Dignidad, transparencia y voluntad es lo que hace falta


Viernes 12 de junio 2015 11:57 hrs.


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Señor Director:

Violentar los derechos humanos, en el plano laboral, de la educación, la salud, del derecho de la mujer, de nuestros jóvenes y niños, está ligado a la naturaleza del sistema, el que se creó y funciona quitándole derechos a las personas usando la violencia, como fue en 1973 o como es hoy, con la melódica música de la libertad ( de mercado ) que nos entrega la diosa encandiladora del neoliberalismo. Hoy en día, para los dirigentes del país, los derechos humanos no valen nada, eso se constata en lo mas vulgar con la reciente nominación que hizo Renovación  Nacional, del ex diputado y ex capitán de ejercito Rosauro Martínez, desaforado y  procesado por el asesinato de jóvenes militantes del MIR en 1983 como representante  suplente de una de las comisiones en la cámara de diputados.

Se expresa tambien en la absoluta insensibilidad del gobierno ante un hecho histórico,  que es el reclamo de familiares de detenidos desaparecidos por conocer la verdad y el paradero de sus familiares, se constata en la huelga de hambre de  una cuarentena de ex presos políticos, por mas de 45 días, quienes buscan ser escuchados para que se les reconozcan derechos internacionalmente establecidos, de reparación y a una pensión justa y digna. Derechos que están asociados al reconocimiento, para muchos de ellos, como luchadores sociales y anti dictatoriales, parte de una generación que entregó mucho, algunos hasta sus vidas para que hoy podamos disfrutar de una democracia que les excluye.

Cuando en 1989-90 los lideres de la Concertación con Patricio Aylwin a la cabeza,  negociaron con la dictadura y la derecha Pinochetista el proceso de transición a la democracia, acordaron dar continuidad a un sistema económico que reduce el Estado al mínimo y que no acepta los derechos de las personas mas que como sujetos aptos para tranzar sus derechos en el mercado. Ese es el origen de las desigualdades sociales extremas, que por mas de  treinta años  soportamos los chilenos y chilenas y de las cuales las oligarquías políticas de la derecha y de la concertación se benefician, según la OCDE es uno de los países con mayor coeficiente de desigualdad (GINI, 0,50) del continente y del mundo.

Como lo señaló hace un tiempo un economista Ingles, ese fue el origen de una  “economía de plantación, similar en muchos aspectos a la economía de plantación del sur de los Estados Unidos durante el siglo XIX, en cuyo apogeo hubo entre cuatro y cinco millones de esclavos propiedad de sólo el 3,8% de la población”. Los dueños de esclavos compraban esclavos, les daban alojamiento y alimentación, hoy en Chile el esclavo es el trabajador, y en lugar de proporcionar alojamiento y comida como lo hacían los dueños de esclavos en 1800, ahora ofrecen un estipendio de 500 dólares por mes (unos 300 mil pesos) a los trabajadores para que paguen su habitación y se alimenten, en un mercado de esclavos en que la mitad de la población  laboral gana menos de $US 500 por mes.

Es tambien la fuente principal de la corrupción, de la cual hoy se habla con hipócrita extrañeza, descubriendo recién la vinculación ponzoñosa entre la política y el dinero  de las grandes empresas, cuando en realidad todo esto es parte de un modelo neoliberal “exitoso”, que solo sobrevive por la grosera concentración de la riqueza, con una  estructura tributaria que favorece a las elites y que le permite a unos pocos apropiarse de las Rentas Económicas en sectores claves como la minería, la pesca y también de los bancos. Una realidad que quedó al descubierto antes con la POLAR entre otros, y hoy con PENTA, ejemplos de grandes empresas que incurren en prácticas sistemáticas para eludir impuestos, transformándose en una fuente de corrupción, el 90% de la evasión tributaria en Chile es del 5% más rico de la población.

Ante esta realidad el discurso de la presidenta y la Nueva Mayoría  quedan cortos, lo que hoy requiere es rescatar una identidad política junto a la ciudadanía, ubicándose al frente, no a la retaguardia, para castigar la corrupción, no solo porque, como dijo la presidenta ante la OCDE, “aumenta el costo de hacer negocios, provoca distorsiones en el mercado, desalienta la inversión y la competencia extranjera; daña la confianza de los ciudadanos en sus gobiernos e instituciones”. Lo que es cierto, pero tambien porque la corrupción lo que está haciendo en Chile es perpetuar las redes de complicidad entre las élites políticas y económicas, consolidando el clientelismo político.

Hoy en día esas redes nefastas funcionan con instrumentos ilegales de control generando formas parasitarias de intermediación, ( los lobistas u operadores políticos ), erosionando la credibilidad en el Estado transformándolo en el punto de encuentro del “pituto” y no de la meritocracia, sustentados por cúpulas de la derecha y la Nueva Mayoría, quienes de manera grosera se resisten a ser  investigadas por la corrupción en la que están sumidas hasta el cuello. Si no es así, como se entiende entonces que destituyan al Senador Alejandro Navarro Presidente del MAS, de la vicepresidencia del Senado, ellos están buscando acuerdos políticos para esconder lo que es obvio, tal como lo hicieron en el tiempo  de Lagos y Longueira, en esta oportunidad con la UDI en la presidencia del senado, para ocultar las evidencias de las influencias indebidas e ilícitas que las grandes empresas han realizado en la tramitación de importantes leyes en el Parlamento, el cual por ello no tiene legitimidad.

