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Cuba – EE.UU: se abren embajadas, esperan el Bloqueo y Guantánamo

Las otras dos grandes demandas cubanas pendientes seguirán estando encima de la mesa. La primera parece mucho más posible, Obama ya pidió al Congreso de su país levantar el bloqueo, mientras Raúl Castro lo puso como condición para seguir avanzando. En el caso de Guantánamo, más lejano, el presidente de Cuba repuso la demanda histórica pero recibió como respuesta que no estaba en la agenda de la secretaría de Defensa de Estados Unidos.

Patricio López

  Sábado 18 de julio 2015 10:09 hrs. 
CUBA.USA

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La imagen que el mundo presenciará este lunes estará cargada de simbolismos, de sensación de historia haciendo carne en el momento presente, de un triunfo histórico de Cuba y de un giro en la política exterior de Estados Unidos, sentenciado por Obama. Pero, dicho todo esto, no será el momento del gran cambio. Éste sucederá, en lo que respecta al periodo de los últimos 55 años, cuando cese el bloqueo económico más largo que se conozca en el mundo moderno. Y, en una señal hacia la historia, cuando Estados Unidos abandone su base naval en la bahía cubana de Guantánamo, que ocupa desde 1903.

Pasa que, para la isla, todos estos hitos están entrelazados y la apertura de embajadas no es un mero acto de descongelamiento, sino un hecho que atraviesa su historia de capitulaciones y rebelión frente a la potencia del norte. Después de ser el último país de América Latina en independizarse de España, en 1898, Cuba fue inmediatamente invadida por Estados Unidos hasta que, en mayo de 1902, ambos países se reconocieron mutuamente y establecieron por primera vez relaciones. Ello no sucedió, como podría preverse, en condiciones de igualdad y prueba de ello es la cesión “voluntaria” que hizo el gobierno cubano para la base en Guantánamo. Luego de la Revolución, aquel periodo fue leído como un momento vergonzoso de la historia del país, por lo que la ruptura de relaciones en 1961, si bien fue decidida por Estados Unidos, se interpretó como una restitución de la dignidad perdida antes.

Ese relato no cambiará y por ello las otras dos grandes demandas cubanas pendientes seguirán estando encima de la mesa. La primera parece mucho más posible y debería ser la culminación de este proceso de acercamiento. Obama ya pidió al Congreso de su país levantar el bloqueo, mientras Raúl Castro lo puso como condición para seguir avanzando. En la actualidad, y luego de que el Ejecutivo estadounidense hiciera su parte, hay dos proyectos de ley que deben ser discutidos. Uno levantaría la prohibición de los viajes, que actualmente son permitidos para actividades puntuales que no incluyen el turismo, y otro que busca eliminar las sanciones y el embargo contra Cuba, para que se puedan realizar transacciones financieras y comerciales como en cualquier parte del mundo. Terminar con el bloqueo debería implicar también la derogación de la ley Helms-Burton, promulgada por Bill Clinton en 1996, que permite castigar a las compañías de terceros países que comercien con Cuba. En el caso de Guantánamo, más lejano, el presidente de Cuba repuso la demanda histórica pero recibió como respuesta que no estaba en la agenda de la secretaría de Defensa de Estados Unidos.

De todos modos, desde la década del 90 ha cambiado cierto sentido común en el Partido Demócrata, como puede apreciarse, ni más ni menos, en la probable candidata para las próximas elecciones, Hillary Clinton. El año pasado, la ex secretaria de Estado del actual mandatario sorprendió al abogar en su libro de memorias, “Hard Choices”, por el fin del embargo. Ahí afirmó que “desde 1960 Estados Unidos ha mantenido un embargo con la esperanza de sacar a Castro del poder, pero la verdad es que lo único que ha logrado es darle un argumento para justificar la tragedia económica cubana”. Dijo además que había planteado tal posición a Obama cuando ocupaba el principal cargo de las relaciones exteriores de su gobierno.

Como sea, y teniendo los cubanos una alta valoración de los simbolismos en política, su puesta en escena buscada para el momento en que vuelva a flamear su bandera en suelo estadounidense después de 54 años no es la de un gobierno, sino la del pueblo cubano entrando a ese país. El canciller, Bruno Rodríguez, quien será recibido por su homólogo estadounidense, John Kerry, encabezará una delegación de 28 personas, conformada entre otros por el trovador Silvio Rodríguez, el escritor Miguel Barnet y el ex canciller Ricardo Alarcón. Luego, se realizará una ceremonia en la sede diplomática en Washington a la que están invitados alrededor de 500 personas, entre ellos, funcionarios, miembros del Congreso, empresarios, expertos de los centros de estudios y directivos de organizaciones no gubernamentales.

Mientras, en La Habana, la Oficina de Intereses estadounidenses, frente al Malecón, se convertirá en la embajada, teniendo al frente la emblemática Tribuna Antimperialista, explanada construida por Fidel Castro en 2000, en momentos de la controversia por el niño Elián González, y que representa la lucha de Cuba, liderada por José Martí y en nombre de América Latina, contra los afanes de dominación de Estados Unidos en el continente.

Desde ese lugar, se desplegarán con más recursos y libertades los esfuerzos para provocar el cambio en Cuba, pero esta vez por dentro. Tal propósito estará influido por la presión del Partido Republicano, donde algunos líderes como el precandidato presidencial Marco Rubio han deplorado los pasos de Obama al considerarlos “concesiones unilaterales a ese régimen odioso”. Otro de los competidores, Jeb Bush, dijo que “la verdadera prueba” no son “logros diplomáticos dudosos sino si el mejoramiento de las relaciones entre La Habana y Washington avanza la causa de los derechos humanos y la libertad del pueblo cubano”.

Pero todo eso será después del lunes. Antes, la apertura de las embajadas será un nuevo hito desde que el 17 de diciembre pasado el mundo se enteró con asombro del restablecimiento de las relaciones. Cuba y Estados Unidos han sido inducidos por poderosas circunstancias a iniciar una nueva era. En el caso de la isla, influyen el cierre de la generosa llave venezolana y la necesidad de incorporar todas las incertidumbres de la transición al momento donde los hermanos Castro puedan controlar el proceso. En el caso de la potencia estadounidense, pesa la pérdida de influencia en una América Latina solidaria con Cuba y la necesidad de Obama de reposicionar al final de su mandato una estatura histórica, luego del declive de su imagen nacional e internacional. El acuerdo con Irán va en la misma dirección.

 

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