El concepto de hombre político que acostumbramos a utilizar tiene su origen en la Grecia Antigua, considerada como la cuna de la democracia occidental. Ese concepto suponía , para los griegos, que los ciudadanos que asumían una responsabilidad en los asuntos de la ciudad-Estado, la polis, lo hacían para asegurar que la comunidad conservara su armonía respetando los principios de la igualdad y de la justicia entre todos los ciudadanos. Las responsabilidades se asumían después de una elección en asamblea o de un sorteo y no eran remuneradas.

Así, las prácticas de la clase política que nos gobierna después de la dictadura no corresponden a ninguna de las exigencias arriba señaladas. Por el contrario, los miembros de ella , que ocupan parlamento, ministerios y presidencia , así como gobernaciones e intendencias, infringen groseramente todas las normas que los griegos exigían de sus dirigentes.

Nuestros políticos actúan en general como si los cargos que ejercen fuesen un fondo de comercio que hay que explotar hasta la liquidación del stock de las dietas, así como de las primas y asignaciones de todo orden que las acompañan. Muy frecuentemente, por lo demás, se ha instalado el hábito de que los puestos se heredan, al interior de una misma familia, o que se trasmiten de una generación a la otra, una práctica que corresponde bastante bien a lo que se observa en el mundo comercial donde es frecuente el traspaso de la tienda o la empresa a algunos de los retoños.

Hablar de político chileno es por lo tanto una afirmación desprovista de sentido, de tal manera que si quisiéramos encontrar en nuestro país unas personalidades políticas que puedan acercarse al modelo de la Grecia Antigua , habría que ir buscarlas entre los jóvenes que han asumido la responsabilidad de tomar en sus manos su futuro y el de nuestro país.

José Cañas C.