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Claude Pomerleau: “El fracaso de EE.UU. respecto a Cuba es solo comparable a los de Afganistán o Libia”

El profesor de la Universidad de Portland, invitado a nuestro país por el Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile, afirmó que “muchos demócratas piensan hace tiempo que era una locura la política del boicot, pero se trataba de una inercia fuertemente basada en la realidad de los republicanos del sur”.

Patricio López

  Sábado 15 de agosto 2015 9:57 hrs. 
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El académico de la Universidad de Portland, doctor en Relaciones Internacionales y sacerdote católico Claude Pomerleau está convencido de que el cambio histórico de Estados Unidos respecto a Cuba dará lugar, inmediatamente después, a un nuevo tipo de relación de ese país con América Latina. Esto, mientras la bandera de ese país vuelve a flamear en la reabierta embajada, frente al Malecón y la Tribuna Anti-imperialista, en La Habana.

Coinciden el restablecimiento de relaciones con Cuba, el acuerdo con Irán y los anuncios sobre cambio climático ¿Se pueden inter-conectar estos tres hechos? ¿Nos dicen algo sobre el tramo final del gobierno de Obama?

Es muy interesante la pregunta porque uno siempre espera relaciones inteligentes y lógicas entre las políticas. Por ejemplo, si alguien interroga ¿hay un programa claro sobre el futuro de las relaciones entre Estados Unidos y América Latina? yo tendría que decir que no lo ha habido y que dudo que lo vaya a haber. En general, me parece que la mayoría de las políticas se hacen en reacción a hechos que ocurren. Por ejemplo, la persona más responsable de la nueva relación entre Estados Unidos e Irán es Netanyahu, porque antes de su reciente visita al Congreso en Washington había un grupo de personas dudosas sobre si avanzar con Irán podría significar una traición hacia Israel. Pero después de este episodio, donde Netanyahu insultó al presidente Obama en el living de su casa, produjo con su estupidez y su intransigencia un cambio significativo.

A uno le daba la impresión que concretar estas medidas al final de su mandato quería decir que Obama estaba pensando en el juicio de la historia…

Es que él está pensando en el juicio de la historia desde que estaba en el Senado. Yo he tratado de entender qué pasó con Obama. Voté por él la primera vez y me quedé desilusionado porque no tomó el liderazgo que uno esperaba. Y esto sucedió porque él había sido un líder de la organización local, es decir, alguien capaz de conciliar los distintos puntos de vista de una comunidad para encontrar una solución. En el gobierno federal de Estados Unidos y en la política internacional eso no funciona. Entonces pasa que durante los primeros cinco años Obama dependía totalmente de un grupo de asesores que tenían puntos de vista completamente distintos entre sí. Andaba con muletas, pero da la impresión que ahora se siente sano y se las sacó.

En relación a Cuba ¿Por qué esta vez Obama logra cambiar la relación? Otros presidentes de Estados Unidos también hicieron declaraciones de buena intención, pero no avanzaron en el tema.

Usted tiene razón en que esto partió mucho antes. El cambio en la política con Cuba se intentó por primera vez con Bush padre, pero no pudo. La idea siguió con Clinton, pero hubo un incidente donde aviones cubanos derribaron una avioneta de Miami con panfletos y eso resultó inaceptable para el gobierno de Estados Unidos. Después vino Bush hijo, él iba a avanzar en reabrir las embajadas y regularizar la inmigración, pero vino lo del 11 de septiembre de 2001 y eso lo volcó completamente hacia los desastres de Afganistán e Irak. Cuando Obama entró, la idea ya estaba en el Gobierno y entre los parlamentarios demócratas, de hecho uno de los principales impulsores fue mi cuñado (el senador demócrata por Vermont y entonces presidente de la Cámara Alta, Patrick Leahy, quien además fue uno de los pocos parlamentarios presentes en la apertura de la embajada en La Habana, este viernes).

Cuando Estados Unidos rompió relaciones con Cuba para botar a los Castro, el presidente era Eisenhower. Pasaron diez mandatarios y los Castro todavía están ahí. Además de impulsar el cambio ¿se debe reconocer el fracaso histórico de Estados Unidos en esta política?

