Muy temprano en la mañana, los medios de comunicación comenzaron a estremecerse con la noticia, se pasaba del estupor y la incredulidad a la fanfarria y la confirmación de que lo que se escuchaba era cierto: Cuba y Estados Unidos habían acordado un mecanismo de negociación para el restablecimiento pleno de sus relaciones diplomáticas.
Las reacciones no se hicieron esperar, desde la euforia comprensible, a veces excesiva de algunos, hasta el rechazo cavernario de otros, sobre todo los de Miami. A primeras horas del día, varios amigos inquirieron mi opinión, e invariablemente dije que antes, se debía escuchar a los cubanos y al gobierno de Estados Unidos de manera directa.
Entonces, vino la voz pausada, la lectura precisa del Presidente Raúl Castro seguramente meditada por mucho tiempo y redactada en el colectivo de dirección del partido y del Estado. La conexión con su pueblo era evidente, los periodistas de todos los medios internacionales que hacían entrevistas en las calles de La Habana nos permitían escuchar invariablemente el orden de prioridades que le daban los ciudadanos de la isla a la noticia: Primero, la felicidad por el retorno de sus Héroes injustamente detenidos durante 16 años en las cárceles del imperio. Segundo, la posibilidad cierta de la reunificación de la familia cubana y en tercer lugar, la esperanza de que el anuncio del restablecimiento de relaciones diplomáticas conduzca al fin del criminal bloqueo económico y comercial que ya dura más de medio siglo.
En palabras de Raúl, “Esto no quiere decir que lo principal se haya resuelto. El bloqueo económico, comercial y financiero que provoca enormes daños humanos y económicos a nuestro país debe cesar. Aunque las medidas del bloqueo han sido convertidas en Ley, el Presidente de los Estados Unidos puede modificar su aplicación en uso de sus facultades ejecutivas”. Perfecta sintonía con lo que el pueblo manifestaba en las calles. Tan larga espera ha enseñado a los cubanos el valor de la mesura, la discreción, la paciencia y la cautela. No se puede bajar la guardia ante un adversario tan poderoso.
Pero, ¿qué puede decir un observador externo ante tal trascendental hecho? Las evidencias indicaban que esta decisión se iba a concretar más temprano que tarde. Apenas hace 10 días, el 7 de diciembre pasado le escribí una carta a un amigo que vive en La Habana en la que en una de sus partes le decía “…Todo indica que al bloqueo le queda poco, pero no sé cuánto demore en restablecerse un funcionamiento pleno…” . Sin embargo, ello no obsta para que una vez superada la emotividad inicial del momento, sin dejar de manifestar la felicidad compartida con millones de cubanos al ver a los tres héroes regresando a casa, resulta tarea complicada intentar un análisis, dada la magnitud y el impacto de la multi noticia.
En el marco de las relaciones internacionales, tal vez lo primero sería decir lo obvio: la medida clausura definitivamente la guerra fría en el hemisferio occidental, 25 años después de la caída del Muro de Berlín. No había soporte ni validez jurídica en los argumentos estadounidenses para mantener una situación creada en un momento de bipolaridad rígida del sistema internacional. Valdría sí, decir que los intentos de Estados Unidos por apoderarse de Cuba se remontan hasta 1801 cuando era presidente de ese país Thomas Jefferson.
En su discurso, el presidente Obama dijo algunas cosas interesantes. Empezó reconociendo que el bloqueo y la ausencia de relaciones diplomáticas eran un “enfoque obsoleto” que “fracasó” en el intento de promover los intereses de Estados Unidos. Aunque recordó a Playa Girón, dijo que su país ha apoyado la democracia y los derechos humanos en Cuba. Debe ser por eso, que tan pronto conocerse la noticia, renunció a su cargo Rajiv Shah, administrador de la Agencia estadounidense para el Desarrollo Internacional (USAID), organismo del gobierno de Estados Unidos que tras la pantalla de la cooperación para la democracia, financia acciones de desestabilización e injerencia en el mundo, fracasando en Cuba una y otra vez.
El presidente estadounidense hizo una relación de medidas adoptadas por los gobiernos de su país durante más de medio siglo, reconociendo que ningún otro país ejecuta tal tipo de acciones y aceptando que todas ellas fracasaron, si se considera que la revolución bajo la conducción de Fidel y Raúl Castro continúa en el poder. En paralelo, habría que decir que el fracaso de estas medidas, no impide que el gobierno de Estados Unidos las implemente hoy contra Irán y Rusia.
Obama reconoció el desarrollo de Cuba en materia de salud y valoró altamente la posibilidad de que estadounidenses y cubanos trabajen juntos en esa materia y otras como, inmigración, antiterrorismo, tráfico de drogas y respuesta a catástrofes. Encomió el trabajo conjunto de ambos países en la lucha contra el ébola.
