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Palmira y la impostura nacional

Cuando sabemos que nuestras culturas originarias ya estaban momificando a sus muertos hace más de seis mil años resulta una gran impostura, un gran cinismo, esto de escandalizarse con los yihadistas cuando aquí cerquita, en Valparaíso o en el norte de Chile no se respeta el valor patrimonial de nuestra cultura.

Vivian Lavín

  Jueves 27 de agosto 2015 8:58 hrs. 
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Al horror que produjo el degollamiento del director de antigüedades de Palmira, Jaled al Assad, se suman nuevas fotografías que muestran la destrucción de lo que los yihadistas han denominado “limpieza cultural”. Las imágenes de Palmira, ciudad siria declarada Patrimonio de la Humanidad, son devastadoras y han ocupado las portadas de los principales diarios del mundo, incluso en Chile.

Las razones que esgrimen los fanáticos islamistas es que estas obras religiosas son anteriores a la revelación de la que fuera objeto Mahoma por parte de Alá, lo que las convierte en sitios de idolatría. Como policías espirituales, no dudan en utilizar el armamento más destructivo para dejar convertidas en ceniza verdaderas joyas arqueológicas. Así lo hicieron con el Templo de Baal Shamin, de más de dos mil años de antigüedad, al que pusieron dinamita para hacerlo desaparecer de lo que alguna vez fue el rostro de Sira. Lo mismo ha hecho el estado Islámico en el norte de Irak con una voracidad destructora que no deja de escandalizar, más aún cuando además utilizan las más efectivas armas del horror como son los medios tecnológicos para viralizar a través de videos y fotografías sus despropósitos por todo el mundo.

Unesco, el órgano rector de Naciones Unidas encargado de velar por estos sitios de enorme valor patrimonial, ha catalogado a estos atentados como “crímenes de guerra”. Uno más de los más de 300 que han venido cometiendo desde el año 2011, cuando estalló la guerra civil en Siria, un país que se asienta sobre un territorio de que ha sido llamado la cuna de la civilización.

El impacto que esto produce en Chile se aprecia en la prensa, sea en las portadas de diarios y también en los escasos minutos de los noticiarios que se las arreglan para no explicar mucho más y dejar en cambio que las imágenes hablen por sí solas, provocando la perplejidad de los televidentes.

¿ Y cómo andamos por casa?, podríamos preguntar respecto de la protección patrimonial. Pues se produce la impostura de escandalizarse con lo que sucede afuera para no hacer análisis ni menos reflexionar sobre lo que acontece en Chile. Hace un mes, el director de la Dibam estuvo en Alemania en el marco de una reunión anual de Unesco junto a otros especialistas para ir a dar cuenta de los seis sitios nuestros que habiendo sido declarados Patrimonio de la Humanidad cayeron en la categoría de sitios en peligro, debido al escaso cuidado que se les ha prestado. Uno de ellos, es Valparaíso, lo que resulta paradójico cuando se trata de una ciudad emblemática de nuestra historia, la que sin embargo, hasta el día de hoy no cuenta con un Plan integral que considere el crecimiento ni el desarrollo del llamado puerto principal. Terreno fértil, por cierto, para que se cometan todo los despropósitos posibles, como la construcción de un edificio como el Congreso Nacional que de manera brutal rompe con toda la arquitectura urbana, una construcción que no se condice ni con las dimensiones ni con el estilo de una ciudad de tanta historia y que, su demolición, con dinamita al más puro estilo Estado Islámico, habría sido un gran favor para la ciudad. Pero como no existe esta hoja de ruta para Valparaíso, hay otro proyecto denominado Puerto Barón que implicaría la construcción de un centro comercial o mall que vendría a deformar aun más el rostro porteño. Los portuarios agrupados en la Coordinadora Marítima Portuaria de Valparaíso se oponen porque le quita espacio al desarrollo portuario…no porque signifique un impacto patrimonial negativo. Ni qué decir del llamado Terminal 2, que significaría el acopio de containers a lo largo del borde costero impidiendo la vista desde el plano hacia el mar como si se tratara de un edificio de dos pisos a todo lo largo.

El Estado de Chile se ha comprometido a velar por estos sitios, pero ya sabemos que las buenas intenciones no bastan. Lo que sucedió en Castro es ejemplo de ello, cuando finalmente, el municipio autorizó a escasas dos cuadras, la construcción de un centro comercial que deja a la Iglesia de esa ciudad como si fuera una miniatura.

Peor aun. Es el Estado de Chile el que ha financiado en el norte de Chile, entregando recursos del fisco por más de siete millones de dólares en cada oportunidad con ocasión del rally Dakar, que a su paso va destruyendo sitios patrimoniales a destajo. Lamentablemente, los conductores de todo tipo de motos y autos que recorren nuestro desierto no tienen la misma pulsión que los yihadistas y no graban ni viralizan sus destrozos o limpieza cultural para que luego puedan aparecer en las primeras planas. Esos los vamos conociendo a través del trabajo de hormiga de organismos como el Consejo de Monumentos Nacionales, que no puede hacer más que denunciar el hecho, porque no cuenta con los recursos ni para un exhautivo catastro como tampoco para la restauración de estos sitios de alto valor histórico, tan antiguos como Palmira o más. Cuando sabemos que nuestras culturas originarias ya estaban momificando a sus muertos hace más de seis mil años resulta una gran impostura, un gran cinismo esto de escandalizarse con los yihadistas cuando aquí cerquita, en Valparaíso o en el norte de Chile no se respeta el valor patrimonial de nuestra cultura.

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