En los últimos años la industria editorial chilena ha crecido exponencialmente levantado un catálogo sumamente diverso respecto de lo que se está escribiendo en el país. Sin embargo, la falta de una política continua en relación con el libro ha sido uno de los obstáculos para los proyectos editoriales emergentes.
En el año 2006 se publicó una Política del Libro que buscaba, entre varios objetivos, instaurar “una solución sistémica para elevar los hábitos lectores, aumentar la comprensión lectora y mejorar el desarrollo de la industria editorial”, fomentando la edición, producción y comercialización del libro en el país.
Pese a ello, los esfuerzos quedaron en el papel y finalmente en el año 2014, se erigió una nueva política de libro que hasta el momento no ha sido implementada.
“Lo que pasa es que la política del año 2006 nunca se llegó a implementar, lo que fue una gran frustración para la gente perteneciente al mundo del libro hasta que llegamos al año 2014 en donde se presentó una nueva política que todavía no se ha presentado, sino que hasta el momento es sólo una declaración de intenciones”, indicó Arturo Infante editor de Catalonia.
En esta situación, la difusión y la distribución de los trabajos de editoriales independientes ha sido compleja, ya que de acuerdo a Marisol Vera, editora de Cuarto Propio: “La falta de una política continua no ha dado espacio para que las editoriales emergentes o microeditoriales puedan distribuir su trabajo”.
En este panorama editorial se erigió el último proyecto del libro dado a conocer el 23 de abril de 2015, que pretende revivir el documento de 2006, potenciando la industria nacional. Pese a ello, aún no existe una línea clara respecto a cómo se fortalecerán los trabajos locales.
Según Marisol Vera cuando las editoriales emergentes surgieron, “el espacio chileno de libros se encontraba en la siguiente situación; uno, se habían reemplazado los libros nacionales y latinoamericanos por libros españoles, es decir, el mercado estaba siendo ocupado por empresas que venían de afuera y que frente al vacío editorial vieron una oportunidad y comenzaron a producir mientras, las demás editoriales en Chile frenaron su publicaciones”.
Según Vera, fue muy difícil posicionarse en ese panorama, lo que posteriormente encontró otras dificultades como por ejemplo, una falta de apoyo desde el Estado a la producción nacional.
Vera explicó que “las editoriales en Chile comenzaron a publicar lo que no estaba reproduciendo la industria, ya que las grandes casas editoriales editaban literatura que no generaba pertenencia con la realidad inmediata. De ahí la necesidad de generar un incentivo estatal real respecto a la industria emergente”, comentó Vera.
Por lo mismo, Arturo Infante señaló que el nacimiento de las editoriales emergentes o independientes es muy positivo ya que le otorga diversidad bibliográfica al panorama chileno. Sin embargo, Infante indicó que, pese a lo plausible de la explosión editorial en chile, “hace falta una política permanente que incentive la industria local”.
Para Claudia Apablaza, escritora y editora chilena, el problema del posicionamiento editorial y de la oferta de las casas emergentes “tiene que ver con el cómo llegar a los lectores ya que las librerías no brindan el espacio necesario para la difusión”, una situación que fue reafirmada por Vera quien indicó que el pertenecer a una editorial independientes es “bastante riesgoso ya que no hay dónde vender las publicaciones”.
“Al final uno saca 300 ediciones, corriendo el riesgo de que muchas terminen en las bodegas”, comentó Vera, argumentando además, que por lo mismo es urgente comenzar a discutir una política del libro que de real fomento a la producción nacional.