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Luis Riveros: “Para salir de la crisis institucional necesitamos nuevos liderazgos”

En conversación con Juan Pablo Cárdenas, el profesor se refirió a la situación política por la que atraviesa el país. En ese sentido, reflexionó sobre la importancia de una nueva Constitución, pero también de la necesidad de un reordenamiento político donde emerjan nuevos liderazgos.

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  Viernes 17 de julio 2015 8:52 hrs. 
Riveros

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En conversación con Juan Pablo Cárdenas, el ex rector de la Universidad de Chile, profesor y gran maestro de la Logia de Chile, Luis Riveros, se refirió a la situación política actual. En ese sentido, dijo estar convencido de que el país atraviesa una crisis institucional, marcada por la falta de credibilidad que tienen los organismos del Estado.

“Cuando un gobierno tiene un 18 por ciento de credibilidad y el Congreso está aun por debajo de esa cifra, hay que entender que existe un problema mucho más allá de una crisis política. Estamos más allá de eso, pero los políticos me han insistido en que no hay una crisis institucional, por lo tanto, ellos siguen creyendo que los problemas se pueden abordar haciendo comisiones, pactos o sub-pactos, por eso tenemos un problema mayor que nos pone dilemas críticos no para éste gobierno, sino para la estabilidad de la propia democracia”, explicó.

Pareciera que de pronto todo está funcionando mal. ¿Podríamos llegar a la conclusión de que es el momento de plantearse un nuevo diseño institucional, que las instituciones requieren ser repensadas bajo una nueva Constitución?

Esa es una tarea pendiente hace un tiempo, parte del problema es eso. Sin embargo, tampoco cambia sustancialmente las cosas si no hay un cambio sustancial en la política. La política ha dejado de ser la cuestión trascendente, para ser fundamentalmente de arreglos, de entendimientos parciales, de posiciones estridentes o menos estridentes… no hay política de mirada nacional, de mirada trascendente. Hoy la política tiene mirada de corto plazo, no hay mirada de país y eso ha puesto a los partidos políticos en algo irrelevante para los jóvenes, no hay movimientos que en las universidades respondan a grandes líneas políticas, porque no hay percepción de cómo eso puede ayudar al país. Por todo eso, da la impresión que necesitamos un re-arreglo institucional y, al mismo tiempo, de la política.

¿Cómo se re-arregla la política? Toda vez que ésta está hecha por seres humanos. ¿Necesariamente habría que cambiar a los políticos que han estado dirigiendo al país durante este tiempo?

Es muy importante el giro en los liderazgos. Yo siempre recuerdo los años veinte, cuando teníamos una situación muy similar a la de ahora, con una Constitución cuestionada (la de 1833), un ambiente de expectativas, incertidumbre, desilusiones, protestas, que se prolongó por unos quince años y, al mismo tiempo, una política decadente porque eran siempre los mismos, se iban cambiando un poco de posiciones, corrupción incluida. Había un ambiente muy malo para el país lo que llevó a un gran anarquismo que fue creciendo hasta mediados de la segunda década del siglo, y esto cambia cuando aparece un líder encabezando a una coalición de partidos que tenía una mirada nueva: la Alianza Liberal. Rompió varios esquemas de los que venían primando antes y éste líder se atreve a irrumpir en transformaciones institucionales, cambio en la Constitución incluido. Por eso, fue muy criticado Arturo Alessandri, porque usó una asamblea constituyente a su modo, pero cambió la Constitución y la nueva estuvo vigente unos cincuenta años. Pero al mismo tiempo hubo un cambio en la política: aparece el Partido Socialista, el Partido Comunista, se consolida la Alianza Liberal, como un movimiento de mirada progresista. Eso, con todos los rompimientos institucionales, permitió sentar las bases de una manera estable en el largo plazo, el país tomó un rumbo.

¿Cómo podría encararse hoy día esta situación crisis institucional y política?, ¿con los mismo actores o tenemos que dar paso a otros nuevos?

Hay que dar espacio a otros actores. No podemos seguir pensando en la misma lógica de los partidos. Si pensamos que para las próximas elecciones presidenciales ya se empieza a mirar si el candidato va a ser de tal o cual partido, se hace necesario abrir los espacios y estos seguro que aparecerán nuevos liderazgos e ideas capaz de conducir al país hacia el reencuentro.

Yo no veo cómo un gobierno que tiene tan baja credibilidad como éste y que tiene una gran cantidad de propuestas tan desordenadas y se perciben como algo no estructurado, cómo podrían llamar a una asamblea constituyente con una propuesta de Constitución. Hay que cambiar algunas cosas previo a eso. Es tan urgente el tema constitucional que eso sí que necesitaría una comisión.

