Un gran toro inflable, de vistoso color dorado, cuelga desde esta semana en el hall central del Museo Nacional de Bellas Artes. Ahí lo ubicó Joaquín Sánchez, artista nacido en Paraguay y asentado en Bolivia. Él mismo colocó una reproducción -también inflable- de una barcaza de totora, como las que se pueden hallar en el lago Titicaca, en una de las salas del primer piso del edificio.
Ambas obras forman parte de Cruces líquidos, exposición que se inauguró en la noche de este martes y que reúne trabajos de otros tres artistas acostumbrados al tránsito entre países: el chileno Juan Castillo, establecido hace años en Suecia; el español Francis Naranjo, que ya ha mostrado su trabajo varias veces en Chile; y Juan Ramón Barbancho, investigador hispano que vive en Ecuador.
Cada uno de ellos presenta instalaciones que contienen registros audiovisuales, fotografías o vitrinas en las que se exhiben piedras, por ejemplo.
La muestra ya estuvo en el Museo Nacional de Arte de Bolivia y en el Museo de Arte Moderno de Chiloé, con una curatoría a cargo de Inés Ortega-Márquez. “No es un trabajo colectivo, en el sentido de pintar juntos un cuadro, pero sí es colaborativo y en diálogo con el resto. Desde el inicio hasta el final de la exposición, todo es una unidad. En cualquier punto hay recordatorios y guiños de unas obras a las otras, de unos autores a los otros”, explica la especialista.
La exhibición ocupa tres salas del ala norte del Bellas Artes. En las dos más grandes se reparten los trabajos de los cuatro artistas. En la intermedia, más pequeña, se combinan las obras de todos: “Era muy importante mostrar la confluencia de todos en una sala común, donde estuvieran representados cada uno con una obra, además de las producidas en la itinerancia, es decir, que se realizaron para Bolivia y para Chiloé”, dice Inés Ortega-Márquez.
Ese orden se vincula con el nombre de la exposición, que proviene del concepto de cultura líquida del sociólogo polaco Zygmunt Bauman. Según explicó Juan Ramón Barbancho, quien preparó la investigación y los textos que acompañan el proyecto, “hablamos de la muerte del autor, en el sentido de ese artista romántico, como tocado por una varita mágica, que hace cosas geniales. Abogamos por la desaparición de esa idea”.
“Hablamos de esa cultura líquida y de ese concepto de autor líquido porque todos los artistas -sobre todo Joaquín Sánchez- trabajan con una idea de la cultura de las comunidades ancestrales, donde puede haber alguien que efectivamente puede tener más destreza manual para crear un objeto, pero no es esa persona quien crea la obra, sino que es la comunidad la que lo hace por una determinada necesidad social, religiosa, política, por lo que sea. No es algo para embellecer los lugares públicos o las casas, porque esa es una idea del arte que se crea a finales del XIX. Antes, se consideraban objetos útiles y necesarios para el bien de la comunidad”, señala Barbancho.
En esa línea, Juan Castillo presenta una mixtura de trabajos: hay imágenes pintadas con té, tejidos adquiridos en mercados de segunda mano suecos y videos. En uno de ellos se ve a una mujer respirando con los ojos cerrados, mientras aparece la palabra “idea” en más de 50 idiomas; junto a ella se puede ver el registro del proyecto Ritos de paso (2013), en la que un letrero con la frase “Te devuelvo tu imagen” se quema, en el norte y sur de Chile. “Es una frase muy antigua, de mis primeros trabajos, y en el fondo dice que la obra la realiza la mirada, o sea, el espectador. Cuando me preguntan qué quería decir, lo que respondo es que yo solo lanzo algunos estímulos, pero el que da significado eres tú, tu mirada”, afirma el artista.
Cruces líquidos se exhibirá gasta el 20 de septiembre en el Museo de Bellas Artes y la entrada es gratuita.