desgracia se ha apoderado de él, existen muchas incongruencias y desastres. Uno de ellos surge de juzgar sin justicia, sin equidad. La mordida de Luis Suárez a Giorgio Chiellini en el partido que enfrentó a Uruguay contra Italia, es un error que merecía sanción. Aunque no lo haya visto el árbitro es una falta grave y debió ser castigada de ese modo. Tres partidos en la banca era lo justo. Es lo que determina el reglamento y era en este caso una terrible desgracia para el jugador (que solo hubiera vuelto a jugar si su selección accedía a la final) y para la selección charrúa que perdía a uno de los mejores delanteros del mundo.

La expulsión del Mundial. la imposibilidad de acompañar a su equipo y alentar a sus compañeros. El trato, las burlas y la rigurosidad son repulsivas. El acoso y el desprestigio gratuito parecen el comportamiento de una mafia implacable y autoritaria. Un error dentro de la cancha lo comete cualquier jugador porque en la intensidad del partido son muchas las cosas que pasan por la cabeza, las pulsaciones son altas y los tiempos de decisión son reducidos. Tal vez eso no lo sepan los burócratas de la FIFA más acostumbrados a decidir entre lujos y vasos de whisky. Suárez debió haber pedido disculpas, reconocer que se había equivocado y asumir la suspensión. Un error deportivo se resuelve deportivamente, no con juicios morales baratos, con desconocimiento ni “sangre en el ojo”.

¿Pero cuál de todos los males nombrados resulta más grave? Si miramos el origen y la historia de casi todos los futbolistas de nuestro continente, veremos que la formación que poseen es relativamente baja y que el fútbol apareció en sus vidas casi como la única oportunidad. Hay que ser comprensivos y entender los errores, aunque a veces parezcan brutales. Pero lo terrible es que los dirigentes que hoy castigan y critican con severidad, son los mismos que antes se aprovecharon de esa debilidad para robarles porcentajes millonarios y enriquecerse a su costa. Los mismos a los que nunca les ha interesado invertir en la formación integral de los deportistas y no solo en su entrenamiento físico. Los mismos que se enriquecen de la miseria y la ignorancia sin culpas. Los que tachan de inaceptable una mordida pero no hacen nada contra los escándalos desatados al interior del ente rector del fútbol profesional. Cuestión de criterio o juicios valóricos diferentes.

El efecto ha sido inmediato. Las escenas del jugador despidiéndose de sus compañeros y expulsado del Mundial como si fuera un delincuente fueron indignantes. Uruguay recibió el golpe y perdió inapelablemente contra una selección colombiana, que dicho sea de paso, está muy bien entrenada y afinada. ¿Hubiera sido distinto con Suárez? es imposible saberlo ahora pero todos los uruguayos se sienten, razonablemente, perjudicados. Y es correcto solidarizar con ellos.

En el fútbol que imaginamos no hay mordidas pero tampoco hay corrupción, especulación o desprecio por el otro. No hay dirigentes que obligan a cortarse la cabeza o las piernas. No hay jugadores que aceptan la trampa ni el engaño ni fingen morir en cada falta. En el fútbol que imagino no hay publicidad de empresas farsantes. No hay sedentarios y obesos empresarios enriqueciéndose con el deporte. No hay apuestas sucias, no hay abuso.

En este mundial se han visto cosas extrañas que no nos gustan y que empañan el espíritu deportivo, la justa competencia y la certeza del resultado. La FIFA ha excedido profundamente sus funciones, capacidades y destrezas. Han convertido el mundial de fútbol en un espectáculo opaco y deslucido. Es necesario y urgente cambiar el rumbo.

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