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La lucha por el sentido común

Columna de opinión por Antonia García C.
Miércoles 18 de marzo 2015 10:46 hrs.


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Emancipación e igualdad son los dos términos alrededor de los cuales se convocó a un foro internacional organizado por el Ministerio de Cultura argentino y realizado en el Teatro Cervantes (Buenos Aires) entre el 12 y el 14 de marzo pasados.

El evento que, según sus organizadores, buscaba reflexionar sobre los actuales procesos políticos de América Latina y la crisis económica y social que sufre Europa contó, entre otros, con la participación de: Noam Chomsky (EE.UU.), Cuauhtémoc Cárdenas (México), Constanza Moreira (Uruguay), Emir Sader (Brasil), Piedad Córdoba (Colombia), Iñigo Errejón (España), Jorge Alemán (Argentina), Ignacio Ramonet (España), Álvaro García Linera (Bolivia), Nicolás Lynch (Perú), Gabriela Montaño (Bolivia), Axel Kiciloff (Argentina), Gabriela Rivadeneira (Ecuador), Leonardo Boff (Brasil), Gianni Vattimo (Italia), Paco Taibo (México), René Ramírez (Ecuador), Nidia Díaz (El Salvador), Ticio Escobar (Paraguay), Horacio González (Argentina), Marisa Matias (Portugal), Camila Vallejo por nuestro país.

Académicos, militantes, políticos se reunieron, reflexionaron, intercambiaron durante tres jornadas, a partir de sus propias experiencias, sobre la posibilidad de fortalecer, consolidar y desarrollar nuevas formas de hacer política que no se pliegan a las lógicas y a los mandatos del neoliberalismo. Al finalizar el encuentro se redactó y firmó un documento llamado “Manifiesto de Buenos Aires por la Emancipación y la Igualdad” (puesto a disposición en el sitio Internet del Ministerio). Documento de síntesis y de compromiso en el que se define un tipo de accionar: ese mínimo o no tan mínimo común en torno al cual los participantes se reconocen como compañeros de una misma causa. No es un dato menor que la palabra “compañero” haya sido usada por gran parte de los participantes y de eso también se habló: del peligro en el que se encuentran ciertas palabras, peligro de extinción, que no nos remite a un empobrecimiento del lenguaje sino al empobrecimiento de nuestros horizontes políticos y a las herramientas de las que disponemos para, en definitiva, no darnos por vencidos.

Al parecer, somos unos cuantos. La concurrencia fue numerosa. Cabe resaltar que el Foro fue gratuito (ingreso por “estricto orden de llegada hasta agotar la capacidad de la sala” que cuenta con 800 localidades) y difundido en las afueras del teatro, en la plaza, por pantalla gigante. Para que nadie se quedara sin asistir se habilitó un canal del Ministerio de la Cultura que permitió seguir las intervenciones por Internet. Las cuales fueron grabadas y están actualmente disponibles en Internet en integralidad.

Lo menos que se puede decir es que se agradece. Se agradece al Ministerio de la Cultura de este país tan castigado, tan vilipendiado, tan incomprendido a veces, en el exterior, en sus opciones, en sus luchas, en sus valores, en sus riquezas, en sus particularidades, no bajar los brazos y permitir que un encuentro de estas características haya podido realizarse precisamente aquí: en un escenario donde abundan las contradicciones y donde, a pesar de las contradicciones, todavía es posible dialogar, intercambiar, reflexionar, reunirse. Juntarse para nombrar eso que nos une.

¿Y qué es lo que nos une? ¿”Nosotros” quiénes? Quisiera en este espacio, hoy, subrayar lo que fue la ponencia de Álvaro García Linera, vicepresidente de Bolivia. Invito a los lectores interesados a escucharla in extenso y de ser posible a escucharla en su contexto, es decir en una mesa que tuvo como oradores a Diego Tatián, a Ignacio Ramonet, a Iñigo Errejón y a Ricardo Forster. Todos ellos reunidos en torno a la temática: “América Latina y Europa, en espejo”.

Señalo algunos hitos de su ponencia porque en ellos hay respuestas a las preguntas señaladas y porque en esa ponencia, en ese pensamiento, encuentro esperanzas, elemento clave de la acción política, según nos dijo el mismo García Linera. Si un poeta nos hablara de esperanza, a lo mejor uno podría aprobar y pasar su camino (yo no, pero pongamos). Pasa que este hombre es un matemático. Se formó además como sociólogo. Es un militante de izquierda. Y es, hoy, un alto responsable político.

