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Nada nuevo…en el fondo


Jueves 27 de agosto 2015 8:48 hrs.


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“Los camioneros de Chile ya no luchamos por el chasis, por el neumático, por el repuesto o la tarifa. Eso quedó atrás en el reiterado incumplimiento de las promesas del gobierno, si es que todavía hay un saldo de gobierno en Chile”. “Hay una sola solución para todos los problemas de Chile: que usted haga dejación del cargo”. Si estas frases le parecen conocidas es porque usted tiene más de 50 años o es un joven interesado en la historia de Chile. Fueron pronunciadas en 1972, por León Vilarín, líder de los camioneros, gremio que estuvo en la base del golpe militar de 1973. Y los epítetos iban dirigidos contra el presidente Salvador Allende. Cualquier semejanza con lo que está ocurriendo hoy es simple coincidencia. O, para decirlo con mayor proyección, en lo esencial no hemos cambiado.

En esto último hay que hacer precisiones. La primera, que el mundo no es el mismo, ni Chile es el de los años 70. Los esquemas ideológico-políticos han mutado y los paradigmas se encuentran en una evolución que aún no permite señalar con precisión cual es el -o los- que nos regirá. Producto de esto mismo, las instituciones y sistemas sociales se encuentran bajo cuestionamiento porque, o han sido corrompidos, o ya no responden a las nuevas necesidades. Además, es necesario advertir que la globalización, en términos políticos, no es más que la demostración del poder a escala global. Y eso lo resume bien una frase de Mahatma Gandhi: “En la Tierra hay suficiente para satisfacer las necesidades de todos, pero no tanto como para satisfacer la avaricia de algunos”. Nada nuevo…en el fondo.

Reafirmando esta mirada, hace solo dos días se conmemoraron los 30 años del Acuerdo Nacional para la Transición a la Democracia. Fue una especie de recordatorio que para salir de las dificultades que representa la democracia se imponen los acuerdos. Y la amenaza constante es la revolución. En esto abundaron los presentes, entre los que se destacaban figuras de la Democracia Cristiana y de Renovación Nacional. Entre ellas, el ministro de Interior Jorge Burgos, el ex presidente Patricio Aylwin, el presidente del Senado Ignacio Walker, el senador Andrés Zaldívar, el senador Andrés Allamand, el ex presidente Sebastián Piñera. Todos abundaron en las bondades del avance lento. Y destacaron los peligros de la “revolución” y de las “ofertas populistas”. Todo esto resumido en una frase de Burgos: “A Chile le ha ido mejor con reformas que con revoluciones”. Nada nuevo…

Al parecer, esta línea de pensamiento es la que se ha impuesto dentro de la actual administración. Así lo estaría demostrando la salida del Intendente Francisco Huenchumilla, un democratacristiano cuya línea política siempre ha estado lejos de la seguida por Burgos, Aylwin o Walker. Para decirlo en pocas palabras, Huenchumilla no creía que con represión se arreglaba el problema de la Araucanía. Estaba por el diálogo, pero también por denunciar que el verdadero problema en la zona son las grandes empresas madereras. O sea, aquellos que manejan el poder económico.

También resulta evidente que la presidenta Bachelet ha variado su mirada. Si es así, es posible que en ello haya influido la parafernalia levantada por los medios de comunicación, encuestas incluidas, respecto del rechazo ciudadano a las reformas que impulsaba su gobierno. Y como un símbolo, es curioso que Huenchumilla caiga cuando la caravana de camioneros proveniente de la Araucanía estuviera por llegar a Santiago. Hace preguntarse si la Presidenta Bachelet se ha desentendido de lo que ofreció en su campaña. Porque hacer las reformas en la medida de lo posible, tiene un final que se conoce. Y a pesar de lo que digan los democratacristianos y los personeros de RN, el Chile actual está lejos de ser un ejemplo en cuanto a igualdad de oportunidades

Al parecer, hoy la Presidenta Bachelet se ha convencido que sus reformas producen más rechazo que aceptación. Sin embargo, la realidad puede ser distinta. Una reforma tributaria, por ejemplo, jamás sería aceptada de buen grado por quienes manejan el poder económico. Y eso quedó claro en el descuartizamiento que hicieron de su proyecto en el Senado. Y entre los carniceros hubo militantes de su propia coalición, como Andrés Zaldívar. La Reforma Educacional tampoco podía ser vista con buenos ojos. Es un negocio que ha dado muy buenos dividendos. Y entre sus beneficiarios están también militantes de su coalición, como Gutenberg Martínez y Mariana Aylwin, sin olvidar a organizaciones poderosas como la Iglesia Católica y la Gran Logia de Chile.

Pero mirando las cosas desde otra perspectiva, la Presidenta pareciera estar equivocada al pensar que su baja en la calificación ciudadana se debe a sus reformas. Lo que más la ha perjudicado ha sido el caso Caval y su reacción frente al mismo. Allí perdió credibilidad. Y si hoy le preocupa la movilización de los camioneros, es una exageración. Ya está claro que su afán de enmendar errores de su primer mandato en esta segunda oportunidad, no va por hacer las reformas estructurales que Chile necesita. No va por refundar un país democrático sacudiéndole las rémoras que dejó la dictadura. Para hacer tal cosa, debería haber tenido una talla que la Presidenta no tiene y que nunca simuló tener. No es Allende, ni Chile es el de 1970. Nada nuevo…