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Marc Augé: “Las reivindicaciones autonómicas tienen un trasfondo económico”

El influyente antropólogo francés, autor del concepto de sobremodernidad, está en Chile para participar del lanzamiento de su primera obra publicada en el país, “Cinco conferencias sobre antropología y globalización: Las conferencias del Sur”.

Patricio López

  Miércoles 15 de octubre 2014 11:03 hrs. 
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Este miércoles 15 de octubre a las 18 horas, en la casa central de la Universidad Católica se presenta el primer libro que el reconocido antropólogo francés Marc Augé ha publicado en Chile. Se trata de “Cinco conferencias sobre antropología y globalización: Las conferencias del Sur”, cuya publicación ha sido realizada por Ediciones Universitarias de Valparaíso, sello de la U. Católica de Valparaíso. En el contexto de esta visita concedió esta entrevista a Radio Universidad de Chile.

Usted acuñó el término “no lugar” para referirse a la virtualización de la relación del ser humano con su entorno, por la obra de internet y la televisión ¿Cuáles son los efectos que ese proceso ha tenido en una suerte de desasosiego del ser humano de nuestro tiempo?

Hay una relación de nuevo tipo entre las personas. Se tiene la idea de que tenemos muchos amigos, pero en realidad no se les conoce. Pero, de manera más general, tenemos una relación más exacta con el mundo, noticias desde cualquier parte del planeta. Es evidente que este hecho es per sé nuevo. Es la primera vez, en la historia de la humanidad, que podemos tener simultáneamente información de América, Rusia o de cualquier parte. Todo parece muy cerca, pero paradójicamente el ser humano padece mucha soledad al no sentirse parte de un lugar, que es lo que otorga identidad y vínculos con los otros.

Su trabajo nos habla del modo en que ese “no lugar” ha diluido la identidad, pero simultáneamente la política internacional nos habla de la reivindicación de las identidades locales en respuesta a la acción homogeneizadora de la globalización ¿Cómo entender esa aparente paradoja?

Son parte de una misma cosa. Hablamos cada día más de la identidad de las grandes ciudades o de las regiones y menos de las naciones. En Europa, por ejemplo, regiones como el norte de Italia o Cataluña son ricas y, al parecer, quieren tener relaciones directas con el sistema mundial sin la mediación del Estado-Nación. Esas reivindicaciones, en principio culturales o de identidad, tienen un trasfondo económico en la medida que se hacen para insertarse de mejor manera en el sistema mundial.

Hay un desplazamiento de la noción de identidad desde la nación, como era antes, a un espacio cada vez más regional, pero en paralelo también hay una necesidad de identificación con lo global. En ese sentido, es posible hablar de una crisis del sentido nacional en ciertos aspectos, pero por lo mismo no hay una contradicción entre las reivindicaciones locales de identidad y la globalización.

Además, en el sistema de la globalización hay siempre una valorización de los aspectos locales que se manifiesta incluso en el mercado, en el aspecto del consumo.

Estar en el mundo desde en un “no lugar” ¿Qué efectos políticos y sociales novedosos tiene en relación a lo que habíamos conocido a lo largo de la historia?

Vale la aclaración de que este fenómeno no ocurre igual para todos. No todos los hombres viven a escala planetaria, puesto que a ella se accede a través de las imágenes que proveen la televisión o internet. Es  importante la relación con las imágenes, porque cada día más pensamos conocer a los otros cuando reconocemos su imagen. Pero, volviendo al punto, hay millones que están excluidos, tal como hay millones que forman parte de la circulación de las personas y que tratan de salir de su marginación de la escala planetaria, como los africanos que cruzan el mediterráneo. Hay una globalización gloriosa, pero hay una globalización de los pobres también. Es una situación llena de contradicciones y de diversidad, que nos presenta frecuentemente nuevos elementos para el análisis.

Hablemos de la relación entre los lugares y los no lugares, que es una manera de hablar de la convivencia de dos épocas…

Claro, porque hay que decir que no existe una lista de “lugares” o de “no lugares”. Unos y otros pueden serlo en el mismo espacio, dependiendo de la gente o de otras condicionantes. Porque nuestra forma histórica de vinculación con el mundo convive con la extensión de los espacios de comunicación y de circulación del consumo.

Estos aspectos incluso pueden dar nacimiento a nuevos “lugares”. En las afueras de París, hay gente que va al mercado tradicional el domingo y así hay muchas iniciativas que se hacen con la voluntad de reivindicar un “lugar”, que es una forma de reivindicar una identidad.

En ese contexto ¿por qué le interesó, como objeto de estudio, la bicicleta y su uso?

Porque me parece que es una experiencia interesante en la vida de la ciudad moderna, ya que el uso de la bicicleta da vida a nuevas formas de relación social. Incluso han surgido clubes, aunque también formas de organización más espontánea que nos hablan de una posibilidad más grande de establecer relaciones.

Por ejemplo, no es común por razones obvias ver a ciclistas con aparatos portátiles que ensimisman, por lo tanto, el solo hecho de andar en bicicleta es una oportunidad para conversar e intercambiar. Estoy pensando, por ejemplo, en las ciudades del centro de Italia, donde hay una vida en la ciudad a través de la bicicleta que es una forma de resistencia, por decirlo así.

Además, la bicicleta nos obliga a avanzar por la ciudad en un espacio y un tiempo determinado, lo que nos vuelve a vincular de manera concreta con estas dimensiones. Eso, aunque yo ya no pueda hacerlo como hace algunos años, pero como sea es una acción que se opone a la lógica mediática de la instantaneidad. Hay que reaprender el uso del espacio y el tiempo y la bicicleta nos ayuda en eso.

En ese sentido, la bicicleta nos devuelve un lugar para relacionarnos con nuestra ciudad.

Sí, incluso hay caminos que podemos tomar con la bicicleta que no podemos recorrer en metro, en bus o en auto, que nos ayudan a ver y conocer cosas nuevas de nuestro entorno. Ni más ni menos, se nos produce una nueva perspectiva de la ciudad y por lo tanto de nuestro mundo, a través del pedaleo.

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