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Las interrogantes que deja la última versión de la Feria del Libro de Santiago

Rodrigo Alarcón

  Domingo 9 de noviembre 2014 11:02 hrs. 
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Luego de 17 días de actividades, este domingo finaliza la versión número 34 de la Feria Internacional del Libro de Santiago (Filsa). Más de 50 escritores extranjeros invitados, 170 expositores y más de 800 editoriales representadas prometía el evento, que este año nuevamente cambió la figura del país invitado por la de los autores.

¿Qué deja esta edición de Filsa? En cuanto a público, la Cámara del Libro hacía un positivo balance luego del primer fin de semana e indicaba que la asistencia había aumentado un cinco por ciento respecto de la misma fecha del año anterior.

Antes del último fin de semana, la gerenta general de la asociación gremial, Paulina Retamales, manifestó a Radio Universidad de Chile su satisfacción por la convocatoria, aunque indicó que el hecho de tener un día festivo menos que la versión anterior repercutiría en la cifra final. Por eso, dijo, el objetivo era repetir la cantidad del año pasado: 300 mil personas.

Asimismo, consideró que la Feria del Libro de Santiago se ha posicionado en el contexto latinoamericano gracias a su programa de actividades: “Estamos apostando por posicionarnos en este ranking de ferias, por así decirlo, con un programa cultural más propositivo, con ideas renovadas y atractivas. Hay un programa diferente a lo que se está ofreciendo en Buenos Aires y Guadalajara y creo que eso lo aprecia el público. Aquí no solo vienes a comprar las últimas novedades editoriales, sino que también a participar de este programa a través de talleres, diálogos y otras actividades. Ese es el atractivo”, afirmó.

Sin embargo, no todos comparten ese diagnóstico. El escritor Diego Zúñiga, miembro además de la editorial Montacerdos, sostuvo que la programación de los últimos años ha sido débil, quizás porque Filsa se realiza en noviembre y no a inicios de año, como las ferias de Buenos Aires, Bogotá y Lima, lo que podría perjudicar la llegada de nombres atractivos. “Al menos faltan un par de figuras grandes, que puedan convocar desde la literatura. Violetta, la cantante y actriz argentina, vino a presentar su autobiografía y obviamente fue una revolución de público, pero eso tiene poco que ver con la literatura”, señaló el autor de Racimo.

“Sería bonito tener un Premio Nobel. Siempre he pensado por qué no invitan a Murakami, por ejemplo, que a mí no me gusta mucho, pero no tengo duda de que llenaría una sala y lo que hace es literatura. Creo que lo de la programación se puede revisar, aunque hay una serie de factores, como el dinero y el tiempo”, añadió el periodista, quien de todos modos destacó que las editoriales independientes tengan un pabellón propio y distinguió especialmente el stand de sellos latinoamericanos. “Los libros no están nada de baratos, pero es un lujo”, afirmó.

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El programa de la Feria tampoco convenció a la académica Alejandra Araya, consejera del Observatorio del Libro y la Lectura, iniciativa conjunta entre la Universidad de Chile y la misma Cámara. “El público está cada vez más segmentado por horarios y tipos de días y, al ser muy larga, se ha perdido el impacto que tiene como espacio donde te enteras qué está pasando y qué se está pensando en Chile a partir de la publicación de sus libros y autores. La Feria refleja la falta de contenido que nos aqueja hoy”, indicó la directora del Archivo Central Andrés Bello, quien lamentó que “siendo tan pocas las instancias culturales que pueden convocar público de diversa naturaleza, eso se desaprovecha en la Feria, aun reconociendo su aporte, riqueza y trayectoria”.

“No es la instancia en la cual puedes escuchar a las personas que debieras conocer y oír y, a partir de eso, debieras leer, que es lo que se ve en ferias de otras partes del mundo”, sintetizó.

¿Por qué pagar entrada?

El sábado por la tarde, a un día del término del evento, una buena cantidad de público paseaba entre los escaparates. No obstante, un recorrido por la Feria, un día de semana, permitía recoger impresiones no muy positivas entre las personas que atendían los stands. “Ha estado flojo”, coincidían varios vendedores. “Ha sido un desastre”, decían los más críticos, aunque todos compartían que la asistencia repuntó los miércoles, cuando la entrada era gratuita para las mujeres.

Ese es, justamente, una de las respuestas que asomaba con mayor frecuencia al preguntar por las causas de la baja afluencia de público: el costo de la entrada, que alcanzaba dos mil pesos en la semana y tres mil los fines de semana y festivos.

El director de Ceibo Ediciones, Dauno Tótoro, consideró por ejemplo que el cobro “atenta contra la posibilidad de que venga más gente, porque no deja de ser: pagar dos o tres mil pesos de entrada, sobre todo cuando a la Feria no vienes solo, sino que normalmente con un grupo familiar, se hace pesado”.

“En Chile los precios son elevadísimos en comparación con Buenos Aires o México, entonces venir a la Feria no es una actividad popular, para nada. De por sí, la compra de libros acá no es una actividad popular y si más encima te cobran para ir a ver portadas de libros dispuestos en un mesón, es un poco absurdo. Se debería hacer un esfuerzo por eliminar el costo de la entrada a la feria”, afirmó.

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“Me parece un escándalo”, añadió Diego Zúñiga, quien señaló que “es algo que hay que replantearse”, sobre todo considerando que la Filsa tiene varios ingresos.

Primero, el alquiler que pagan las editoriales: los stands más pequeños, ubicados al fondo de la Estación Mapocho, cuestan alrededor de 1.300.000 mil pesos más impuestos, y las cifras crecen en el caso de los pabellones que instalan los grandes sellos. Además, hay aportes privados importantes, como el que la CMPC hace a través de la Ley de Donaciones Culturales. Finalmente, el Consejo de la Cultura contribuye con recursos que, en esta ocasión, alcanzaron 83 millones de pesos.

Ninguno de esos aportes sirven para arrendar la Estación Mapocho, porque existe un convenio en que la Cámara del Libro se compromete a “reinvertir” lo que pagaría en arriendo a través de la programación cultural de la feria.

A pesar de eso, la gerenta Paulina Retamales justificó el costo de los boletos: “Históricamente se ha cobrado entrada y es uno de los ingresos que mantiene a la Feria funcionando. La mayoría de los expositores son conscientes de esto, porque han participado durante años y no es algo nuevo. Lo que sí es nuevo es que hay una serie de promociones de gratuidad para profesores, mujeres y estudiantes y también concursos”, explicó la representante de la Cámara del Libro, quien dijo que los ingresos por entradas son “importantes”, sin precisar números.

“Yo creo que debería ser gratuita. Si está subsidiada, no entiendo por qué hay que cobrar”, observó Alejandra Araya. “Y si es cierto que se necesitan las entradas para mantenerla, transparentemos eso y la pelea es que sea efectivamente subsidiada, porque es uno de los acontecimientos culturales del país. El tema es que no hay una concepción sobre qué es una política pública. Si tuviéramos una política pública comprometida con la difusión de la cultura, entonces estas cosas deberían ser gratuitas”, concluyó.

Fotos: Gentileza Filsa.
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