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Villegas: Un autor del cual prescindir

Los libreros, el último eslabón de la cadena del libro desde que el autor lo escribiera, son mucho más que un “punto de venta”, como se llama en lenguaje de marketing. La librería es el lugar que vende, pero no cualquier cosa.

Vivian Lavín

  Martes 28 de julio 2015 9:32 hrs. 
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Lo que ha sucedido a partir de las confesiones de un ex conscripto primero, y luego de otro, que participaron en el espeluznante atentado en contra de Rodrigo Rojas de Negri y de Carmen Gloria Quintana, ha permitido que lo peor de nosotros se muestre sin pudor. El horror que significó el Caso Quemados esos primeros días de julio de 1986 se ha revivido, rompiendo el silencio cómplice que ha existido desde entonces. Los recuerdos de este conscripto han despertado los nuestros y nos han llevado a esos días cuando la crueldad de los uniformados se ensañaba contra tantos chilenos.

La confesión de Fernando Guzmán permitió la reapertura de un caso que estaba cerrado por falta de pruebas. Y este paso que dio el juez Mario Carroza ha sido interpretado por muchos como una licencia para decir lo que se les venga en gana, como si sus opiniones fueran tan importantes y necesarias.

Así, el secretario general de la UDI ha tenido la tupé de decir que “falta contexto” para analizar estos hechos, refiriéndose quizás a sus propias lagunas morales e históricas. Pero sin duda que uno de los momentos más espeluznantes de todo esto se dio la noche del domingo úlitmo, cuando Fernando Villegas, en el programa Tolerancia Cero de Chilevisión, le señaló a la invitada Carmen Gloria Quintana que “ya pasó la vieja” respecto de la posibilidad de que el Ejército le pidiera perdón por lo que le hizo. Villegas repitió el argumento una y otra vez, majadera y cruelmente, sin siquiera hacerle una pregunta en un programa que se supone es de corte periodístico, convirtiéndolo, como acostumbra, en su tribuna particular.

A pesar de que ni los otros panelistas, que sí son periodistas, ni el editor ni el director del programa reaccionaron frente a una situación que transgredió las normas de la ética periodística, sí lo hicieron las redes sociales que se encargaron de fustigarlo.

También fue a través de Twitter donde la sucursal de Ñuñoa de la librería Qué Leo anunció que no vendería ningún libro más de Fernando Villegas y que devolvería todos los ejemplares a la editorial. Las librerías Qué Leo funcionan como una franquicia, de modo que no hay un solo dueño, sino que múltiples dueños según el local que se trate. Este twit, que involucra una decisión ética de uno de ellos, fue también noticia y nos permite a nosotros entender la profundidad de un gesto que para algunos pudiera ser entendido como una simple rabieta de librero.

Cuando hemos hecho referencia al Premio por la Paz que entrega la Cámara del Comercio Librero de Frankfurt en el marco de la más importante feria de libros del mundo es, justamente, esto. Los libreros, el último eslabón de la cadena del libro desde que el autor lo escribiera, son mucho más que un “punto de venta”, como se llama en lenguaje de marketing. La librería es el lugar que vende pero no cualquier cosa, porque aunque así pareciera, no todo impreso es un libro. Los libreros son personas, hombres y mujeres, que tienen un oficio invisible en el Chile de las top ten y los superventas. Estamos acostumbrados a enfrentar librerías donde la decisión de que un libro esté o no presente pasa por una persona que realiza pedidos según criterios de venta y no de calidad. Pero hay librerías de libreros, es decir, de quienes tienen un oficio y ese espacio se convierte en una particular manera de entender el mundo a partir de la selección que han realizado. Los libreros son personajes clave para un lector ávido y también para uno indeciso. La destreza que implica entregar ese libro que estaba esperando por un determinado lector es lo que los hace casi mágicos. Pero también tienen la claridad de qué libros no estarán disponibles en sus estanterías, como lo ha hecho la librería Qué Leo de Ñuñoa, y también las librerías Prosa & Política y del GAM, que tenían un ejemplar de este autor que debiera prescindir el Chile que sí cree en la justicia y no en que “ya pasó la vieja”. Los alemanes esto lo entienden bien y son ellos, los libreros, los que se toman el fin de fiesta y tienen un rol protagónico en Frankfurt para premiar a hombres y mujeres que en diferentes disciplinas -literatura, ciencia y arte- han trabajado por la Paz.

Son decisiones éticas que se valoran y deben ser reconocidas.

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