El palacio de La Moneda aún humeaba por el bombardeo. Ya había sido decretado el Estado de Sitio y el “toque de queda” hacía improbable cualquier tipo de reunión. El golpe de Estado de 1973 no solo había derrumbado las estructuras sociales y políticas nacionales, también había tumbado una escena cultural, editorial y una amplia tradición de revistas literarias labrada a lo largo de décadas. A la quema de libros, la prohibición y desaparición de autores, la prisión y la tortura, se sumaba la censura previa y su kafkiana oficina del edificio Diego Portales, la que se instalaba como una nube negra de sospecha sobre todo acto creativo. Sin embargo, ese mismo año en la combativa ciudad de Concepción surge la primera publicación literaria forjada en dictadura: ENVES. Esta primera iniciativa de resistencia cultural nace de un grupo de jóvenes estudiantes de la Universidad de Concepción quienes, bajo la dirección de Mario Milanca y Carlos Cociña, señalarían la ruta en el escarpado sendero que imponía la naciente dictadura de Pinochet. De esta forma, las páginas de ENVES se revelaban contra el pesado manto de silencio que comenzaba a caer sobre nuestro país dando espacio a una producción poética que dejaría huella. Quizá el ejemplo más significativo vendría en su quinto y último número, aparecido en abril de 1975, en el que se incluye el célebre poema La ciudad, de Gonzalo Millán, texto que refleja como pocos el gris acontecer nacional:
Los militares deshacen lo desfilado/ Las balas salen de las carnes/ Las balas entran en los cañones/ Los oficiales enfundan sus pistolas/ La corriente se devuelve por los cables/ La corriente penetra por los enchufes/ Los torturados dejan de agitarse/ Los torturados cierran sus bocas/ Los campos de concentración se vacían/ Aparecen los desaparecidos/ Los muertos salen de sus tumbas/ Los aviones vuelan hacia atrás/ Los “rockets” suben hacia los aviones/ Allende dispara/ Las llamas se apagan/ Se saca el casco/ La Moneda se reconstruye integra.
Revistas y publicaciones literarias en dictadura (1973-1990), del profesor y poeta Horacio Eloy, es un paneo que da cuenta de ésta y otras tantas historias de revistas y pasquines que, de Arica a Punta Arenas y con más entusiasmo que recursos, desafiaron la autoridad intentando iluminar el apagón cultural de la época. Sus páginas contienen el testimonio de los protagonistas que dieron vida a esas efímeras publicaciones; a esos espacios de expresión que, con el sello de la precariedad y la emergencia y pese a las dificultades y riesgos, circularon en las intervenidas universidades, en peñas y bares, en manifestaciones políticas y vigilados sindicatos, en recónditas lecturas poéticas y, quizá la forma más efectiva de distribución, de mano en mano.
Pero no solo de la realización de publicaciones marginales y de escaso tiraje da cuenta esta investigación. En ella también conoceremos la gestación de una revista cultural de más amplio contenido y de distribución en kioskos como fue la mítica La Bicicleta. Autorizada por la Dirección Nacional de Comunicaciones Sociales (DINACOS), la revista comienza a “pedalear” en septiembre de 1978 en las principales ciudades del país. Quizá como una forma de sobrevivencia a la censura imperante, en sus primeros números La Bicicleta eludió la contingencia política y social en sus contenidos, sin embargo, no pudo evitar el rigor inquisidor de los militares en varias ocasiones. Aun así, no tardó en asumir una postura clara y decidida en favor de las expresiones artísticas locales y denunciar la sistemática estrategia de la dictadura de acallar cualquier manifestación creativa contraria a su proyecto. De esta forma, su página Editorial se refirió sin ambages a las absurdas medidas del régimen contra la cultura como Decreto Ley 827 y el IVA a los libros. En la Editorial del número 3 de 1979, se lee: “La identidad cultural de un pueblo es un elemento central en su desarrollo como nación independiente. Esta identidad se va construyendo a partir de las múltiples expresiones creativas que surgen desde su experiencia cotidiana, sus formas de trabajo, su organización social, en fin, desde sus propia realidad”. En la sección del número 7 de 1980, registra: “La aplicación del IVA a los libros, y el impuesto discriminatorio a los espectáculos vivos, ha traído consigo una drástica reducción de la difusión artística, con el consiguiente desempleo para el gremio y el perjuicio al desarrollo cultural del país”. La Bicicleta “pedaleó” hasta alcanzar los 75 números en sus trece años de vida, hasta su cierre definitivo en 1990.
Otra de las legendarias publicaciones literarias de la época señaladas en esta investigación es La Gota Pura, nacida en 1980 y dedicada exclusivamente a la poesía; dirigida por el escritor Ramón Díaz Eterovic y la poeta y fotógrafa Eleonora Vicuña. En sus páginas se dieron cita algunos de los nombres más ilustres de la lírica nacional. El joven magallánico Díaz Eterovic llega a una capital gris, sitiada, dominada por el miedo y la desidia. A pesar de ese poco auspicioso panorama para un joven aspirante a escritor, pronto descubre su refugio en la calle Nueva York 11, en la llamada Unión Chica, el bar que por entonces albergaba a la cofradía de escritores y artistas encabezada por el poeta Jorge Teillier. Entonces, acompañados de jarros de borgoña y Pilsen Cóndor, golpes del dominó sobre la mesa y las conversaciones de los parroquianos como música de fondo, surge la disparatada idea de hacer una revista literaria. Díaz Eterovic recuerda: “En esos años especialmente duros y oscuros, cuando la sola mención de la palabra poesía despertaba sospechas, dejamos nuestras huellas impresa en el rigor de los que creen en la fuerza de las palabras y en la libertad”. Así comienza a caer sobre la ciudad La Gota Pura, cuyo original nombre fue tomado del libro Retrato del artista cachorro, el poeta británico Dylan Thomas. Desde su primer número, esta publicación hará gala de un índice de lujo: Nicanor Parra, Jorge Teillier, Stella Díz Varin, Braulio Arenas, Claudio Giaconi, Rolando Cárdenas, Ludwing Zéller, Caudio Bertoni, Jorge Lloret. La Gota… también daría espacio a las traducciones: fue la primera en publicar poemas del norteamericano Charles Bukowsky en una época en que el autor de Peleando a la contra era un perfecto desconocido en nuestro país. El último número de la revista se publicó en abril de 1984. Años después, en 1995 y en un escenario nacional un poco más amable, se publicaron otras cinco ediciones, alcanzando así quince números publicados, y la firme esperanza de retomar su labor. Como señala su director, Ramón Díaz Eterovic: “Después de todo, el vicio de publicar revistas literarias es incurable”.
Estos tres casos reseñados brevemente, junto a las más de cuarenta publicaciones presentadas en esta necesaria investigación, dan cuenta de la existencia de una resistencia política y cultural y del aporte de estos espacios que reflejaron, visibilizaron e incentivaron la producción de la llamaba “Generación NN” surgida en durante la dictadura, dialogando y compartiendo páginas con escritores nacionales de otras generaciones, lo que permitió ir recomponiendo los lazos y el conocimiento de autores y obras de una escena literaria y editorial interrumpida por el golpe de Estado.
Revistas y publicaciones literarias en dictadura (1973 – 1990)
Horacio Eloy
Piso Diez ediciones