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Con políticas de inclusión Universidad de Chile avanza en equidad

Los resultados 2014 de la Prueba de Selección Universitaria (PSU) dejaron en evidencia la brecha que separa a los establecimientos educacionales públicos de los privados. Preocupados por la igualdad de oportunidades en el acceso y en la permanencia, la Universidad de Chile trabaja desde el año 2010 en generar mecanismos institucionales de inclusión.

Victoria Viñals

  Lunes 5 de enero 2015 14:35 hrs. 
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De los 277 mil 848 estudiantes que rindieron la PSU el 36, 47 por ciento proviene de liceos municipales y sólo un 9,7 por ciento de colegios particulares. El promedio de puntaje en la PSU de Lenguaje de estudiantes pertenecientes a la educación pública, alcanzó este año los 470 puntos, mientras que en los establecimientos privados llegó a 590, dejando una brecha de 120 puntos. En Matemática los municipales promediaron 467 y los particulares 608, con una diferencia de 141 puntos.

Estas cifras dejaron nuevamente en evidencia las desigualdades del sistema educativo del país. Partiendo del principio de que la equidad es un requisito indispensable para la calidad de la educación, la Universidad de Chile ha generado una serie de mecanismos institucionales tendientes a asegurar el acceso y la permanencia en la educación superior de estudiantes talentosos provenientes de sectores con altos índices de vulnerabilidad.

En 2010 la Universidad realizó una serie de diagnósticos que dieron cuenta de un creciente proceso de elitización. La mayoría de los estudiantes pertenecía a niveles socioeconómicos altos o muy altos. En este sentido, se notó que había una serie de estudiantes talentosos provenientes de liceos municipales, que no estaban teniendo la oportunidad de ingresar a la Universidad  debido a deficiencias arrastradas desde la enseñanza media y a la PSU como única vía de acceso.

En octubre de ese año y bajo el expreso mandato del Rector Víctor Pérez, se convocó a la llamada Comisión de Proyecto Institucional de Equidad e Inclusión. De conformación triestamental la Comisión se propuso diseñar una política de inclusión sistemática en la Universidad que asegurara, esencialmente, que ningún estudiante talentoso se quedara sin estudiar por carencias de formación originadas en su condición socioeconómica.

En este contexto surgió en 2012 el Sistema especial de Ingreso Prioritario de Equidad Educativa (SIPEE), que significó, en ese momento, la apertura de un total de 131 vacantes distribuidas en10 carreras. En el Decreto Exento que autoriza y regula el programa queda establecida la necesidad de poner en marcha mecanismos institucionales de ingreso a la Universidad “que reconozcan de manera más adecuada –que la PSU por sí sola- las capacidades necesarias para el buen rendimiento académico y profesional”.

De la misma forma, el documento agrega que se trataría, en definitiva, de ampliar el programa de acceso especial desarrollado por la Facultad de Ciencias Sociales “cuya experiencia aparece como el mecanismo más adecuado y de mayor impacto social y académico para el logro de los objetivos planteados”.

El programa SIPEE se enfrenta a su cuarto año de implementación y para el proceso 2015 las vacantes alcanzan los 431 cupos en 43 carreras de todas las facultades. El año pasado la cantidad de alumnos que ingresaron por vías de equidad alcanzó el 10 por ciento de la matricula total de la Universidad.

Permanencia

Otro de los desafíos a los que se enfrentó la Comisión fue la de generar mecanismos institucionales que aseguraran la permanencia y el egreso de los estudiantes, pues según cifras oficiales del Ministerio de Educación en Chile la tasa de deserción alcanza 50 por ciento. Es decir,  la mitad de los estudiantes que ingresan a alguna universidad o centro de formación técnica no completa el programa en el que se matriculó.

Carolina Matheson, jefa del Área de Desarrollo de la Docencia y del Aprendizaje del Departamento de Pregrado de la Universidad de Chile, señala que los factores claves asociados al rendimiento académico tienen que ver con la brecha entre lo que los estudiantes habían aprendido efectivamente  en la enseñanza media y lo que requería haber aprendido para poder tener un rendimiento satisfactorio durante el primer año de educación superior.

“Al momento en que la Universidad decide hacerse cargo de inequidades que hay en el sistema de educación secundaria y abre posibilidades para que estudiantes que tradicionalmente no podían ingresar, lo hagan, la Universidad tiene que hacerse responsable de apoyar a esos mismos estudiantes para que permanezcan”, señaló.

Bajo esta lógica, se analizaron las principales punto débiles de los alumnos de primer año, y se observó que éstos se encontraban principalmente en el área de ciencias básicas y  en el desarrollo de habilidades de lectura y escritura. En el primer aspecto, quedó en evidencia  que los jóvenes muestran deficiencias de entrada tanto en el ámbito de los conocimientos como en el de las habilidades cognitivas más críticas que en otras disciplinas.

Por ejemplo, en la Facultad de Medicina, en los resultados del diagnóstico realizado al 83 por ciento de la cohorte de ingreso del año 2014, arrojó que un 43 por ciento obtuvo un nivel insuficiente en la prueba de Física, un 29 por ciento en la prueba de Química, un 41 por ciento en la prueba de Biología y un 43 por ciento en la prueba de Matemáticas.

Leer y escribir en la Universidad

Por su parte, las habilidades relativas a lectura y escritura fueron medidas a través de la aplicación de la prueba CODICE, un mecanismo de evaluación de habilidades de lectoescritura académica desarrollada por el Departamento de Medición, Evaluación y Registro Educacional (DEMRE).