La Democracia Cristiana planteó hacer una convención constituyente que estaría integrada por diputados, senadores y por una nómina de otras personas elegidas por el Congreso pleno. Es decir, la propuesta radica en el Congreso actual, oponiéndose a la asamblea constituyente. ¿Por qué se teme a una asamblea constituyente?

Yo no sé. También le temo, en el sentido que vamos a encerrar a un grupo de personas que hemos elegido y que de ahí va a salir una Constitución que no sabemos para dónde. En ese sentido, el temor de los políticos es mucho más porque no tendrían capacidad de manejar los resultados, pero a mi me parece que debemos conducir por ese camino, pese a los riesgos que tiene. Si somos capaces de conducirlo, de orientarlo, de encausarlo, para que no terminemos con una Constitución peor a la de hoy. Hay que buscar los caminos para que eso entre dentro de la normalización institucional que necesita el país, pero la propuesta que ha hecho la Democracia Cristiana es un poco graciosa porque radicaría todo esto en un organismo que está desprovisto de credibilidad en la ciudadanía. Yo creo que ese no es un buen camino.

En el balance en que la nueva Constitución pueda ser resuelta por un poder del Estado tan desprestigiado, a todas luces, pareciera que lo más atinado es que alguien convocara a la elección de un grupo constituyente donde no todo va a estar dejado al azar.

Hay que jugárselas. Me parece que necesitamos una Constitución remozada, pero no una que parta de cero. Me parece muy razonable pensar que para iniciar debiésemos volver a la Constitución de 1973 y que a partir de ese foja cero, reelaboremos, modernicemos y no de la del 80, para poder terminar con este mal origen de cuna. Me parece que eso es algo a discutir como país.

Sobre cómo se maneja la asamblea constituyente, creo que los resultados deben ser elevados a las autoridades del Estado de Chile con la fuerza de un organismo representativo elegido democráticamente, no creo en estas comisiones designadas, sino una elegida que tenga plazos, métodos de trabajo, reglamentado, y esos resultados no deben ser sino elevados a la potestad que debe tener un nuevo Congreso Nacional. Yo soy partidario de que éste sea elegido con poderes constituyentes, pero solo para que se pueda pronunciar sobre esta Constitución elaborada con asamblea constituyente, así fue un poco como lo hizo Arturo Alessandri, lo que pasa es que él intervino y dividió la asamblea y, finalmente, puso a los militares a la espalda para respaldarla, pero bien o mal, esa fue una Constitución bastante mejor que la de 1833.

¿Por qué tenerle tanto miedo a este texto cuando hay ejemplos como el de Bolivia y Ecuador que han sido elogiados a nivel mundial?

Ese temor viene de la idea de que cualquier cosa que venga de afuera del Congreso puede ser muy desordenada, muy caótica, puede salir cualquier cosa. Yo tampoco tengo grandes temores a eso, pero creo que hay que tener muy claros los mecanismos de conexión entre esta asamblea y los poderes del Estado que han sido elegidos y, por eso, a mi me parece que no estamos en el momento porque con una autoridad que está tan débil en su mandato, me parece que no puede encausar una discusión constitucional. Ahí debe tener gran injerencia el Estado, organizado, en esta asamblea que no puede ser un apéndice que funciona lejos, aislada, y un día de estos nos va a decir cuál es la nueva Constitución que nos toca.

¿Qué factibilidad tiene este gobierno de hacerse cargo de un cúmulo de reformas que deberían emprenderse, como la educacional, la laboral, la previsional?, ¿se debe dejar para después, para un próximo gobierno o se puede hacer ahora?

Yo creo que eso sería lamentable. Siento que el gobierno debe ordenar un poco la agenda, porque avanzar en todos estos frentes, de manera simultanea, es inviable. No solo por los factores económicos. Estamos hablando de transformaciones muy importantes que se pretende tener y hay que ordenarlo. Un gran error fue reducir los gobiernos a cuatro años, porque en este plazo es imposible concretar algo en educación, por ejemplo, cuando existen problemas que van más allá de los cuatro años.

Entonces, por un lado, hay que ordenar. Pero lo otro que me preocupa es esta mirada tan puntal sobre los temas. Creo que cuando se dicen la Reforma Educacional, yo pienso cuál es esta reforma, sino un conjunto de cambios que se están haciendo en la educación particular subvencionada, en la carrera docente, en la gratuidad universitaria… pero todo eso ¿hace una reforma? Qué estoy buscando, yo quiero cambiar el sistema, pero para cambiarlo debo tener una idea de la sociedad que quiero, cosa que no está tan clara. Y, por lo tanto, debo tener claras las líneas de acción que conllevará esta reforma… por todas esas cosas, a mi me da más la impresión que estamos orientados a reformar algunos aspectos a lo que le ponemos un gran titular.

