Con tres puntos de préstamo, el 26 de junio de 1996 comenzó a funcionar el programa Bibliometro, que en casi dos décadas ha crecido en paralelo a la extensión del Metro de Santiago: hoy el servicio cuenta con 21 sucursales y unos 50 mil usuarios activos, quienes acumulan más de 440 mil préstamos anuales. 90 mil libros pasan por las manos de los pasajeros del tren subterráneo, entre ellos, novelas, cuentos, ensayos, poesía y cómics.
El tiempo pasó, sin embargo, y dos de los locales más antiguos de Bibliometro cerraron sus vitrinas en octubre del año pasado para ser sometidos a una remodelación. Con una inversión de 42 millones de pesos en infraestructura y 30 millones en libros, esta semana acaban de reinaugurarse los módulos de Baquedano y Los Héroes.
La renovación, en realidad, es parte de un proceso más amplio, que incluye mejoras en los módulos de Cal y Canto y Ciudad del Niño y una nueva imagen corporativa.
“Es una idea que comenzó por allá por 1996, con la construcción de los Bibliometro de Los Héroes, Tobalaba y Cal y Canto, y en 1997 continuó con Baquedano y Ciudad del Niño. Era una propuesta innovadora en ese tiempo, pero el año pasado nos dimos cuenta de que ya no correspondían a la infraestructura que tienen los Bibliometro construidos desde 2010”, explica Ángela Salazar, coordinadora del programa, que depende de la Dibam.
“Era necesario un cambio de imagen, así que comenzamos un proceso de renovación y lo mejor era empezar con los íconos, que son Los Héroes y Baquedano”, añade.
El cambio llega justo después de un año complicado. Bibliometro está expuesto a las contingencias que sufre el Metro y 2014 estuvo marcado por las fallas del servicio y el atentado ocurrido en Escuela Militar, hechos que impactaron directamente en el programa: bajaron los préstamos y hubo que retirar los buzones que se usaban para las devoluciones, por ejemplo.
A pesar de eso, Ángela Salazar considera que el programa puede funcionar como una puerta de entrada para que las personas accedan al sistema de bibliotecas públicas, del cual Bibliometro forma parte: “La idea es responder a lo que la gente normalmente dice: que no tiene tiempo para acceder a una biblioteca pública y que el horario no corresponde al tiempo de ocio que tiene”, indica.
“Es una propuesta chilena, que ha sido replicada en Colombia y España, y que es como decir ‘si la montaña no viene a mí, yo voy a la montaña’. Esa es la intención, llegar donde está la gente, donde transita y donde nos pueden ver. Así, que la biblioteca está cerrada o lejos deja de ser una excusa para acercarse a un libro”, concluye.