Aplicada desde 2013, en el ámbito de la lectura la prueba mide diez habilidades básicas que van desde la comprensión de información explícita hasta la interpretación de textos. La parte de escritura evalúa cinco aspectos de la producción de discursos, orientadas esencialmente a medir habilidades de elaboración de textos coherentes, estructurados, gramatical y ortográficamente correctos.

Ese año la prueba CODICE fue rendida por 3mil 104 estudiantes de primer semestre, lo que corresponde al 62,2 por ciento de la cohorte de ingreso.  De esos, un 26,7 por ciento obtuvo resultado insuficiente en el ámbito de la comprensión lectora, lo que en términos prácticos significa que ese porcentaje de alumnos, presenta baja o mínima capacidad para resumir ideas entre el segmento de un texto y el texto completo, extraer información implícita de su contenido o producir juicios respecto a la información, entre otras deficiencias.

En el ámbito de la escritura, un 37,1 por ciento presentó un desempeño insuficiente, con múltiples errores en la producción de textos escritos. Para subsanar esta profunda deficiencia, durante el segundo semestre de este año, el área de desarrollo del aprendizaje, impulsó el Programa de Lectoescritura Académica LEA.

Este programa busca subsanar los vacíos en éste tema mediante un trabajo orientado a potenciar áreas de desarrollo disciplinar. En este sentido, parte del supuesto de que la lectura y la escritura son habilidades que están en permanente aprendizaje y que estarían estrechamente relacionadas al dominio de un área específica de desarrollo.

Pablo Lovera, licenciado en Lengua y Literatura Hispánica, magister en Filosofía de las Ciencias y uno de los coordinadores del Programa LEA, señala que resulta fundamental preguntarse para qué queremos que los estudiantes lean y escriban bien. Afirma que el programa busca generar una interacción que permita vincular la escritura y la lectura con el contenido y los propósitos del aprendizaje de la propia disciplina:

“En una primera etapa la idea es que el docente sea capaz de apropiarse de la lectura y de la escritura, no solamente como herramienta de comunicación, sino que también como herramienta de desarrollo del conocimiento en la propia especialidad”, señaló.

Otro aspecto relevante del Programa LEA consiste en el trabajo entre pares. Este enfoque cuenta con la participación de un estudiante de curso superior que actúa como tutor y que tiene como función coordinar, acompañar y hacer seguimiento del trabajo de los estudiantes.

Fernanda Uribe, licenciada en Filosofía y Coordinadora de Tutores del Programa LEA señala que este aspecto del programa resulta fundamental, pues “hay evidencia que señala que los tutores pares son la figura más amable y eficiente para llegar a apoyar a los alumnos.  Se establece una relación de horizontalidad donde los estudiantes consiguen ser sinceros respecto de las cosas que no entienden y sobre las áreas en que necesitan apoyo”.

Actualmente el programa LEA cuenta con 21 tutores en 11 Unidades Académicas. Estos guías tendrán como función ofrecer clases personalizadas a estudiantes que necesiten ayuda para mejorar sus habilidades de lectoescritura académica. Esta función está pensada de manera vinculada a asignaturas que presentan alta exigencia académica y que suponen altas tasas de reprobación.

“La idea no es sobrecargar a los estudiantes con carga académica extra, sino que por el contrario, apoyarlos a desarrollar con éxito la carga que ya tienen, mientras se ejercitan habilidades de lectura y escritura académica”, señaló Fernanda Uribe.

Sebastián Piña, estudiante de quinto año de Ingeniería Civil Eléctrica, es tutor de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas y señala que el principal desafío al que se ha enfrentado hasta ahora tiene que ver con la integración de la lectoescritura a las prácticas académicas cotidianas : “Me he enfrentado a las dudas de la gran mayoría de los profesores a desarrollar actividades que tengan que ver con la lectoescritura, pues les parece que son habilidades que los estudiantes deben traer adquiridas desde el colegio”.

Pese a lo anterior, agrega que su principal desafío como tutor tiene que ver con los mismos estudiantes: “Mi primera función es hacer entender a los estudiantes que esto realmente importa y que tiene que ser enseñado en los primeros años, porque leer y escribir son parte fundamental de la vida de un ingeniero”.

Desarrollo Integral

El Programa de Tutoría Integral Par TIP es otro de los programas creado por la Universidad de Chile como parte de las políticas de inclusión y equidad. Específicamente este programa se posiciona como un modelo de tutoría centrado principalmente en cuatro elementos esenciales: ofrecer apoyo académico, promover estrategias de aprendizaje efectivas, facilitar incorporación a las redes de apoyo disponibles (psicólogos, asistentes sociales, etcétera) y acompañar a los estudiantes en el proceso de integración y adaptación a la vida universitaria.

El Programa TIP mira a los jóvenes de manera global y busca ser un apoyo para que  puedan sortear con éxito sus primeros años en la Universidad. Gustavo Castro, coordinador general del Programa Integral Par, señala que “los tutores pares están capacitados para hacer de ese proceso de transición entre la educación  secundaria y la universidad genere el menor impacto en la calidad de vida del estudiante”.

El Programa se inició al año 2013 cubriendo un 39 por ciento de las carreras y atendiendo a 298 alumnos. Para el año 2015 se espera que el programa alcance un 90 por ciento de las carreras  y que atienda a través de sus tutores pares a más de mil estudiantes.

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