La Reforma Tributaria, fue un cambio en el sistema que hoy estamos tratando de volver atrás, pero tampoco fue una reforma en el sentido integral del sistema tributario, porque fue a unos aspectos puntuales. Yo siento que no tenemos esa mirada de reforma en gran parte porque no nos hemos acostumbrado a conversar de temas de reforma en la política.

En medio de este escenario de corrupción, de protestas, de insatisfacción ciudadana, yo no he visto alguna reunión del Congreso convocada para discutir la situación del país. Eso hubiera sucedido en los años sesenta, no me cabe duda. Hoy los políticos están en las cosas chicas, en los pequeños intercambios de cuñas, preocupados de la sucesión. Y los grandes proyectos del país tiene una mirada a los más de seis meses.

En los últimos días se han usado argumentos económicos para hablar de la agenda de reformas. ¿Es tan severa la situación?, podemos hablar de una crisis económica en un país que todavía crece.

Yo creo que enfrentamos un escenario difícil, sin ninguna duda. La desaceleración de China es importante y pronostica un crecimiento aletargado y eso, en términos percápita, nos pone cerca del estancamiento. Pero también hay mucho reordenamiento que hacer en materia de gasto. Es cierto que el país tiene recursos, ahorros, pero los compromisos que se hacen son de gasto permanente. Este compromiso de gratuidad universal de la educación, es un gasto permanente de cinco mil millones de dólares por año, dos puntos de Producto Interno Bruto por año. Y si uno suma todo lo que necesita en educación, en salud, estamos hablando de una cantidad de recursos muy difícil de financiar, por eso es tan importante ordenar. No significa no hacer las cosas, pero hay que priorizar.

Pero aplicar impuestos, royalty minero, rebajar gastos militares. Pero si no se quiere reordenar, difícilmente se van a encontrar los recursos necesarios.

Claro, ese es el punto. Hay que reordenar. Establecer los criterios con que se haga y de ahí obtener los recursos para lo que queremos hacer.

En ese sentido, en educación usted no está de acuerdo. Piensa que debíamos empezar por el sector parvulario. Sin embargo, está todo muy orientado a la universidad. ¿Estamos muy desordenados?

Muy desordenados, porque los universitarios protestan, pero los parvularios no, menos cuando los más pobres ni siquiera tienen acceso. Yo pienso que hay que establecer responsablemente las prioridades y, para mi, la numero uno era la educación preescolar y, la número dos, la educación pública, porque es una vergüenza que el país siga teniendo una educación municipalizada, un desastre permanente y creciente; número tres, la educación técnica y número cuatro el financiamiento que se le ha dado a la educación privada. Lo que se ha hecho en este gobierno es aumentar el financiamiento al sector privado, eso está en la ley que se aprobó hace algunos meses. Y la educación superior, que ahí el ordenamiento debe ser mayor, porque ha crecido de una manera que, en muchos sentidos es insostenibles. Y ahí, habría seguido criterios tan simples como: universidades estatales deben ser gratuitas, universidades privadas, algunas deben ser subsidiadas y otras no. Si esa regla se pone de esa manera, me parece que se puede jugar un mejor partido.

Tengo la esperanza de que la Ministra Delpiano ordene esto. Hay que priorizar por los recursos que tenemos.

¿Cómo ve la situación de la Universidad de Chile en todo este cuadro?, ¿cómo podría aportar?

La Universidad enfrenta varios problemas, uno de ellos, la distribución de su presupuesto. Ciertamente en la Universidad hay una gran inequidad, que es estructural. El segundo reto es el que la Universidad de Chile, es la mejor universidad del país, pero la veo con una tasa de expansión académica mucho menor a la del pasado y eso tiene que ver con la organización, los incentivos, y eso me preocupa. Sobre todo, cuando la otra universidad, está número 1 y nosotros estamos número dos, me preocupan esas señales, porque son de mucha incidencia.

También me preocupa la desordenada discusión estatutaria que estamos llevando. Me parece que los estatutos siempre deben pensarse, pero siempre deben tener un estudio, diagnostico, para cambiar. Porque no me parece que un estatuto que tiene ocho años, tengamos que cambiarlo y en cosas que fueron bien discutidas.

Me gustaría quedarme con su diagnóstico de que ciertamente estamos en una crisis institucional y política que tiene riesgos, pero también la posibilidad de salir.

Finalmente, en este contexto de crisis, el país necesita nuevos liderazgos, nuevas ideas, salirnos de este marco estrecho de la política que está mal entendida en esto de los partidos. Hay que abrir las puertas a la juventud, que tiene nuevas ideas, nuevas miradas, que muchas veces las miramos con temor, pero hay que verlos con la complacencia de quien mira el futuro con la complacencia de que sean estos jóvenes quienes nos enseñen cómo hacer mejor las cosas, con un sentido de país distinto.

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