Acompañado por artistas y autoridades regionales, el ministro de Cultura, Ernesto Ottone, anunció hace algunos días la convocatoria de los Fondos Cultura 2016, que se mantendrá abierta hasta fines de agosto.
En la ocasión, el titular del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (CNCA) destacó un presupuesto que supera los 20.300 millones de pesos, lo que representa un crecimiento de 7,2 por ciento respecto del año anterior.
Además, anunció cambios en la plataforma de postulación y la disminución del cofinanciamiento que debían aportar los postulantes, entre otras medidas. “Los Fondos tienen un rediseño en su formulación, en su aspecto informático, pero sobre todo en la línea de cómo entregamos herramientas que sean más fáciles de acceso para los colaboradores”, dijo.
“Las nuevas herramientas, en cada uno de los fondos, tienen sutilezas nuevas en algunos casos, cambios profundos en otros, pero todos van en la línea de cómo entregamos herramientas cada vez más directas de acceso, con menos trabas para acceder a ellas”, añadió.
Los nuevos Fondos Cultura tienen 37 líneas y 70 modalidades y contemplan novedades. Por ejemplo, el propio CNCA destacó una nueva modalidad del Fondo del Libro para que escritores de pueblos originarios puedan postular obras de manera bilingüe. Asimismo, subrayó una línea de asociatividad en el Fondo de la Música y que la postulación ahora se hace por disciplina artística, independiente del ámbito al que pertenezca el proyecto, como investigación, creación o difusión.
Los cambios en el sistema se esperaban hace tiempo. A principios de este año, sobre todo luego de la controversia que provocó la adjudicación de fondos a Corpartes -la corporación cultural del grupo Saieh-, la entonces ministra Claudia Barattini había anunciado una “reingeniería total” del sistema. Sin embargo, la realidad parece ser distinta.
Para el sociólogo e investigador de la Universidad de Chile Simón Palominos, de hecho, los cambios no alcanzan a ser más que cosméticos: “Es habitual, en especial cuando hay cambios de gobierno o ministro, que en cada convocatoria se trate de reinventar el Fondart, pero ¿qué ves finalmente en las bases? En la práctica, la incorporación o el retiro de líneas de financiamiento. Eso es lo que fundamentalmente se hace y se ha hecho este año. Por lo mismo, no significa una reingeniería”, dice.
“Por ejemplo, no se hizo una reformulación de la figura del beneficiario y eso no tiene que ver tanto con cómo defines las líneas y bases, sino que pasa por una redefinición del Fondart en términos de política pública. No importa si cambias las bases, tiene que ver con cómo planteas el Fondart a nivel de diseño”, indica el también académico de la Universidad Alberto Hurtado.
Por su parte, el Encargado de Creación Artística de la Universidad de Chile, Fernando Gaspar, considera que “al parecer la reingeniería queda pendiente para el próximo año”.
Según el especialista, quien antes coordinó la Unidad de Estudios y realizó otras labores en el CNCA, “la lógica de la concursabilidad ya tocó techo, en años recientes. Me parece inadmisible que espacios públicos y agrupaciones emblemáticas de carácter público tengan que concursar a la par con fundaciones y espacios culturales privados. Ya no da para más”.
Para ejemplificarlo, el especialista señala el caso del Museo de Arte Contemporáneo (MAC), dependiente de la Universidad de Chile, que debe competir con fundaciones y centros culturales privadas para obtener dineros públicos. “Eso es por decir solo un caso. Hay bibliotecas y centros culturales públicos que no se acepta bajo ninguna lógica que continúen con este patrón de concursos y competencia por fondos que entrega el Estado”, indica.
¿Y la investigación en artes escénicas?
A pesar de los reparos, hay modificaciones que generan consenso. Simón Palominos, por ejemplo, valora que se hayan eliminado duplicidades entre los concursos nacionales y regionales: “Había muchos fondos que financiaban lo mismo y es útil limpiar las líneas de concurso para que haya mayor coherencia en el instrumento”, dice.
Fernando Gaspar, por su parte, destaca las ya mencionadas novedades del Fondo del Libro y de la Música y añade el énfasis que el Fondart regional hará en proyectos que se desarrollen en colegios públicos, en la línea de intercambio cultural.
Llama la atención, no obstante, lo que ocurre con los proyectos de investigación en artes escénicas. Martín Farías, autor de dos libros elaborados con fondos concursables (Reconstruyendo el sonido de la escena. Músicos de teatro en Chile 1947-1987 y Encantadores de serpientes. Músicos de teatro en Chile 1988-2011), explica que “se cerró la línea de investigación, a diferencia de lo que pasa con audiovisual, el Fondo del Libro y el de la Música, que sí tienen líneas específicas para este tipo de proyectos”.
“Ahora los proyectos se pueden postular a la línea de creación, indicando que es un proyecto de investigación, pero al fusionarlos, tienes que competir con obras de teatro o puestas en escena de danza, por ejemplo, lo que me parece un poco perjudicial para estos proyectos que no son tan mediáticos”, argumenta.
El cambio supone además una reducción del plazo para ejecutar iniciativas que pueden ser de largo aliento. En ese sentido, Martín Farías subraya que los escasos libros que existen sobre las artes escénicas locales, como la Historia del teatro en Chile. 1941-1990 de Juan Andrés Piña, se hicieron con estos fondos: “Son proyectos que nutren la formación de los mismos artistas. Estos libros o documentales luego van a las escuelas y los estudiantes se nutren de esa información, porque en Chile hay súper poco material de estudio sobre las artes. Haces un material y se convierte en el único que hay”, afirma.
“La investigación no es tan rentable ni llamativa, pero es súper necesaria, porque es la reflexión y el análisis de las prácticas artísticas. No por casualidad todos los otros fondos tienen líneas de investigación”, agrega.
¿Para qué sirven los proyectos?
Más allá de la convocatoria de este año, otro tema que preocupa es el impacto real que tienen los proyectos. Esto, considerando que los millonarios recursos continúan creciendo.
“Quisiera saber exactamente cuántos de los proyectos tienen una ejecución acorde a lo que se postula, si realmente llegan a las comunidades”, se pregunta Fernando Gaspar, quien plantea que se debería fortalecer la labor que el CNCA realiza en este ámbito: “Puedo decir con conocimiento de causa que los fondos son administrados por muy pocas personas que tienen control sobre una cantidad impresionante de recursos. No pasa necesariamente por mala gestión, porque con la capacidad que se tiene, no se puede exigir que las personas que administran esta inmensidad de fondos, además, puedan dedicarse a su seguimiento”, argumenta.
Una opinión similar expresa Simón Palominos, quien también trabajó en el área de estudios del Consejo: “Hay que generar una evaluación del impacto del Fondart. No hay que ser injustos, hubo una época en que se intentó realizar algo en esa línea, pero el CNCA no tiene una cultura organizacional donde la evaluación sea un elemento permanente”, dice.
“Tenemos Fondart desde 1992 y sabemos poco de cómo cambia la trayectoria laboral o creativa de un artista. Podemos intuirlo: obviamente si ganas muchas veces el Fondart, te fortaleces, pero eso dice poco del impacto específico que tienen los fondos”, concluye.