Tras los saludos y agradecimientos de rigor, durante los cuales distinguió la presencia de Madres de Plaza de Mayo en primera fila y de la juventud que colmaba el teatro, García Linera inició su exposición con una reflexión sobre la importancia de la “democracia callejera”, de la “democracia plebeya”. Retomando palabras de Diego Tatián, García Linera insistió en el tema de la plaza, de las plazas como escenarios de invención de un nuevo orden, de nuevos tipos de organización:

“Lo nuevo que está mostrando América Latina es que la democracia no se puede reducir únicamente al voto, la representación es un elemento fundamental (…) pero paralelamente hay otras formas de enriquecimiento de lo democrático”.

García Linera hizo hincapié en la necesidad, para los proyectos políticos transformadores, de lograr la formación de una mayoría electoral “que legitima una propuesta, una voluntad política” pero insistiendo en el hecho de que esta voluntad política no podría sostenerse si no estuviera acompañada por la democracia de la calle. Vale decir: “la democracia de la gente reunida para deliberar sus asuntos (…) para salir de esta vivencia fósil de la experiencia democrática”.

Con el mismo énfasis analizó la necesidad para las izquierdas de pensar conjuntamente el rol del Estado y la autonomía de las sociedades. No como dos polos opuestos sino como pilares constitutivos de un mismo quehacer: asegurar la gobernabilidad luchando por los derechos que son de todos a través de las instituciones y fortaleciendo a la vez todos los espacios donde se expresa la autonomía (en lo local, las comunidades, los barrios, las asociaciones).

También recalcó el hecho de que la pobreza por sí sola no genera emancipación. El desafío, según sus palabras, es convertir “la indignación, el malestar, la pobreza, la precariedad en una fuerza colectiva movida en torno a una esperanza, a un nuevo sentido común” porque “en el fondo una lucha política es una lucha por el sentido común, por las ideas-fuerzas que pueden movilizar la esperanza de la gente”.

Fue conmovedor ver a García Linera interrumpir brevemente su ponencia para dirigirse a Iñigo Errejón (Podemos) y decirle de qué manera su propia juventud es esperanza, su discurso, su fuerza. Pero que a esa esperanza había que darle un destino: “uno tiene que saber permanentemente poner en marcha los temas de la esperanza”. Y, una vez más, subrayó la necesidad de pensar conjuntamente varios elementos.

Dijo García Linera: “La voluntad ayuda a mover, la voluntad y la esperanza es el principio que mencionaba Hegel para poder cambiar el mundo, pero eso tiene un límite (…) es una obligación de los gobiernos progresistas y revolucionarios tener la capacidad de crear un régimen económico sostenible, redistributivo, generador de riqueza, generador de igualdad. (…) cuando estábamos en la oposición no pensábamos estos temas, bastaba criticar a los neoliberales, denunciar su incapacidad, denunciar la corrupción y el robo. En gobierno, tenemos la obligación de pensar en la gestión, en la movilización y la eficacia, en la movilización y la gestión, en la movilización y en la generación de riquezas, en la movilización y en la distribución de la riqueza. Tenemos que tener la capacidad de demostrar que los regimenes progresistas y revolucionarios no solamente somos más democráticos, sino también económicamente más creativos y más igualitarios, y más distributivos de la riqueza. ¿Y saben por qué? Porque no queremos, compañero Ignacio [Ramonet], no queremos que este despertar de las izquierdas latinoamericanas sea un corto verano, no queremos ser parte de una novela de un corto verano, queremos que dure mucho, queremos que dure décadas, queremos que dure para siempre”.

Sin duda… eso queremos. Sin duda hay en éstas y otras palabras que fueron pronunciadas durante este extraordinario encuentro, algo que une, que reúne. Sin duda, estamos avanzando hacia la elaboración de un nuevo sentido común donde lo más deseado (emancipación, igualdad, justicia y tantos otros hitos que han animado las luchas de nuestros pueblos por décadas) deja de tener carácter de utopía para hacerse evidencia, cosa soñada y lograda y defendida. Desde luego, no todos los países latinoamericanos se encuentran en una misma situación. Pero incluso en aquellos donde no se ha generado una amplia fuerza política transformadora, se puede pensar que hay un camino en la participación y organización de los ciudadanos en todos los espacios que sean de su incumbencia. En su necesario retorno a la política-entendida-como-asunto-de-todos y no de unos pocos atrincherados en privilegios y cargos.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.