El que la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de Hollywood tenga este año a la película “Birdman” nominada a 9 premios Oscar da cuenta de la inteligencia de esta institución. No nos engañemos, los Oscar son un premio de la industria para la industria, no son premios que relevan especialmente el arte o la vanguardia, pero sí son capaces de reconocer a aquellos directores que están haciendo cosas interesantes y accesibles a un público amplio, que pueden servir para renovar el siempre demandante y cambiante negocio del cine. Así este año tenemos a varios autores personalísimos como Wes Anderson o Richard Linklater, que finalmente han sido reconocidos con varias nominaciones, por su capacidad para hacer cine a su manera, pero sin salirse de los límites de la industria.
En este contexto “Birdman” es un filme excepcional en varios sentidos. Se sitúa en un momento crítico de la vida de un actor que se transformó en una celebridad por interpretar al superhéroe alado Birdman, y que ahora –varios años después- busca reinventarse y lograr el prestigio soñado al escribir, dirigir y protagonizar la puesta en escena de una adaptación de “De qué hablamos cuando hablamos de amor” de Raymond Carver. Visualmente tiene que haber sido un tremendo desafío de producción, ya que está construido aparentando ser un único y gran plano secuencia. Esta propuesta narrativa le entrega al filme un dinamismo notable que incluso puede ser abrumador para el espectador que siente que la acción fluye sin pausa, tanto al interior del teatro en que se monta la obra, como en las calles de Nueva York que lo rodean.
En términos actorales la película es soberbia. Debe ser un sueño para un actor como Michael Keaton -que al igual que el personaje que interpreta es más recordado por Batman y Beetlejuice que por sus personajes dramáticos- recibir una oportunidad como esta. Y se luce en ella. La película está construida alrededor de su personaje, su crisis y sus cambios y el actor deslumbra con su capacidad de comunicar sin exagerar, a pesar de lo extremo de algunas escenas. Impecables están también Edward Norton y Emma Stone ambos, al igual que Keaton, nominados al Oscar. En este sentido es un placer ver a buenos actores bien dirigidos, y utilizando todo su talento para darle sentido a esta historia y, al mismo tiempo, hacer una crítica a la locura de la fama, lo demandante del negocio del espectáculo y el egoísmo e inseguridad de los actores.
El ejercicio de reinvención corre no sólo para el protagonista –actor y personaje- de “Birdman”, sino también para su director. Después de su exitosa “Trilogía de la muerte” compuesta por “Amores Perros”(2000), “21 gramos” (2003)y “Babel”(2006), todas co-escritas con Guillermo Arriaga, González Iñárritu continúa con la brutal “Biutiful” de, 2010 y ahora reaparece con una película menos devastadora, pero no por eso menos interesante. A pesar de ser muy entretenida, con bastante humor negro y visualmente sorprendente, “Birdman” no es para nada superficial. Es una cinta inteligente, bien hecha, arriesgada, rara, que lo deja a uno con la sensación de que el chiste del que se acaba de reír no lo entendió bien del todo, y lo puede hacer llorar en un rato más.