Violentas inundaciones, grandes tormentas y sequías han afectado a diferentes países del mundo de tal manera que, incluso, el Papa Francisco se refirió al tema a través de la nueva encíclica “Laudato Si”, publicada el jueves 18 de junio. En ésta, junto con asegurar que la situación actual es el resultado de la acción humana, aboga por tomar una serie de medidas para revertirla.
Nuestro país no está ajeno a esta realidad. Es así como existen procesos de deforestación que se remontan hasta al menos mediados del siglo XIX, según explica el especialista en historia ecológica del país de la U de Chile, Fernando Ramírez.
Tres fueron los factores que según el profesor Ramírez afectaron la cobertura vegetal nativa: el inicio de la actividad minera en La Serena y Copiapó con el funcionamiento de hornos a partir de carbón leña; la colonización de las regiones de Los Ríos y Los Lagos mediante el uso del fuego en gran escala para liberar terrenos nuevos; y el despeje de la precordillera central para uso ganadero y cultivo de cereales.
Si bien durante los gobiernos de Federico Errázuriz y Carlos Ibañez del Campo se alzaron voces que alertaban sobre las consecuencias de la deforestación, la visión predominante aún era la ligada a la producción maderera. No sería hasta la presidencia de Eduardo Frei Montalva que el Estado generó una respuesta ante la situación, incorporando la desertificación y el agotamiento de recursos de agua como preocupación pública, aunque sin llegar a proteger el bosque nativo; sólo planteando la recuperación de las zonas dañadas con piños o eucaliptus.
La importancia del bosque nativo
Los temas medioambientales no se instalarían en Chile hasta fines de los años 80 según relata el profesor Ramírez. “Sólo en 1992 el ex Presidente Patricio Aylwin presentó una ley de protección del bosque nativo, pero que no sería aprobada hasta 20 años después. Este tiempo fue aprovechado por las compañías forestales para dar cuenta de buena parte de lo que quedaba de bosque nativo y sustituirlo por plantaciones de pino”.
En opinión del especialista, desde 1850 hasta la actualidad, “tenemos una merma de al menos un 70% de este tipo de bosques a nivel nacional, sin que exista una política por parte del Estado para que se recuperen las áreas dañadas con bosque nativo, prefiriéndose especies exógenas de rápido crecimiento”, aunque Ramírez puntualiza que sí existen proyectos impulsados por la Corporación Nacional Forestal (CONAF) en el norte.
El Dr. Manuel Paneque, de la Facultad de Ciencias Agronómicas de la Universidad de Chile, quien aborda otra arista del problema, asegura que “según los escasos reportes disponibles sobre deforestación y degradación de los bosques en el país, la vegetación leñosa de la zona árida de Chile Central está seriamente deteriorada”. Sin embargo, afirma que en contraste y gracias a la implementación de diferentes proyectos de reforestación en la zona, “los estudios realizados por nuestro equipo indican que en el norte de Chile la superficie que se reforestó es superior a la que se deforestó, mientras que la superficie de matorral ha ido aumentando en el Norte Grande”.
Una visión similar sostiene Antonio Vita, académico de la Facultad de Ciencias Forestales y de la Conservación de la Naturaleza. El profesor asegura que “Chile tiene un récord con respecto a reforestación, si bien es cierto que no tanto en términos de superficie, sino en cuanto al tipo de lugares en donde ha desarrollado estos proyectos. Somos un ejemplo de reforestación en terrenos que corresponden a desierto absoluto” como el Norte Grande.
En este sentido, destacó que “si bien es indudable que falta plantar mucho más en el país, si uno ve los proyectos que se han desarrollado en Israel o España, no han sido en condiciones tan áridas como las que plantamos nosotros en San Pedro de Atacama u otras zonas del norte de Chile”. Junto con ello, afirmó que “además se ha diversificado el tipo de especies que se han utilizado para reforestar en los últimos 15 o 20 años”.
Zonas más afectadas y compromiso mundial
Para el profesor Manuel Paneque la degradación de bosque se concentra en la región de Tarapacá mientras que la relativa a matorral se concentra en el altiplano de la región de Arica y Parinacota, y en menor medida en Tarapacá y el sur este de la región de Atacama.
En esa línea, Paneque destacó que “las instituciones chilenas han trabajado activamente en los últimos años, realizándose un trabajo de información para generar líneas base e impulsando iniciativas conducentes a la adaptación y mitigación de los efectos asociados a este fenómeno” trabajando su equipo junto a CONAF y empresas privadas en el desarrollo de “bases para el manejo, forestación y conservación en zonas áridas con fines de producción de bioenergía y bonos de carbono en el Norte Grande”.
Tareas como las reseñadas, están en línea con los desafíos que deberá enfrentar Chile para cumplir sus compromisos de reducción de sus emisiones de gases de efecto invernadero. Lo que se busca -enfatizó Paneque- es desarrollar “una economía carbono neutral, para contribuir a mitigar los efectos del cambio global y sus consecuencias sobre la población a nivel nacional y mundial”, destacando que “el rol de los bosques y formaciones vegetales nativas y exóticas ha sido clave para que el aporte de Chile a las emisiones mundiales haya sido de sólo el 0,2%”.
Respecto a los desafíos en cuanto a reforestación, el profesor Vita aseguró que los proyectos desarrollados en el país no son una iniciativa aislada a nivel mundial. “Este no es un problema de Chile sino que es materia de análisis a nivel internacional. El reto que enfrenta Naciones Unidas tiene relación con llegar a un punto de equilibrio donde no aumente la desertificación a nivel mundial”, enfatizó.
Ramírez también da su alerta respecto a esta visión al afirmar que “en la mayor parte de los países donde estos procesos se llevan a cabo, suponen un proyecto del Estado con infraestructura, modificación de la relación de propiedad sobre ciertas áreas y con corredores biológicos. No sirve tener un bosque de un par de hectáreas si se cortan los flujos biológicos, por lo que debe haber franjas de mar a cordillera que permitan la transferencia genética de especies, el fortalecimiento de las especies en peligro, la recuperación de la fauna que ayuda al traslado de semillas”, entre otras características.
En este contexto, Ramírez aseguró que los proyectos que actualmente se impulsan en materia de reforestación son insuficientes “La CONAF no tiene planta de personal ni un departamento dedicado a estas materias de manera exclusiva y sus trabajadores desarrollan sus labores en condiciones de gran precariedad”, lo que se combinaría con la existencia de una normativa que califica de “letra muerta si no tiene fiscalización y recursos para implementarla. Mientras no se realicen cambios importantes en estos distintos niveles, es muy difícil que la situación cambie”.
Fuente: FCNC U. Chile