El momento que estamos viviendo es difícil, por lo cual los discursos de la presidenta ya no son creíbles, lo que se requiere es la acción decidida de los lideres políticos que no están mezclados con la corrupción que estamos descubriendo, porque desmoraliza a los ciudadanos (as), nos hace sentir que no vale la pena ser honestos, que tampoco vale la pena acatar las leyes porque de todos modos nadie lo hace, ni siquiera a quienes elegimos como nuestros representantes en el parlamento (no todos) y los propios representantes del gobierno.

Ante esta realidad  ejemplos  históricos de consecuencia y honestidad

La historia no se puede borrar, la han tergiversado pero no la pueden borrar, ante estas situaciones decepcionantes emerge la figura de Allende, lejos y distante de muchos de los actuales lideres políticos, algunos de ellos quienes conspiraron para asesinarlo, tal cual como ayer, coludidos y coimeados por el poder empresarial especulador. Como un ejemplo para los nuevos tiempos surge la imagen del estadista grande, representada hoy en un grupo de ex presos políticos, entre los cuales hay ex marinos, militares patriotas, quienes como Allende no traicionaron el compromiso con su pueblo, el presidente pagó con su vida y los ex presos con cárcel su lealtad al pueblo, algo que se le debe recordar a quienes se niegan a reconocer sus derechos.

Releyendo nuestra propia historia damos un primer paso para desmarcarse de la corrupción actual y para revalorizar la política, lo que no es tarea solo de los políticos sino que de todos en cada espacio en el cual vivimos, trabajamos o estudiamos. Las relaciones sociales que el mercado ha corrompido tambien deben recomponerse, hemos sido tratados como mercancías y no como personas por mucho tiempo, los ciudadanos y ciudadanas ya no pueden seguir votando para elegir el mal menor, sino que, trabajar para rescatar su soberanía y poder de decisión.

Los grandes cambios en un país no se hacen a la cola de políticos corruptos, o de quienes entienden la vida solo acumulando riquezas, hay que ir mas allá, mirando nuestra propia historia que es depositaria de  tremendos ejemplos de lucha digna, de humildad y probidad,  poniendo en el centro de la política el interés social, eso hay que rescatarlo. Hay un camino al cual plegarnos, tal cual lo expresó hace poco el diputado Sergio Aguilo: “Chile necesita una nueva Constitución, no una reforma a la actual, sino que una enteramente nueva, que se levante sobre la base de la participación ciudadana muy activa, llamar a plebiscito y facultar institucionalmente a que se elija una AC. Ese es el camino más razonable”.

Pero que reforma será posible sino tenemos los recursos, seguiremos balanceándonos en el bote que navega en el rumbo de los dueños del país coludidos con políticos corruptos?. Aquí recordamos a Salvador Allende,  el sabia que para garantizar y financiar las reformas necesarias para la educación, la salud y el trabajo digno de los chilenos y chilenas fue necesario nacionalizar el cobre, por tratarse de la principal riqueza básica del país.

A quien le duele que el cobre sea de todos los chilenos, quienes impiden que se redacte una nueva Constitución y que en la Carta Fundamental quede establecido,   que las riquezas chilenas sean de los chilenos y para los chilenos, para que empleando ese patrimonio podamos construir una nueva vida y una nueva sociedad. Todos los que no estamos coludidos con la  corrupción política y empresarial queremos que se respete el derecho soberano de todo Estado a disponer de su riqueza y de sus recursos naturales, para promover no solo el crecimiento sino que el desarrollo económico y de afianzar nuestra independencia económica.

Entonces es valida la lucha por una nueva constitución de verdad, que se construya con la expresión de la soberanía popular, no entre cuatro paredes, el sentimiento nacional es que los políticos den paso a una nueva institucionalidad para que la soberanía vuelva a la ciudadanía. La crisis de credibilidad del Parlamento y de los partidos es algo real,  por eso el poder constituyente es una necesidad, es una instancia que tienen los pueblos para expresar su soberanía a través de delegados que con todo el poder constituyente sean capaces de organizar completa la nueva institucionalidad del país.

Empecemos a hablar de lo que a Chile le interesa, a nosotros los ciudadanos de a pie, llego el momento de reclamar nuestro derecho a la soberanía permanente sobre nuestras  riquezas y recursos naturales, las que deben ejercerse en interés del desarrollo nacional y del bienestar del pueblo.  Hablemos de nacionalizar el Cobre allí están los recursos que necesitamos para salir adelante como país, para garantizar la educación de nuestros hijos e hijas, nuestra salud y vejez.

Enrique Villanueva M.

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