Fue un fracaso de tal magnitud que solo puede ser equivalente al fracaso de Afganistán o el de Libia, donde se sacó a Gaddafi para dar lugar a una situación mucho peor. Los gobiernos, tal como las iglesias, siempre dicen la política era la correcta pero ahora la vamos a ajustar para hacer una mejor política. En el caso con Cuba, muchos demócratas piensan hace tiempo que era una locura la política del boicot. Se trataba de una inercia fuertemente basada en la realidad de los republicanos del sur (Florida, Arkansas, Missisipi y Louisiana) y en su necesidad de ser reelegidos, como premio por apoyar a los más fuertes oponentes cubanos a los Castro. Pero esto estaba cambiando y ellos no se dieron cuenta. En los últimos 3 o 4 años se hizo muy obvio que el 80 por ciento de los jóvenes cubanos que nacieron después de la Revolución apoyan lo que ahora se está haciendo. En muchos casos, además, se trata de gerentes y directores de grandes compañías, por ejemplo de ron o de cigarros, que dicen ¡queremos relaciones con Cuba! Del otro lado, Cuba necesita maquinaria, agricultura y todas las provisiones de Rusia que están maltrechas u obsoletas. No es un mercado muy grande, de unas 13 millones de personas, una población parecida a la de Chile, pero tiene la importancia adicional de las relaciones con América Latina. Y a propósito de Chile, las relaciones que Obama tiene con este país son las que le gustaría tener con el resto del continente, pero el gran obstáculo con todos los países que no tienen una orientación liberal o del Consenso de Washington, es precisamente Cuba.

¿Cuán importante es América Latina para Obama?

Él no es una persona naturalmente orientada hacia este continente. Su mirada, por razones entendibles, es hacia África. Recordemos que hace poco estuvo allá y le habló duramente a los dictadores del continente en un edificio construido, paradójicamente, por Gaddafi, y en una Unión Africana cuyo principal sostén fue el líder libio. Por eso, a pesar de esto que está pasando, no hay un plan desarrollado o detallado para la política futura respecto a América Latina.

Pero imagino que habrá un diagnóstico sobre la pérdida de influencia de Estados Unidos en América Latina.

Sí, se hace, pero especialmente en las universidades, porque los líderes políticos no siempre escuchan. Le hago un paralelismo que puede ser útil, porque en Cuba pasa algo parecido. La última vez que estuve allá, el año pasado, conversé con unos jóvenes economistas de la Universidad de La Habana y están muy frustrados porque no pueden convencer a Raúl de ir más rápido para abrir la economía. Ellos piensan que Cuba puede seguir siendo centralizado con ajustes a la globalización, pero Raúl y sus asesores tienen aprensiones con eso, especialmente porque el liberalismo estadounidense es como un tsunami cuando llega. Cuando les preguntas por el legado de la Revolución a esos jóvenes, muy bien formados, contestan con mucho orgullo que la salud y la educación, mejores que en cualquier país de América Latina. Pero cuando les preguntas por las fallas contestan: el desayuno, el almuerzo y la cena.

En Estados Unidos yo sé que en mi universidad de Portland, en Georgetown, en Yale, en Stanford, en Harvard, los investigadores que han trabajado en el tema entienden la importancia de América Latina para América del Norte, y la necesidad de abrir un tipo de mercado que puede funcionar mejor que antes. Ellos esperan que estas ideas se tomen, pero para ello la normalización con Cuba era una condición. Piense que se trata de 500 millones de personas, con cultura occidental, educados, todos quieren lo mejor para sus hijos, entonces ¿cuál es el obstáculo?

¿No será demasiado tarde? Porque China ya está muy instalado en lo que antes se llamó el “patio trasero de Estados Unidos” y porque muchos de los actuales presidentes latinoamericanos son biográfica y culturalmente anti-imperialistas.

Yo soy muy optimista en este sentido. Tengo 77 años, hace 50 que hago clases y soy sacerdote católico. Y por primera vez desde Juan XXIII, que murió un año antes de mi ordenación, me siento orgulloso del liderazgo de mi iglesia. Y, también, por primera vez, me siento orgulloso del liderazgo de mi gobierno respecto a América Latina. Yo estoy convencido de que el interés de China no es el bienestar de América Latina sino que lo único que buscan es lo mismo que hizo Estados Unidos antes: sacar cosas. Pero ésa no es la política de Estados Unidos ahora, lo sé porque la conozco por dentro. Los mejores pensadores de mi país comprenden que hoy lo mejor para todos es una América Latina fuerte, independiente y unificada.

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