El Teatro Camilo Henríquez, inaugurado en 1956 en Amunátegui 31, en el primer piso del Círculo de Periodistas, ha acogido en su escenario algunos de los hitos más relevantes del teatro chileno. Fue la primera casa del Teatro de Ensayo de la Universidad Católica y ahí se estrenó, en 1960, La pérgola de las flores, de Isidora Aguirre. Un año después debutó Ánimas de día claro, de Alejandro Sieveking, bajo la dirección de un Víctor Jara que a fines de la misma década volvió a dirigir Antígona en la misma sala.
Luego de años en el olvido, en 2014 fue refaccionado con recursos del Fondart y la dirección artística fue asumida por Ramón Griffero, justo uno de los últimos directores que mostró su trabajo antes de que la sala quedara semiabandonada. Fue en 1991, con el Cuento de invierno de Shakespeare, en versión del Teatro Itinerante.
Desde hace más de dos meses, el también dramaturgo comenzó a elaborar la programación de esta temporada, que arranca este viernes 13 con Silabario, obra de Bosco Cayo que será montada por la compañía Teatro Sin Dominio.
Luego, habrá 14 estrenos y cinco reposiciones a cargo de compañías como La Balanza, La Niña Horrible y La Letra Rota, que montarán textos de autores como David Atencio, Carla Zúñiga y Alejandro Moreno, entre otros. También habrá una nueva temporada de Prometeo, el origen del mismo Ramón Griffero.
Según el autor, es una programación que recupera una antigua consigna de Eugenio Dittborn, quien dirigió el Teatro de Ensayo durante casi dos décadas: “No hay teatro chileno sin dramaturgia chilena”.
“Creo que estamos retomando esa misma frase. El teatro chileno se fortalece con una dramaturgia y una puesta en escena que nos habla no solo de lo que sucede en nuestro país, sino que va más allá; habla de nuestras emociones, del universo, de la muerte, de muchos espacios de los que ya no escuchamos en los medios de comunicación masiva”, dijo en el programa Radiópolis de Radio Universidad de Chile. “Hay otra cosa interesante que yo espero que reviva esta sala: creo que la gente se está cansando de la virtualidad, de tanta tecnología, y quiere enfrentarse con cuerpos vivos, con voces, con canciones, con gente y con emociones”, añadió.
De este modo, el Teatro Camilo Henríquez volverá a funcionar justo después que la crisis de otros espacios, como el Teatro del Puente y La Memoria, instalara una discusión acerca de las políticas de apoyo a los salas de teatro.
Al respecto, Ramón Griffero consideró que “hay un concepto de política cultural erróneo, que es la privatización de la cultura, en la cual el Estado solo administra y entrega fondos”.
“No tenemos teatros nacionales, como en Argentina o Brasil. Ni siquiera hablo de Europa. Hay una ausencia de una política de teatros nacionales, en Santiago y regiones, que generen programación y cartelera. Es decir, un Estado que se haga cargo del patrimonio, de la cultura y del arte, porque el arte de hoy es la cultura del mañana”, explicó.
La nueva etapa del teatro contempla además una medida poco acostumbrada en cuanto a los valores de las entradas: mientras el público general pagará cuatro mil pesos, la tarifa rebajada ($2.500) no se limitará a tercera edad y estudiantes, sino a todas las personas hasta 26 años.