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Los aliados y rivales económicos de las principales candidatas a la Presidencia en Brasil

De cara para los comicios presidenciales en Brasil las encuestas muestran un fuerte enfrentamiento entre dos figuras femeninas: la candidata del Partido de los Trabajadores (PT), Dilma Rousseff y Marina Silva, quien se posicionó rápidamente después de reciente muerte del candidato del Partido Socialista Brasileño, Eduardo Campos, quien falleció en un accidente aéreo.

Paula Correa

  Domingo 7 de septiembre 2014 16:45 hrs. 
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Marina Silva, reconocida activista del ecologismo, fue ministra de Medioambiente del Presidente Lula Da Silva y luego se convirtió en senadora, desde donde ocupó la tribuna parlamentaria con un discurso marcado por el rechazo a los alimentos transgénicos y el modelo de utilización de grandes hectáreas de tierra para la producción de hidrocarburos.

Este es uno de los principales puntos de enfrentamiento y diferencia entre ambas competidoras, puesto que en el Gobierno del PT se profundizó el modelo petrolero y la lógica mercantil, lo que ha sido cuestionado por organizaciones sociales como el Movimiento Sin Tierra, ambientalistas y verdes, de quienes iría captando el voto y perdiendo a su vez el apoyo de la agroindustria.

Miguel Ángel López, académico del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile afirmó que la encrucijada de la candidata es compleja.

“Marina Silva partió con un perfil muy ambientalistas. Ella apoyó mucho a grupos ambientales durante toda su juventud pero, sin embargo, complementa eso con el desarrollo. Eso atrae un poco a empresarios, pero su defensa tan férrea al medioambiente también aleja a otros empresarios en rubros vinculados a áreas productivas que son más perjudiciales hacia el medioambiente”.

La candidata se ha caracterizado por un perfil verde.

La candidata se ha caracterizado por un perfil verde.

Pero esta “postura progresista” de Marina, se templa con su mirada evangélica, donde se expresa un rechazo a temas emblemáticos como la unión homosexual o el temas aborto. Esto la convierte en una líder controvertida, pero que además cuenta con el apoyo de algunos sectores económicos de peso denominados “el gran capital progresista”. De hecho, una de sus cercanas es María Alice Setubal, quien dirige la fundación que controla Banco Itaú, el mayor banco privado del Brasil.

Estos sectores estarían potenciando a esta nueva contendora. Si bien el voto ideal de la derecha económica sería Aecio Neves de la Social Democracia, éste contaría con una votación muy baja, inferior al 15 por ciento. Para Esteban Silva, Director del Instituto Latinoamericano de Altos Estudios (ILAES) los grandes empresarios verían en la nueva candidatura un menor soporte institucional que el que tiene el Partido de los Trabajadores y con ello, la oportunidad de derribarlo.

“Han habido avances desde el punto de vista de políticas progresistas en el gobierno de Dilmah Rousseff en términos de intentar fomentar la industria nacional y el desarrollo y crecimiento de inversión de capitales nacionales por sobre la lógica de los capitales especulativos financieros. Esto toca a la banca y a los intereses bancarios propiamente tal”, dijo Silva.

Aecio Neves

Aecio Neves

Por lo mismo, la prensa y los medios de comunicación se inclinan a potenciar la candidatura de Marina Silva. Sin embargo, advirtió, no son opciones muy diferentes. Ambas buscan mantener la estabilidad económica brasileña, generada por el petismo, porque provienen del mismo sector. El analista Internacional Pablo Jofré destacó este punto.

“Por primera vez lo que se conoce como el lulismo, es decir los herederos del gobierno de Lula, están enfrentando a un personaje que ha surgido del interior del lulismo que está cortando, por la mitad dicen algunos autores, por la mitad la base electoral que tiene el gobierno de Dilmah Rousseff y sin duda está amenazando la estabilidad misma de la posibilidad de que esa candidata vuelva a ser reelecta”, señaló Jofré.

Pero para los sectores más críticos, el PT tampoco ha generado reformas estructurales, bastante por debajo de los cambios que se prometieron en 2002 cuando asumió el primer gobierno de Lula. En ese sentido, efectivamente existe una disputa sobre la concepción de desarrollo, pero siempre enmarcada en el mismo soporte.

Dadas esas condiciones, la contienda electoral no modifica el rol que ha jugado Brasil en América Latina en los últimos años, así como su relevancia en las ligas del desarrollo que lo tienen fuertemente instalado en los BRICS.

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