A continuación, planteó su nueva política para tratar de torpedear la revolución cubana a través de métodos “light” que no causen tanto rechazo en la comunidad internacional, “…podemos hacer más para apoyar al pueblo de Cuba y promover nuestros valores mediante la participación”, considerando que el “aislamiento no funcionó”.
Informó que revisara la presencia de Cuba en la lista de países que promueven el terrorismo, a todas luces una aseveración absurda y sin fundamento y enumeró las primeras medidas de liberalización económica de las relaciones, todo lo cual significan importantes, pero aún insuficientes pasos en el camino hacia el fin del bloqueo.
Con el cinismo y la soberbia típica de los presidentes estadounidenses dijo que no dudaba que seguían existiendo “…barreras continuas para la libertad de los cubanos comunes. Los Estados Unidos creen que ningún cubano debe enfrentar acosos, arrestos o golpizas simplemente porque ejerce un derecho universal de expresar su pensamiento, y continuaremos apoyando a la sociedad civil en ese asunto”: Debe ser que no ha tenido tiempo de leer los noticieros de su país y tal vez no sepa lo que ha ocurrido en Ferguson, Cleveland o Nueva York. Como dice la jerga popular “Debería arreglar la casa, antes de predicar en hogar ajeno”
Pero bueno, a pesar de los alertas necesarios, en el marco de comprensión de las limitaciones de un presidente estadounidense, es bueno aceptar la valentía de Obama, cavando la fosa para enterrar el cadáver de una política de agresión, violatoria del derecho internacional que no funcionó.
Muchos se preguntan, ¿por qué el presidente de Estados Unidos toma tal decisión en este momento? Pienso que las respuestas están en el análisis de la situación geopolítica internacional, sin obviar algunos elementos de la política interna de Estados Unidos. Daremos algunas opiniones al respecto.
Las nuevas generaciones de cubano americanos rechazan mayoritariamente el bloqueo, tal como el propio presidente reconoció en su discurso, en ese sentido el tradicional lobby cubano de Miami se ha debilitado en términos de apoyo financiero y electoral a las campañas de los partidos políticos. Obama, ha estimado que hoy, puede prescindir de quienes en el pasado jugaban un papel decisivo en las elecciones de Estados Unidos como se manifestó en el colosal fraude electoral que le dio el triunfo a George Bush frente a Al Gore. Por otro lado, empresarios de todo tipo, pero, de manera particular del sector agrícola del sur de Estados Unidos, han incrementado sus vínculos con Cuba. Son estados que se caracterizan por su alta producción de alimentos y consideran a Cuba un mercado natural para una producción que está siendo desplazada sobre todo por Brasil Argentina y otros países. Finalmente, el peso de 10 editoriales del New York Times, demostrando la obsolescencia del bloqueo, eran expresión de un poderoso sector que no representa sólo a los magnates de los medios de comunicación, también a algunos de los más poderosos lobbystas vinculados al sector empresarial y financiero que ningún presidente puede obviar.
En el plano internacional, la votación anual en el seno de la Asamblea General de la ONU mostraba a un Estados Unidos aislado, solo apoyado por Israel. Pero, se debe recalcar que ha sido trascendental en los últimos años el soporte unánime de una América Latina y Caribe unidos que una y otra vez, de manera colectiva a través de los mecanismos multilaterales o de forma individual manifestaron al presidente de Estados Unidos la inconveniencia de seguir manteniendo el bloqueo.
En este contexto, influyó el incremento de la relación mutuamente ventajosa de América Latina y el Caribe con Rusia y China. Mientras los presidentes de esos países Vladimir Putin y Xi Jinping se paseaban por la región manteniendo y elevando los vínculos multilaterales y bilaterales, Obama debía dar cuenta en cada reunión, del bloqueo a Cuba y las migraciones. En el último mes, le apuntó a ambos temas, avanzando en la desactivación de dos conflictos que le permitirán desplegar una alfombra suave por donde podrá caminar más seguro a la Cumbre de las Américas de Panamá en el venidero abril de 2015. Tal vez, sea ésta la manera que Obama ha decidido para volver a una región que tradicionalmente ha sido su aliado seguro en el tablero global
En los tiempos modernos, frente al desatado individualismo, el consumismo desenfrenado y las prácticas putrefactas de la democracia corrupta, una vez más, Cuba se yergue enhiesta enarbolando sus principios, valores, su dignidad y honor. Que nadie le arrebate esta victoria, que nadie se haga dueño de un combate que los cubanos han librado por décadas al precio de su sacrificio y de la sangre de algunos de su mejores hijos.
Tal vez hoy, los cubanos canten una vez más junto a Silvio: “Dicen que me arrastrarán por sobre rocas cuando la revolución se venga abajo, que machacarán mis manos y mi boca, que me arrancarán los ojos y el badajo, será que la necedad parió conmigo, la necedad de lo que hoy resulta necio: la necedad de asumir al enemigo, la necedad de vivir sin tener precio. Yo no sé lo que es el destino, caminando fui lo que fui allá dios que será divino. Yo me muero como viví”.